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Las distancias marcadas por Cifuentes con Aguirre levantan ampollas entre los afines a la expresidenta

Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes.

Andrés Gil

El aguirrismo está en pie de guerra con Cristina Cifuentes. La presidenta de la gestora del PP de Madrid ha tomado el mando con el empeño de marcar distancias con su predecesora, Esperanza Aguirre, quien dimitió rodeada de casos de corrupción.

Cifuentes quiere encarnar una nueva etapa en un partido marcado por la sombra de la corrupción y sobre el que pesa una investigación judicial por supuesta financiación ilegal mientras fue presidido por Aguirre; uno de cuyos ex secretarios generales está en prisión por la Púnica –Francisco Granados– y el otro está imputado por un ático en Estepona –Ignacio González, cuya dimisión se mantuvo en secreto durante un mes–.

En la primera reunión de la gestora del PP de Madrid con cargos públicos, el 7 de marzo, Cifuentes miró hacia adelante y apeló a que “el PP es una fuerza del cambio entendida como evolución”. Pero, en su discurso, no tuvo palabras para Aguirre, y sectores próximos a la expresidenta expresaron su malestar: “No ha agradecido ni reconocido el trabajo de la anterior dirección. Es como si acabara de llegar al partido, y Cifuentes lleva 12 años en la dirección, desde que Aguirre la nombró secretaria Territorial, de facto la número tres del partido. Y se lo ha tenido que recordar alguno de los presentes”.

Sin embargo, en el entorno de Cifuentes afirman que lo que está persiguiendo la nueva dirección regional es “animar a la militancia. Para crecer electoralmente, lo primero que tenemos que hacer es reforzarnos dentro, que los cuadros estén animados, que la militancia se contagie y, a partir de ahí, crecer”.

De la misma manera, una carta reciente enviada por Cifuentes a la militancia ha vuelto a levantar ampollas. En su misiva, la presidenta de la gestora del PP afirma: “Es muy posible que en este tiempo que llevas colaborando con el Partido, se te ha pedido mucho y muchas veces sin que recibas nada a cambio. Te ofrezco de momento algo que es muy importante: la oportunidad de que el PP sea el partido que tú quieres que sea. Te ofrezco escucharte y te ofrezco contar con quienes sois el alma y motor de este partido”.

“¿Por qué dice que la militancia no recibía nada a cambio? ¿Acaso antes no se escuchaba a la militancia?”, se preguntan fuentes próximas al aguirrismo. “Los casos de corrupción han dejado al partido hecho unos zorros, con la moral por los suelos. Y nuestra primera misión es recuperar a la gente”, replican en el entorno de Cifuentes.

Pero si algo tiene revuelto al aguirrismo son las informaciones periodísticas publicadas últimamente que ponen en cuestión la limpieza de la gestión de Esperanza Aguirre e Ignacio González al frente del Gobierno madrileño: “Eso viene de Sol [sede del Gobierno regional], y es algo que no podíamos imaginarnos. Hubo un tiempo en el que Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón peleaban mucho, pero confrontaban discursos políticos; ahora se trata simplemente de manchar al otro para brillar más. Es inaudito. Nosotros también podríamos haber enturbiado la gestión de Gallardón al frente de la Comunidad, pero no se nos pasó por la cabeza. Y ahora nos toca defender a Ana Botella en el Ayuntamiento, que no es precisamente la mejor amiga de Aguirre”.

Clave sucesoria

Que Cifuentes tenga las riendas del partido no es poca cosa en clave interna, y eso lo saben todas las familias populares. Aguirre, con su dimisión, perdió influencia en dos asuntos clave: en la elección de compromisarios para el congreso nacional en el que se podría abrir el melón de la sucesión de Rajoy; y en la confección de las listas por Madrid en caso de repetición electoral.

Hay otra cosa que ha perdido Aguirre al dejar la presidencia regional: deja vacante una atalaya desde un reino de Taifas “muy goloso”, si bien conserva un altavoz de proyección estatal como la portavocía del PP en el Ayuntamiento de Madrid.

En el caso de que Rajoy no logre la investidura, y se abra el debate de su sucesión en el congreso nacional, fuentes del PP confirman que es “muy importante” presentarse “con territorio”, con un partido como el de Madrid detrás, que ha pasado de “43.000 militantes a 90.000 en los últimos diez años”. No obstante, Rajoy heredó el PP de José María Aznar sin tener más territorio detrás que el dedazo presidencial.

En ese baile de nombres y juego de tronos, hay dos mujeres que suenan como hipotéticas sucesoras de Rajoy si el PP acaba en la oposición: su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y la propia Cristina Cifuentes. Cifuentes, de acuerdo con la teoría de los territorios, llegará con Madrid detrás, tanto el partido como la presidencia regional. Y Sáenz de Santamaría, sin territorio, como número dos saliente de un proyecto político derrotado, pero con voz en el Congreso de los Diputados desde su escaño.

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