Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La izquierda presiona para que Pedro Sánchez no dimita
Illa ganaría con holgura y el independentismo perdería la mayoría absoluta
Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar
Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

Trump no es un payaso

Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de EEUU

Carlos Elordi

Estos medios nuestros, cada vez más alejados de lo que se cuece de verdad en la actualidad, han convertido a Donald Trump en un personaje cómico. Sobre todo las teles. Sin fallar uno solo, cada día sacan la última ocurrencia excéntrica del presidente norteamericano, y durante muchos minutos se carcajean de ella. Sin explicar nada, sin contextualizar ni profundizar en el asunto. Sólo les importa el chiste fácil. Pero lo que están haciendo es algo tan serio como desinformar, como construir una realidad falsa, la de que Trump es un payaso que no debe preocupar a nadie. Y lo cierto es todo lo contrario. Es decir, que el actual ocupante de la Casa Blanca tiene las ideas muy claras y que la que está montando puede terminar en un desastre que nos afecte, y mucho, a todos, incluidos los españoles.

También Hitler era un excéntrico. Pero no sólo porque le saliera de dentro, sino también porque sus maneras atrabiliarias eran útiles para sus fines. Como se supo después, su oratoria desaforada, sus gestos ridículos, hasta su bigotito, habían sido muy bien estudiados, por él y por sus asesores. Porque desde muy pronto comprendieron que servían para algo que para el líder era fundamental: llamar la atención, ser distinto, objetivos máximos, entonces y ahora, de cualquier campaña publicitaria. Y tuvo un éxito formidable. Que terminó en una escabechina mundial.

Con la prudencia que sugiere ese antecedente histórico, que no es el único, cualquier periodista mínimamente responsable tendría que tomarse muy en serio a Trump. Y tener en cuenta algunos datos básicos que dejan relegados a un lugar muy secundario su estilo, sus salidas de tono y sus tuit. El primero es que ha ganado las elecciones más difíciles del mundo, tras haberse impuesto en las primarias de su partido, objetivo no menos difícil que el anterior. El segundo es que es el presidente del país más poderoso del mundo y que ese cargo le da un poder ejecutivo del que carecen la mayor parte de los demás dirigentes mundiales.

Y que ha logrado ambas cosas con las mismas pautas de comunicación que sigue desde que es presidente. ¿Por qué modificarlas si le ha ido tan bien y más cuando lo que más sigue necesitando es que su gente esté con él porque lo que pretende hacer no es precisamente fácil?

No hacen falta análisis sesudos para comprender que detrás de la fachada que el presidente norteamericano enseña de puertas afuera hay cosas mucho más serias. Para empezar, una capacidad de negociación política extraordinaria. Sus grandes éxitos como empresario y los conocimientos, de relaciones y de todo tipo, que esa actividad le proporcionó, fueron una buena base de partida para ello. Pero la política no es igual que los negocios, aunque se parezca en algunas cosas. Y que Trump fraguara un arco de alianzas tan amplio y poderoso, en dinero y apoyos políticos de toda suerte, como para conquistar la nominación republicana, primero, y la presidencia, después, es un dato crucial para entender qué clase de personaje tenemos delante y para concluir tajantemente que es todo menos un patán o un payaso.

Porque esas cosas las logra uno mismo y nadie más, por mucho que le apoyen sus asesores. Negociando, es decir, ofreciendo y aceptando, pero también convenciendo al que está del otro lado de la mesa de que le conviene que ese tipo de inefable tupé amarillo termine mandando. Sea un gran empresario, el líder de un sindicato o la fuerza viva de un estado. Trump ganó porque consiguió eso.

Por otra parte, ¿tiene algún sentido ridiculizar desde España las maneras de un norteamericano, y más si éste es derechas? ¿Hay algo más opuesto a cómo se comporta en público un español, de cualquier nivel social, y su homólogo norteamericano? ¿Algún conciudadano nuestro haría el ridículo como, desde nuestro punto de vista, hacen los hombres y mujeres que salen en las películas y en las series USA en sus relaciones con los demás, a la hora de hablar de la patria o de Dios? Son sus maneras, no hay que darles más importancia de la que tienen, con sus tradiciones que las explican. No conviene sacarlas de contexto.

No hay duda de que Trump ha metido más de una vez la pata desde que ha llegado a la presidencia. Pero en lo sustancial no se ha salido un ápice de su guion. Sobreactúa porque necesita seguir apareciendo como alguien distinto del común de los políticos norteamericanos, porque los que le votaron, una gente bastante particular, por cierto, sólo le seguirán apoyando si aparece como un rebelde que no se casa con nadie, y menos con la parte del establishment político, financiero y mediático que acaba de derrotar.

Sabe que pasará aún bastante tiempo hasta que pueda hacer lo que ha prometido a esa gente, la clase media postergada sí, pero también la derecha social sin más, la que quiere menos impuestos, menos gastos sociales y menos inmigrantes. Y a falta de inversiones y creación de puestos de trabajo en las zonas en declive, buenos son los tuis y los desplantes a Angela Merkel o a quien se ponga por delante.

Los analistas de los grandes periódicos, que no los del Wall Street Journal, que está a todas con Trump, dicen que el mundo financiero internacional está bastante parado porque no sabe qué va a hacer en concreto el presidente norteamericano. Cómo va a implementar su anunciado proteccionismo -y Europa, España incluida, tiembla ante eso- qué va a hacer con el muro y las relaciones con México y Latinoamérica, cómo va a articular el inevitable enfrentamiento con China, hasta donde va a llegar su entendimiento con Vladimir Putin una vez que pase el temporal político de los supuestos favores que los rusos le hicieron durante la campaña, que seguramente pasará.

Sólo ha concretado una pequeña parte de todo eso. Lo más inquietante hasta ahora es el formidable aumento del gasto militar, que celebran la poderosa industria armamentística y buena parte de sus votantes. Muchos de los cuales son los mismos que se entusiasmaban con las guerras de Bush. Pero pueden venir cosas aún peores. Porque Trump no es un personaje que produzca risa. Sino que da miedo.

Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

Autores

Etiquetas
stats