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Cuatro sexólogos analizan las fantasías sexuales de la mujer heterosexual española

El éxtasis de la beata Ludovica Albertoni. (Bernini) Foto: Ho visto nina volare

Elisabeth G. Iborra

Las escritoras Laura Carrión, Sonsoles Fuentes y Celia Blanco han recopilado en unos cuantos libros las principales fantasías que les confesaron las mujeres heterosexuales a las que han consultado en sus investigaciones para poder tener una idea clara de qué imaginamos o qué entendemos por una aventura perfecta. De las mismas, han concluido que el imaginario erótico femenino es muy amplio y puede cambiar según las circunstancias de la mujer: qué esté establemente emparejada, que se acabe de enamorar o que no se sienta atada sentimentalmente. 

El sexólogo y antropólogo Alfonso Antona, por su parte, explica que varios estudios sexológicos permiten extraer tres razones en común por las que surgen las fantasías sexuales: “Para canalizar la represión, para darme permiso a lo prohibido sin explicaciones y una tercera razón recreativa, para obtener placer en un entorno seguro que puedo controlar”.

1. Sexo lésbico entre heterosexuales

Una de las fantasías femeninas más habituales pasa por “mantener relaciones sexuales con otra u otras mujeres. Para Laura Carrión, coautora de 'Dímelo al oído' (Temas de hoy, 2005), resulta ”lógico si se tiene en cuenta que los medios audiovisuales siguen mostrando el cuerpo femenino como el gran objeto del deseo“. 

Alfonso Antona agrega que “todos tenemos una bisexualidad latente que solemos reprimir influidos por el contexto social”. Si bien, continúa el sexólogo, “la bisexualidad femenina no está tan mal vista, no genera tanta tensión a la mujer visualizarse con otra como al hombre imaginarse con otro hombre, que lo percibiría como una perturbación”. Por lo tanto, concluye, tienen esta fantasía porque “se la pueden permitir y así canalizan la represión de esa tendencia”. 

2. Los desconocidos les ponen más

Otro descubrimiento de las tres autoras es que muchas mujeres se erotizan imaginándose con un hombre con el carecen de vínculos. “Esta fantasía esconde un problema de fondo de falta de comunicación en la cama con la pareja; se dan demasiadas cosas por supuestas y la mujer se siente incapaz de guiar a su hombre para indicarle cómo le gustaría que le hiciera sexo oral, o bien él no se atreve a pedirle que se masturbe ante sus ojos”, opina Carrión.

Opina también que “muchas mujeres se sienten furiosas con el padre de sus hijos, a quien a veces culpan en el fondo de la sobrecarga diaria a la que tienen que enfrentarse”. Pero, para evitar equívocos, Alfonso Antona diferenciaría aquí entre imaginación, deseo y fantasía: “Una cosa es crear una imagen que yo he construido para desahogarme en un momento determinado, otra cosa es fantasear con hechos que no van a ocurrir y otra es desear algo que es perfectamente realizable”.

3. Les estimula imaginar tríos

Según las escritoras, ambos géneros sueñan con hacer tríos, pero ellos desean llevarlos a la práctica y ellas los prefieren dentro de los límites de su imaginación. Ellos se imaginan siendo el macho de dos mujeres que están jugando juntas, o bien viendo a su mujer con otro hombre, y ellas se suelen figurar con dos hombres. En una importante revisión científica, Laitenberg y Henning mostraron que las fantasías sexuales aparecen en el 95% de las personas, y que las mujeres las tienen tanto durante el coito como en la masturbación, mientras que los varones las prefieren para masturbarse. 

La explicación, según Sonsoles Fuentes, autora de 'Sex Confidential' (Océano Ambar, 2009) e 'Inteligencia Sexual' (Plataforma Editorial), es que “en la fantasía no hay errores, no pasa nada que a ti no te apetezca, y lo que pase en el mundo real ya no lo puedes controlar del mismo modo”. “Puede que algunas mujeres no lo lleven a cabo por prejuicios o represión, pero a la mayoría, sencillamente, no les apetece, no les resulta placentero en el terreno real”, añade.

4. Con los jovencitos da morbo

Celia Blanco, autora de 'Con dos tacones', (La Esfera de los Libros, 2014), se encontró con bastantes mujeres a las que les excitaba seducir a jovencitos inexpertos, que es algo perfectamente realizable. De hecho, comenta Blanco que hay toda una generación de mujeres, nacidas en los 70, universitarias, que tienen bastante salud sexual y van cumpliendo todas sus fantasías.

Antona aclara que “más que una fantasía se trata de un deseo reprimido, pues todavía se aplica ese doble rasero de juzgar mal que una mujer desee el contacto físico con un hombre más joven, mientras que en el hombre se ve normal, de hecho, en el porno hay hasta un apartado de sexo con jovencitas”.

5. Ser dominadas resulta erótico

Según estudios de la Universidad de Texas, entre un 31% y un 57% de las mujeres encuestadas habían tenido fantasías en las que eran forzadas a tener sexo. No son diferentes las españolas, a las que les resulta erótico sentirse dominada por un varón viril y fuerte o por varios. A juicio de Sonsoles Fuentes, “la fantasía de la dominación ejemplifica la diferencia entre las fantasías realizables y las que sólo excitan mientras no salgan de los límites de la imaginación, como es el caso”.

Sonsoles Fuentes duda que exista una explicación psicológica válida para todas las mujeres, pero, “en general, una fantasía en la que el hombre domine la situación puede ser una manera de entregar el control al otro, de liberarnos de responsabilidad y de sentimientos de culpa, de abandonarnos al placer sin más”.

Celia Blanco añade que “cuarenta años de dictadura y la impertérrita sombra del catolicismo machista en nuestra educación han creado muchas mujeres de mediana edad castradas el desarrollo de su deseo”. La fantasía de la dominación navegaría así entre el regate a la culpa y la reacción radical contra la represión. 

A eso le suma Fuentes que “vivimos en un mundo en el que las mujeres nos vemos obligadas a responsabilizarnos de todo: buenas profesionales, buenas madres, buenas hijas, buenas esposas, siempre jóvenes y hermosas y además unas fieras en la cama”. “Cuando te imaginas atada o forzada, recibiendo placer sin tener que hacer nada, dejándote arrastrar, lo supones un alivio”, remata.

6. Exhibicionismo, voyeurismo y coleccionismo

Practicar sexo en lugares públicos es un estimulante muy común en ambos sexos, probablemente por el morbo del exhibicionismo. El cual, junto al voyeurismo, influye también en la atracción por los intercambios de pareja y el sexo grupal. Antona comenta que “la fantasía aquí es una manera de canalizar cierto tipo de conductas que socialmente no son aceptadas y no me las puedo permitir”.

“Si me empodero liándome con siete hombres, hay que interpretarlo desde la individualidad y el contexto social; normalmente lo que les gusta es la falta de control cuando son personas muy controladoras en su vida normal”. La conclusión, para el psicólogo, es que “lo que me permito, lo intento y lo hago; y lo que no me permito, lo fantaseo”. 

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