Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

¿Es Trump una amenaza (también) para la industria del automóvil?

Planta de Ford en Hermosillo.

Pedro Umbert

La elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos ha puesto a sonar una colección entera de alarmas. La que afecta a la industria del automóvil es apenas una de ellas, pero está relacionada íntimamente con las líneas centrales del ideario que ha llevado a la victoria del magnate y que resume su famoso lema Make America great again.

Este eslogan electoral representa, en el asunto que nos ocupa, una promesa de medidas proteccionistas llamadas a combatir dos fenómenos que han sumido en el descontento a los trabajadores estadounidenses del sector: la pérdida de puestos de trabajo en automoción por el traslado de la producción a países que ofrecen mano de obra más barata, y la presencia creciente de modelos japoneses y europeos en el mercado local.

Trump encandiló seguramente a muchos operarios sin trabajo en Detroit y lugares similares cuando amenazó a Ford con imponer aranceles del 35% a los vehículos procedentes de la planta de ensamblaje que ha abierto en San Luis Potosí, México (la bestia negra por excelencia del multimillonario).

Otros fabricantes con intereses en México maldijeron quizá por un momento haber invertido allí cifras millonarias. Que se lo digan a Audi, que inauguró el 30 de septiembre en San José Chiapa una factoría que le ha costado más de 1.200 millones de euros.

En una reciente jornada técnica celebrada en la planta matriz de Audi en Ingolstadt para dar a conocer sus métodos de fabricación inteligente, el responsable mundial de Producción, Hubert Waltl, respondió a una pregunta sobre las amenazas de Trump a Ford agarrándose al clavo ardiendo de que la compañía americana acababa de confirmar sus inversiones en México, lo cual venía ser una señal de la dirección que Audi debe seguir.

Un comunicado posterior completaba las palabras de Waltl con el recordatorio de que México “ha firmado 12 acuerdos de libre comercio que regulan la libre circulación de mercancías con más de 50 naciones”.

Además de grandes marcas internacionales, varias empresas españolas de componentes de automoción como Gestamp y Grupo Antolin poseen en EEUU y México más de 20 centros de producción y de I+D+i, de modo que las eventuales decisiones de Trump respecto al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) podrían afectar a intereses nacionales de manera directa.

Como es sabido, el presidente electo niega el cambio climático y estudia suspender o matizar los compromisos de su país sobre control de emisiones a la atmósfera, en un nuevo guiño a un electorado maltratado por la crisis, léase los mineros de Pensilvania y los empleados de las petroleras de Texas. Semejante postura no ayuda precisamente a que muchos fabricantes sigan gastando millonadas en investigar en baterías más duraderas para coches eléctricos o en pila de hidrógeno.

No pocos expertos han advertido ya de las consecuencias nocivas que podrían acarrear determinadas posiciones poco meditadas de Donald Trump. No solo lo serían para la economía internacional y la industria de automoción sino también para los propios EEUU: la protección de los puestos de trabajo locales conllevaría –aseguran– subida de precios y bajada de ventas, lo que a medio plazo se volvería en contra del empleo y la estabilidad de las propias empresas estadounidenses.

Etiquetas
stats