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Ermonela Jaho: “Salgo a escena como si fuera la primera y la última vez”

Ermonela Jaho: "Salgo a escena como si fuera la primera y la última vez

EFE

Madrid —

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Ermonela Jaho (1979) dejó su Albania natal en pos de un sueño: cantar ópera. Solo tenía 18 años y cero de dinero. Tocó fondo pero perseveró y logró ser la excelente soprano que es. Mañana se despedirá del Real con “Madama Butterfly”: “Saldré a escena como si fuera la primera y la última vez de mi vida”, dice.

“Nada es para siempre, tampoco la voz, y tengo que ser consciente de ello. Es un sueño que he logrado, un sueño que tengo que vivir en cada momento y no pensar en si tengo que cantar mañana. Al final acabo muerta, pero cada noche me enriquece un poco más”, explica la soprano en una entrevista con EFE.

Enamoró al Real con su “Traviata”, un papel que ya ha interpretado “más de 240 veces”; volvió con “Otello” y ahora lleva desde el 27 de junio con “Madama Butterfly”: “He sido Cio-Cio-San y, si la gente se ha emocionado, es porque solo la verdad hace llorar”, asegura con lágrimas en los ojos, agradecida de la “catarsis” que vive con el público español cada noche.

Y tanta es la sintonía que ha logrado que anoche el teatro en pleno le cantara el “cumpleaños feliz” al final de la representación, con ella hecha un mar de lágrimas.

“Gracias, España por esta oportunidad. El Real ha creído en mí y dejo parte de mi corazón aquí”, confiesa la cantante.

Cuando comenzó a interpretar “La Traviata”, no solo se “abrió” su voz, sino su corazón, afirma, y es lo mismo que ha sucedido con “Madama Butterfly”, en la que, de nuevo, cada noche, ha ido hasta el límite.

“La monotonía es la muerte del artista. Yo pienso en cada día como el último de mi vida. Somos vulnerables y no existiremos siempre, así que aprovechemos. Cada noche soy la niña que soñaba con ser cantante y lo vivo al máximo”, afirma.

Ella nota la corriente de complicidad que establece con el público, porque, dice, se hace en el teatro “un silencio de tumba” y se abren “unos brazos gigantes que mandan una energía mágica en todas direcciones”.

En su interpretación de la desgraciada Cio-Cio-San, revela, ha querido aprovechar la oportunidad de “dar voz a tantas mujeres que se sacrifican por sus hijos”.

Lo hace con “emoción genuina”, y eso, asegura, “lo nota el público”, “que se da cuenta muy rápido de si el artista es honesto” y quizá por eso, bromea, les gusta “un poquito”.

“Supo” que tenía que cantar ópera siendo una niña -“era muy tímida y solo cantando me sentía libre”- y en pos de ese sueño dejó su casa “con las manos en los bolsillos” y se fue a Italia a estudiar... y a trabajar cuidando ancianos y a pasar mucho hambre. “Una inmigrante sin suerte más”, resume.

Lloró mucho, se deprimió, sufrió y rabió pensando en por qué le pasaba aquello a ella, pero resistió y perseveró -“si tú no sientes que eres la primera, no lo sentirá nadie”, advierte- y está segura de que aquella dura experiencia ha sido fundamental en su forma de cantar e interpretar.

“No tengo una gran voz ni un talento innato y natural, pero la he trabajado mucho. Puedes tener una voz muy grande pero el público quiere vulnerabilidad. Es importante ser sincera, humilde y verdadera y no tener vergüenza de contar de dónde vienes ni lo que has hecho”, subraya.

Este año cantará en Sidney y por primera vez en Buenos Aires, luego irá a París y más tarde empezará con los ensayos de “Il tritico”, con “Suor Angelica”, y luego con “Thais” y Plácido Domingo, y estará en todas las ocasiones que puede con los jóvenes artistas, ayudándoles y alentándoles.

“Vivimos en un mundo en el que parece que no hay esperanza. Conecto mucho con los jóvenes y les digo que una vida con experiencias es lo que hace a los artistas. No quiero contar mi historia de 'pobrecita', pero todo lo que me hace sentir feliz ha nacido de un gran sacrificio, y, si yo lo pude hacer, ellos también”.

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