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Sombras: el sexo en la literatura

Jenn Díaz/DK

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Virginia Woolf, en su ensayo sobre literatura y mujeres Un cuarto propio, advertía algo en una escritora contemporánea que le gustaba e interesaba. Aunque no tenía un gran talento, escribía sobre algo que hasta entonces había sido tabú: las protagonistas de la novela se gustaban, y ambas eran mujeres. Lo importante no era tanto si la historia era buena o mala, sino que había un proceso de liberación por el que la escritora había pasado; no solo como mujer, sino como mujer que se dedica a la cultura.

Más allá de si el superventas Cincuenta sombras de Grey tiene algún tipo de valor literario o no, de si es un reflejo de nuestra sociedad o no, probablemente lo más destacable de que la trilogía triunfe es que hay ese mismo proceso de liberación del que hablaba Virginia Woolf. Sin entrar a valorar el libro, lo saludable es que una novela que habla libremente del sexo sea aceptada de este modo. En otra línea, la nueva novela de John Irving, Personas como yo, aborda el tema de la bisexualidad, y la de Luisgé Martín, La mujer de sombra, el sadomasoquismo. Parece que después el exitazo de E. L. James, todos quieren apuntarse al carro de las novelas sexuales, sexualizadas, aunque desde diferentes puntos de vista. En cualquier caso, ¿qué es lo importante, según observaría una Virginia Woolf contemporánea a Grey? Que el escritor, después de superar las relaciones homosexuales con sus personajes, es capaz de ir un poco más allá y embarcarse en un nuevo horizonte, uno más puramente sexual y, además y más importante, políticamente incorrecto.

Hoy en día una novela en la que el protagonista sea homosexual no tiene mayor importancia, porque culturalmente —en lo social siempre se va un poco más lento— ya está asimilado. Nos guste más o menos, hablar de sexo explícitamente, aunque no sean novelas de corte erótico, nos demuestra que damos un pasito adelante. Eso sí, esperemos que una vez nos pase la fiebre de las sombras y lo sexual, se normalice y dejemos a un lado la pornografía literaria, que las corbatas apretadas, las esposas y los ligueros formen parte de un atrezzo que ya no nos impresione. Igual que ya nos hemos calmado con las novelas históricas, ahora nos toca profundizar un poco más en las sombras y las luces de lo sexual, y después… al siguiente tabú.

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