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Sobre este blog

Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

En apoyo de Michael Eisen

El científico Michael Eisen

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Michael Eisen, editor en jefe de una revista de mucho prestigio –eLife– ha sido despedido por repostear un artículo satírico que denunciaba la muerte de civiles palestinos en Gaza. Nos hemos enterado porque él mismo lo ha posteado en X: “He sido sustituido por retuitear un mensaje de @TheOnion que ponía el acento en el horror que están sufriendo los civiles palestinos tras el salvaje atentado de Hamás”. Una buena parte de los editores de la revista online se han solidarizado con él y han renunciado a sus puestos y a la labor que desarrollaban.

La historia es corta; comenzó el 13 de octubre cuando Eisen, un reputado genetista que trabaja en la Universidad de California en Berkeley, reposteó con un “Bingo!” un mensaje del portal de noticias satíricas The Onion que decía: “Gazatíes moribundos son criticados por no dedicar sus últimas palabras para condenar a Hamás”. La tormenta perfecta se desató. Muchos colectivos pro-israelíes ocuparon de forma masiva las redes para condenar lo que se consideraba un apoyo del profesor Eisen a Hamás. De nada sirvió que al día siguiente el propio Eisen escribiera un nuevo mensaje diciendo: “Toda persona sensata en la Tierra está horrorizada y traumatizada por lo que hizo Hamás y quiere que no vuelva a suceder nunca más. Más aún siendo judío y con familia israelí. Pero también estoy horrorizado por el castigo colectivo que ya se está imponiendo a los habitantes de Gaza, y lo peor que está por llegar”.

De nada sirvió. Un amplio colectivo de científicos ha manifestado su apoyo a Eisen y, como comentábamos, una facción importante de los editores y editoras se ha retirado. La presión mediática internacional y de la comunidad judía de investigadores es tan contundente y sistemática que, después de una reunión con los responsables de la revista en la que los argumentos aportados por Eisen no movieron al equipo directivo, se le comunicó su expulsión. Las peticiones para que sea expulsado de su centro de trabajo continúan. Esperemos que las autoridades aguanten el embate. Es cierto que Eisen es un investigador comprometido y en muchos aspectos controvertido desde la perspectiva de la editorial. No todos los editores estaban de acuerdo con aquellos cambios que él proponía. Puede que este comentario haya podido ser la gota que ha empujado a los responsables de la revista a su expulsión. Es la tormenta perfecta, como indican algunos investigadores. 

No es la primera vez que se expulsa a editores en jefe de prestigiosas revistas por comentarios más allá de la academia. Tampoco por su posicionamiento en relación con el conflicto de Israel y Palestina, como el caso de Steven Salaita después de los bombardeos de Israel en Gaza en 2014. Es un debate complejo con muchas aristas, pero desde nuestra columna de Ciencia Crítica sólo podemos manifestar, en primer lugar, el horror que supone el atentado de Hamas. Como manifestó el propio Eisen, no caben tibiezas en este sentido. Pero de forma paralela queremos señalar también nuestro apoyo absoluto a nuestro compañero y colega, y a todos los que han renunciado a su posición como editores. En esto tampoco hay paños calientes. Y sí, queremos y necesitamos gritar a quien quiera oír que, como científicos, pero, sobre todo, como habitantes de este planeta, sólo podemos estar de acuerdo con el contenido del mensaje reenviado por Eisen. No puede ser que los gazatíes y el resto de civiles que viven allá sufran la cólera por parte de Israel, una cólera institucionalizada y jaleada por buena parte de la comunidad internacional. No podemos estar más de acuerdo con Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, cuando dice algo tan obvio como “ninguna parte en un conflicto armado está por encima del derecho internacional humanitario.” Alguien a quien, por cierto, también quieren hacer “dimitir.” Pero no nos engañemos, silenciar a Guterres, silenciar a Eisen, silenciar a tantos y tantas que se limitan a enunciar obviedades como que matar a civiles inocentes no está bien. ¡Basta ya! Decenas de años de ocupación y la conversión de un estado fallido en una suma de guetos es inaceptable y debe situarse entre los elementos causales de este horror.

Como científicos nos preocupa profundamente que nuestra actividad profesional se vea comprometida por cuestiones de esta naturaleza. La libertad de expresión en un marco de respeto no puede ser un catalizador que limite nuestro trabajo. Los científicos trabajamos bajo la bandera de la razón y la crítica ordenada. Es nuestro marco intelectual, la crítica sensata. En el caso de los investigadores e investigadoras más jóvenes, la censura –o mejor dicho el saltarse la autocensura– podría condicionar el desarrollo de su carrera. Los podría echar de allí si a sus jefes o jefas no le parece oportuno lo que piensan o dicen. Terrible. Muchos de nosotros trabajamos con colegas musulmanes, también con judíos, algunos emigrados a Israel desde lugares remotos del globo. Vivimos con estupor e indignación que el acceso a algunos países supuestamente próximos al nuestro se ha visto limitado o, en el mejor de los casos, radicalmente ralentizados por el hecho de haber visitado a compañeros científicos en Irán u otros países vetados. La mayoría no sabe lo complicado y humillante que puede ser para los colegas de aquellos países venir a nuestros laboratorios, ni el suplicio que supone conseguir una visa en nuestras embajadas occidentales.

No está bien visto ni es popular que una persona dedicada a la ciencia dé su opinión sobre cualquier otro tema en el lugar de trabajo. En aras de evitar cualquier confrontación en el campo de estudio, se evitan de forma tácita conversaciones personales u opiniones políticas en ambientes dedicados a la investigación. Se les pide a los científicos que sean más máquina y menos persona, más instrumento y menos humano. La polarización, la crispación y el miedo a represalias impiden el posicionamiento público y el necesario y saludable debate. No evitaremos los conflictos por evitar los desencuentros. En el mejor de los casos, tan solo los pospondremos.

Las científicas y científicos somos ciudadanos, y, lógicamente, sufrimos y sentimos como todos los demás. Que expresar de manera honesta y respetuosa tu opinión puede significar tu expulsión de la academia es simplemente un dislate. Querido Michael, tienes nuestro apoyo.

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Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

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