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Fallece Gordon Willis, la sombra de El Padrino

El director de fotografía Gordon Willis

Mónica Zas Marcos

La penumbra de la habitación de Don Vito Corleone, esa iluminación cenital que convertía los ojos de Marlon Brando en una sombra siniestra. El blanco y negro difuminado de Zelig. O las dos figuras bajo el puente de Queensboro que charlan al son de Rhapsody in Blue. Todas estas escenas míticas del cine son recordadas por obra y gracia de Gordon Willis, uno de los maestros de la fotografía de los años 70.

Natural de Nueva York, el pequeño Gordon comenzó a interesarse por la iluminación y el universo de la imagen fílmica gracias a su padre, que era artista de maquillaje de la Warner Brothers. Trabajó en la unidad de imágenes en movimiento mientras servía en las Fuerzas Aéreas durante la Guerra de Corea, y a su regreso se inició en la publicidad y los documentales.

“Nuestro trabajo no es recrear la realidad, nuestro trabajo consiste en representar la realidad”, decía Willis en una entrevista sobre el arte de ser director de fotografía. Y esa es la afirmación que mejor merece el trabajo de quien adaptó las peculiaridades de sus colaboradores a la gran pantalla y sentó las bases para la estética de los 70. Hoy nos deja, cuando hace apenas una semana se despedía otro de los genios tras las cámaras, HR Giger.

Entre sus contribuciones destaca el trabajo con algunos nombres estrella de la filmografía norteamericana, como Francis Ford Coppola, Woody Allen y Alan J. Pakula. Era reconocido como el 'príncipe de las tinieblas' debido al juego de sombras y contraste con el que envolvió El Padrino. “Willis se ha confirmado como genio, es como una extensión perfecta de la inteligencia creativa de Coppola”, escribió en su día la revista Variety tras el estreno de la cinta.

Willis se apartó de todos los paradigmas clásicos que acotaban las posibilidades del cine de aquella época. Con su innovación terminó por crearse un sello reconocible que reformularía los patrones de la dirección de fotografía posterior. Como en Manhattan, donde convirtió a la obra de Woody Allen en una de las más fascinantes en el plano visual. Algunas de sus escenas serán recordadas precisamente por la iluminación, como en la que Isaac y María caminan a través del observatorio como si estuvieran paseando entre las estrellas o en la superficie de la luna.

Con Allen también rodaría Annie Hall, Interiors, Stardust Memories, Broadway Danny Rose, La rosa púrpura de El Cairo y Zelig, por la que recibiría su primera nominación al Oscar en 1983 -la segunda llegaría siete años después con El Padrino III-. Otro de sus directores incondicionales fue Alan J. Pakula, con el que colaboró en Todos los hombres del presidente, Klute y The Pallarax View. De hecho, la carrera de ambos quedó estrechamente ligada en 1997 con La sombra del Diablo, el último título de Willis y también de Pakula, que falleció poco después en un accidente de coche.

Llegó a debutar en la dirección en plenos años 80 con Ventanas. “Me llevo bien con los actores, pero no quiero que me llamen a las dos de la mañana diciendo 'no sé quén soy”, admitió Willis tras su primera y última experiencia como cabecilla tras la cámara.

Aunque a lo largo de su carrera recibió numerosos premios, se echó en falta el Oscar, que finalmente llegaría en formato honorífico en 2009. Como última recomendación, resulta imprescindible el visionado del documental Craft Truck para conocer todos los detalles de la artesanía visual de Gordon Willis. Aquí un aperitivo:

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