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Una remodelación en clave interna: luces y sombras del Consell del Botànic

Adolf Beltran

Resulta difícil adivinar si la jugada empezó por la oportunidad de dar salida a Joan Calabuig del Ayuntamiento de Valencia, donde era un dirigente zombie desde que cosechó los desastrosos resultados de las últimas elecciones municipales pero decidió quedarse, pese a estar ya muerto políticamente, hasta el siguiente congreso local del partido. O si, al contrario, arrancó de la necesidad de hacer un hueco al más que veterano Ciprià Ciscar en el Congreso de los Diputados, vaya usted a saber por qué. El caso es que la anunciada remodelación del segundo escalón del Consell ha tenido una marcada clave interna en el PSPV-PSOE, que es el partido del presidente de la Generalitat.

Se va Calabuig de delegado del Consell ante la Unión Europea, lo que hace correr la lista socialista en el Ayuntamiento de Valencia y permite la entrada de Anaïs Menguzzato, que cede a su vez la dirección general del Instituto Valenciano de las Mujeres y por la Igualdad de Género a Such, quien deja vacante un escaño en el Congreso para que lo ocupe Ciscar. O bien, Ciscar se instala en el escaño casi sin estrenar de Such, que desplaza a Menguzzato, lo que lleva a Calabuig fuera del Ayuntamiento de Valencia para ocuparse de la representación valenciana en el exterior. Se puede visualizar la maniobra al derecho o al revés.

No es la única paradoja de una remodelación que estaba destinada a resolver una crisis de Compromís, tras la salida traumática de Mónica Cucarella de su dirección general en la Conselleria de Economía y la dimisión de Dolores Salas (una profesional de buena reputación pese a que el contrato de su hija en una fundación la haya descabalgado) como número dos de Sanidad. La crisis de Compromís, de hecho, ha quedado resuelta en un segundo plano, mientras se ponían los focos sobre los movimientos en el área del PSPV-PSOE. Sobre todo cuando, además, ha habido relevo en la dirección general de Relaciones Informativas, tan cercana al presidente Ximo Puig.

Hay un inconfundible aroma partidista en toda la jugada. Y no tanto porque Ximo Clemente, que ha dejado Relaciones Informativas a petición propia, haya sido sustituido por la jefa de prensa del PSPV-PSOE, en este caso una periodista independiente como es Marta Hortelano, perpetuando así una costumbre que debería acabar algún día con la creación de un cargo de jefe de prensa del presidente al margen de la secretaría autonómica de Comunicación y de la dirección general, cuyas tareas institucionales van mucho más allá. Es la coincidencia de intereses orgánicos y familiares en el ambiente, siempre sórdido, de vísperas de congresos como los que se avecinan en el PSOE y el PSPV, lo que transmite esa sensación.

Pese a ello, no todo ha sido una reparación de desperfectos con añadidos orgánicos. Se han producido algunos efectos positivos. Calabuig, por ejemplo, con su bagaje de muchos años como eurodiputado, puede hacer un buen papel en algo sobre lo que ha insistido Ximo Puig reiteradamente: la necesidad de trabajar en Bruselas por la obtención de fondos para las maltrechas políticas valencianas, tan devaluadas en imagen y en recursos como resultado de las dos décadas largas de hegemonía de la derecha. Por otra parte, el otro nuevo delegado del Consell, el que ha colocado la vicepresidenta Mónica Oltra para desarrollar el “modelo social” de la Generalitat, es un fichaje clave. El nombramiento de Francesc Xavier Uceda, de quien pueden leer en eldiario.es una magnífica radiografía sobre la pobreza, la vulnerabilidad y la exclusión, apunta en la dirección en la que debe hacerlo la nueva política de izquierdas.

Por lo demás, estaba cantado el traslado de María José Mira a otro puesto, en este caso Hacienda, tras su desencuentro total desde la secretaría autonómica con el conseller de Economía Sostenible, Rafael Climent. Y aunque es verdad que la remodelación aumenta el número de altos cargos como ha denunciado la oposición (una queja de lo más inverosímil si viene del PP, con su rastro de desmanes, abusos de poder, sobrecostes y corruptelas), esta primera reforma del Consell surgido del Pacte del Botànic no deja de ser modesta, ya que casi se limita a hacer de la necesidad virtud.

El año que viene, si Antonio Montiel supera la resistencia estructural de su partido y la oposición de un sector crítico cada vez más definido, puede que se produzcan cambios de más envergadura, fruto de la entrada de Podemos en el Consell. De momento, la prevista y anunciada revisión del Acord del Botànic prolonga su liturgia hasta el curso que viene, mientras la política española sigue atrapada en un paréntesis enervante ante una eventual tercera convocatoria electoral. Situación de la que, una vez más, Mariano Rajoy quiere sacar provecho sin arriesgar nada.

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