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El Govern respeta la manifestación por la unidad de España mientras define su plan

Parlamentos al final de la manifestación organizada por Societat Civil Catalana

Neus Tomàs

“Todo el respeto del mundo”. Esta es la respuesta oficial que da el Govern a la multitudinaria manifestación que ha recorrido el centro de Barcelona en defensa de la unidad de España. Ha sido la protesta más masiva contra el independentismo que se ha vivido en Catalunya y que, pese a la guerra de cifras habitual, demostró que muchos votantes del no han decidido alzar su voz.

Ciudadanos y el PP aspiran a rentabilizar el éxito de la convocatoria. Mientras, el PSC, pese a que algunos dirigentes reconocen su incomodidad con consignas como la coreada “Puigdemont, a la prisión”, reconoce que su presencia en el acto responde a la necesidad de contentar a una parte de su electorado y a evitar que el partido de Albert Rivera les arrebate “la bandera de la gente que no quiere una declaración unilateral de independencia”.

Esa declaración de independencia es la que todavía se está perfilando. El Ejecutivo de Carles Puigdemont, contrariamente a lo que piensan algunos en el PDeCAT, considera que no puede ser una propuesta simplemente retórica porque, según su tesis, crearía una frustración lógica en el independentismo. Pero a la vez, añaden, tiene que ser “factible”. Y eso, a estas alturas, nadie sabe cómo se combina.

Cómo ganar tiempo

Quien lo tiene más claro es la CUP, que insiste en que este martes hay que “cerrar un ciclo”. Para los cuperos no hay atajos que valgan y eso sirve también para quienes en el PDeCAT y ERC insisten en la fórmula de una declaración en diferido. Esto es, que se aplicase dentro de unos meses y así ganar tiempo para forzar una negociación. Además, en base a la ley de transitoriedad, el proceso que se abra deberá concluir en unas elecciones constituyentes. Un nuevo plebiscito que debería celebrarse dentro de medio año.

Pero, por más que en público se seguirá insistiendo en apelar a una mediación, en privado se reconoce que es muy poco probable. Esa falta de expectativas de que pueda abrirse una vía de diálogo, sumada a que la zozobra económica se convierta en una auténtica estampida empresarial, preocupa especialmente al partido de Puigdemont.

En lo que parece que sí hay un acuerdo entre el Govern y la CUP es en que hay que evitar una nueva fotografía del hemiciclo vacío. No está previsto que haya una votación y la duda es si los diputados de la mayoría parlamentaria estamparán su firma en algún tipo de documento, más allá del discurso del presidente de la Generalitat que fijará el plan soberanista para los próximos meses. El suyo y también el de Rajoy.

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