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Barcelona, Colau y la regeneración democrática

Ada Colau se emociona celebrando la victoria de Barcelona en Comú / ENRIC CATALÀ

Josep Carles Rius

Barcelona —

Ada Colau será alcaldessa de Barcelona gracies a la autoridad moral lograda fuera de la política institucional y su biografía aporta un importante factor de regeneración democrática en un momento de grave crisis institucional. Que la mujer que ha liderado la lucha contra el efecto más injusto de la crisis, los desahucios, sea alcaldesa de una ciudad como Barcelona significa un verdadero seísmo democrático. Barcelona volverá a la vanguardia de las políticas progresistas en España, Europa y el mundo.

La victoria de Barcelona en Común rompe esquemas en Cataluña. Después de cuatro años marcados por la agenda nacional, por el debate soberanista, una alcaldesa de Barcelona como Ada Colau significa la irrupción del 'factor social' en Catalunya. Barcelona ofrece el retrato de la Cataluña plural, diversa y compleja. Con siete fuerzas que representan todo el abanico de posiciones políticas, donde se cruzan los proyectos nacionales con los sociales.

Los partidos que plantearon el 24-N como primera vuelta del 27-S descubren ahora que fue un error. Una lectura simple, diría que los resultados de Barcelona son un duro golpe para el independentismo. Pero los electores catalanes actúan diferente en cada elección y el voto de Barcelona en Común es tan transversal como los diferentes integrantes de la coalición. Por tanto, no se puede hacer una proyección directa sobre unas autonómicas.

Sí es cierto que Barcelona, la ciudad que da proyección internacional en Cataluña, será un símbolo de las políticas sociales y no de la lucha por la independencia. El impacto de la victoria de Ada Colau es muy trascendente en el ámbito del significado, y de las lecturas que generará por parte de la prensa internacional. Barcelona será antes la capital de políticas sociales, que del proceso soberanista.

En Cataluña, la irrupción del soberanismo ha dibujado un mapa complejo, con comarcas y ciudades con consistorios mayoritariamente independentistas y dos áreas metropolitanas (Barcelona y Tarragona) donde ganan todos los tonos del catalanismo, el federalismo o el llamado unionismo. La pluralidad crece, pero también la distancia entre territorios con hegemonía independentista, que en la imaginar colectivo ya han desconectado de España, y la Cataluña más urbana y más diversa. Y esta realidad no es una buena noticia para la cohesión de país que Cataluña ha construido hasta ahora.

El reto de Ada Colau está ahora en dar expresión institucional en la extraordinaria ilusión que ha de generar en una parte importante de barceloneses. Y la clave está en la participación; en conseguir que la movilización que ha crecido en la calle se pueda expresar en las instituciones. El acceso al gobierno del Ayuntamiento de Barcelona de concejales que vienen de los movimientos ciudadanos significará un revulsivo político y tendrán como principal reto canalizar la participación ciudadana.

Ada Colau tendrá muchas posibilidades de pactos y los resultados le dan argumentos a la hora de negociar con el PSC, ERC y la CUP. Se configura un gobierno de coalición de izquierda o un gobierno con minoría de Barcelona en Común con apoyos de los partidos de izquierda o, en algunos casos, incluso de CiU. Así se como gobernado Xavier Trias.

La victoria de Barcelona en Común representa el triunfo de los procesos de confluencia de partidos políticos con historia (ICV) con partidos emergentes (Podemos) y movimientos sociales (Procés Constituent). Y supera las fronteras, a menudo maniqueístas, entre proyectos políticos de Cataluña y los generados en España. Rompe pues los esquemas que han marcado la vida política catalana en los últimos años. Ada Colau tiene la oportunidad de liderar la regeneración democrática y contribuir a construir una ciudad más justa. Y hacerlo pensando en todos los barceloneses. Este es su reto.

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