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Sobre este blog

Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

Las vacaciones como oportunidad para cambiar nuestra psicología ambiental

Carolina Belenguer Hurtado / Fernando Valladares

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Sobre este blog

Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

Tumbada la vida en una hamaca, enterrados los pies en la arena, paseando la vista por nuevos paisajes y respirando profundo para llevarnos ese instante al futuro. Las vacaciones no solo nos permiten reducir el estrés y nos producen satisfacción, sino que numerosos estudios científicos demuestran que la pausa vacacional mejora el rendimiento cognitivo y la capacidad de atención, regenerando nuestras capacidades intelectuales, erosionadas gradualmente tras semanas o meses de trabajo y preocupación. El artículo 24 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos lo dejó muy claro ya en 1948: “Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas” En paralelo a la cruzada para que este derecho se universalice de verdad, es preciso revisar el sentido y la utilidad actual de las vacaciones. Porque los tiempos cambian. Y no solo en materia estrictamente laboral.

El ideal de unas buenas vacaciones es apagar todas las emociones que inundan, paralizan y sobrecogen el alma. La actualidad científica, social, ambiental y política nos carga de este tipo de emociones ya que vivimos tiempos cada vez más tensos y conflictivos. Tomarnos unos días libres es una buena decisión para desbloquear la causa de muchos de nuestros malestares. Del mismo modo que el ejercicio físico se ha demostrado eficaz para resolver la depresión, las emociones paralizantes o sobrecogedoras se pueden canalizar o afrontar mediante la proactividad y la ejecución de tareas y actividades. Hacer algo tiene, en sí mismo, consecuencias positivas ante los pensamientos y emociones que desencadenan las preocupaciones. Además, este “hacer”, cuya intención es salir de ese estado de tensión, pone en marcha comportamientos que buscan mantener la satisfacción y detener la insatisfacción.

Las vacaciones son un buen momento para descansar de la ecoansiedad, un trastorno cada vez más frecuente, especialmente en jóvenes. Sin embargo, el veraneo, en todas sus modalidades deja una huella ambiental importante y el mismísimo turismo, esa fuente de ingresos esencial para la economía de países como España, se está mostrando insostenible en todos los frentes (no solo en lo ambiental) y brotan iniciativas para regularlo tanto en nuestro país, con los casos de Canarias, Baleares, Cantabria y Málaga, como fuera de él, con las situaciones de Japón, Islandia o Hawái. Es muy paradójico que hasta cómo descansamos o nos distraemos en vacaciones pueda generar estrés o ecoansiedad. Es evidente que en materia vacacional hay mucho que mejorar y uno de los aspectos menos atendido es la psicología ambiental.