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Javier Puebla, autor de “El hombre que inventó Madrid”: “Yo soy mucha gente”

Javier Puebla, autor de "El hombre que inventó Madrid": "Yo soy mucha gente"

EFE

Santiago de Compostela —

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Ejerce el periodismo y escribe a deshora. Esto último parece no haberle dado mal resultado puesto que el autor Javier Puebla, que promociona su última novela en Galicia, cuenta en su currículo con reconocimientos como el Nadal -por su libro “Sonríe Delgado”- o el Premio Internacional de Novela Luis Berenguer -este caso por su obra “La inutilidad de un beso”-.

Javier Puebla, madrileño de nacimiento, acaba de publicar su última novela, “El hombre que inventó Madrid”, y ya tiene proyectos futuros en mente, aunque no es de extrañar viniendo de alguien que confiesa tener “muy mal culo” y al que le cuesta estar sentado.

Con su última obra el lector recorre el Madrid del siglo XIX de la mano de un personaje controvertido capaz de arruinarse y hacerse rico en varias ocasiones, explica Puebla a Efe en una entrevista.

PREGUNTA: ¿Cómo surge la idea de “El hombre que inventó Madrid”?

RESPUESTA: La idea original de este libro es del editor que me dio la idea del Marqués de Salamanca y entonces a mí me pareció un coñazo horrible porque nunca había escrito novela histórica, ni similares, y en un principio no le hice caso.

Pero llegó un momento en el que tuve una necesidad económica y supuse que ganaría algún concurso y entonces la escribí y conecté con el personaje. Y lo que he averiguado después es que el personaje me había estado buscando toda la vida. Salamanca está encantado conmigo porque él siempre ha querido ser un personaje de ficción.

P: ¿Cuánto hay de ficción y cuánto de realidad?

R: Es una mezcla difícil. Es un gin-tonic de hecho.

P: ¿Los premios asfixian la creación literaria?

R: No. Lo de los premios está bien pero es muy subjetivo. Tienen un punto de suerte, de magia, y luego también de relaciones públicas posteriormente. Pero nunca pueden ser justos del todo porque ¿cómo nos leemos 400 novelas? Al Nadal se han presentado 400 novelas y las cinco que llegan al jurado tienen un punto de milagro.

P: ¿La competencia tampoco ahoga la creación?

R: Bueno, es un mundo lleno de egos, lo que pasa es que es un trabajo muy solitario. Yo lo que hago es que mi ego lo pongo atrás. De aceptarme a mí mismo aprendí a aceptar al otro. Por supuesto cuando tú escribes un libro es como tu hijo, entonces es al que más cuidas. Llegas a la librería y te mosquea que haya tantos otros hijos y que el tuyo no esté en un sitio más bonito.

P: El protagonista es un hombre que fracasa y se reinventa, ¿un personaje que fracasa le gusta más al lector?

R: Sí, porque el fracaso es lo estimulante, porque entiendo que despierta más empatía. Todos hemos fracasado. Hay cantidad de tíos que ligan simplemente porque las mujeres piensan: “Pobrecito mío, mira qué buen chico es”. Y además el fracaso es un poco la rueda en movimiento. En las teorías americanas modernas se dice que solo el éxito te permite seguir creciendo. Yo creo más bien que tiene que ser un poco como el campo en barbecho: un tiempo lo haces trabajar y otro lo dejas descansar.

P: ¿Y cuánto hay del Madrid de esta época en el actual?

R: En la novela he contado varias veces que me convertí en él y veía como él. Y el Madrid que conozco yo es el actual, entonces la ginebra es el Madrid actual pero la tónica es del siglo XIX. Cuando el personaje llega a Madrid es una ciudad que lleva 200 años sin moverse, que es muy provinciana, y que a lo mejor sin él no sería la Madrid que es ahora.

P: Meterse en la piel del personaje es un poco la técnica de usar heterónimos, ¿no?

R: Yo soy muy de heterónimos. Yo soy mucha gente. Soy una cueva de almas y Javier Puebla casi es uno más. Incluso en casa con mi hijo y mi mujer hay un punto de papel, como de que no soy nadie. Según el momento me transformo en uno o en otro. Por ejemplo yo escribo como Tigre Manhattan, que es un personaje mío que escribe en la competencia y por lo general me gana. Cuando vivía en Murcia yo escribía mi columnita en un periódico y, con otro nombre, me quejaba de lo que escribía Javier Puebla. Entonces Javier Puebla respondía, hasta que hubo un momento en el que Javier Puebla puso en el periódico: “Si siguen publicado cartas del señor F.T. dejo de escribir”. F.T. mandó otra carta y no se la publicaron.

P: ¿Escritor se nace o se hace?

R: En mi caso parece que nací escritor. Cuando tenía 4 años me iba al colegio una hora antes porque mi padre me llevaba y escribía las aventuras de un niño en Australia que tenía un conejo telépata, que no sé de dónde lo saqué, y un canguro boxeador para proteger a sus padres de los malos. Era una novela. Y según cuenta mi madre cuando me enseñaron a leer y escribir, escribí una aventura.

Me gusta mucho leer, entonces escribir es la manera más placentera de leer que existe porque escribes el libro que a ti te está gustando leer. Aunque yo tengo el fallo de que me cuesta mucho estar sentado, entonces, pues, casi nunca leo luego lo que escribo.

P: ¿Y cuál ha sido la mejor crítica que le han hecho?

R: Bueno, hay críticas antipáticas en las que llegan a insultar, pero hay una muy bonita que me hicieron en Bilbao, creo recordar, en la que me decían: “Dicen que Javier Puebla sigue la estela de los maestros. Es mentira, hace lo que le da la gana. Los supera”.

P: ¿Próximo proyecto en mente?

R: Le estoy dando vueltas a varias cosas. Cuando mi hijo cumplió ocho años le hice una historia de unos personajes que son animales y viven en un valle secreto pero que luego cuando crecen se convierten en seres humanos. De pequeños eran un cocodrilo, un zorro, un tigre... Pero cuando cumplió diez hice una novela un poco más oscura en la que aparecía un ornitorrinco y era más evidente que unos animales iban a hablar y otros no. Y en la tercera hago viajar al tigre al mundo real y se convierte en humano de una manera alucinante y se mezcla con un personaje mío que es un borrachuzo -Tigre Manhattan-. Así que empieza como una novela de niños pero luego es una novela normal y corriente. No sé cómo funcionará cuando la publique pero también tengo mi propia editorial porque cuanto más dependas de ti y de tu estado de ánimo tu trabajo, mejor.

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