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Chevalier viaja al Ohio de los pioneros en un viaje a través de los árboles

Chevalier viaja al Ohio de los pioneros en un viaje a través de los árboles

EFE

Barcelona —

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La escritora norteamericana afincada en Reino Unido Tracy Chevalier, autora de la exitosa “La joven de la perla”, se adentra en su última novela, “La voz de los árboles” en el siglo XIX de los colonos que viajan al Oeste, un viaje en el tiempo realizado a través de los árboles, manzanos y secuoyas“.

El origen de este libro, ha explicado en una entrevista a Efe, es doble: Por un lado, nace de su anterior novela, “El último refugio”, ambientado en el Ohio de principios del siglo XIX, y por otro en el ensayo “La botánica del deseo”, de Michael Pollan, que hizo una historia del mundo a través de las plantas.

“Al llegar al capítulo de la leyenda de Johnny Appleseed comencé a investigar sobre los manzanos y descubrí que gran parte de ese mito no era real, pues la leyenda decía que aquel pionero y arboricultor vendía manzanas para promover un estilo de vida saludable, pero en realidad los árboles daban manzanas agrias, que sólo servía para elaborar sidra, y la mayoría de los colonos iban borrachos todo el día para superar las duras condiciones en que vivían”.

En la novela, el lector sigue a la familia Goodenough, que deja Nueva Inglaterra para ir a los pantanos de Ohio; y llevan consigo algunas ramas de su manzano favorito, pero en ese huerto también enraiza la discordia entre James y Sadie Goodenough: Él adora las manzanas dulces y Sadie las prefiere ácidas para elaborar sidra, unas diferencias que obligan al menor de sus hijos, Robert, a buscar fortuna en el California.

La manzana tiene también mucho de mito bíblico, reconoce Chevalier, pues “esos colonos que emigran buscaban el edén, pero en realidad encuentran una ciénaga negra”.

Chevalier, que se mueve con habilidad en el género histórico, considera que “los Estados Unidos del siglo XIX son los más interesantes para el escritor, pues es cuando se producen las grandes migraciones al oeste, la esclavitud o la guerra civil”.

Llevar a uno de los personajes de la familia protagonista a California es una oportunidad para escribir de otra de las fascinaciones de la escritora: “es atrayente la idea de alguien que tiene un trauma y que decide huir, en el siglo XIX se huía hacia el oeste, donde nació el sueño americano”.

En el proceso de documentación, Chevalier descubrió que “en realidad, pocos mineros se hicieron ricos, y los que realmente hicieron fortuna fueron los que proporcionaban alojamiento, comida, caballos y herramientas a los mineros”.

Chevalier tuvo acceso a compendios de diarios y cartas de colonos que explicaban “el viaje y su dureza, fuera por tierra o en barco dando la vuelta por Latinoamérica; escribían a casa lo que habían ganado, y también lo que habían perdido, porque la mayoría perdían lo ganado apostando en San Francisco”.

Para la autora de “La dama y el unicornio”, la imagen poderosa que transmite “La voz de los árboles”, con la convivencia de la inmovilidad de un árbol y la movilidad de sus protagonistas es “aparente”, pues “los árboles como especie no son tan inmóviles y, de hecho, el manzano proviene de Kazajistán, y de allí pasó a Persia, Francia y Reino Unido”.

Algo similar pasó con las secuoyas, también protagonistas de la novela, que desde su origen norteamericano se extendieron por Reino Unido, España, Suecia, recuerda Chevalier.

Chevalier cree que en todas sus novelas hay un común denominador: “los protagonistas no se conforman con la sociedad que les ha tocado vivir y buscan otra vida, que tiene que ver mucho con mi condición de estadounidense que vive en Reino Unido desde hace 30 años”.

También se repite la visión de cómo la gente responde a la muerte, “los personajes acaban asumiendo su condición mortal”.

En su afán de no convertirse en autora predecible, Chevalier ya ha escrito una nueva novela, “New Boy”, que forma parte del proyecto Shakespeare, en el que ha reinterpretado “Otelo”, “ubicado en un patio de EEUU en los años 70”, y ya trabaja en una novela histórica ubicada en la Catedral de Winchester en los años 1930“.

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