Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
El concejal y la funcionaria de Chamberí que negaron licencia de obras a la pareja de Ayuso acabaron fuera de sus puestos
El PP de Feijóo cierra filas con Isabel Díaz Ayuso
OPINIÓN | '¡No disparen al periodista!', por Raquel Ejerique

Deja dormir a tu hijo adolescente toda la mañana: no es consentirle, lo necesita

Alumnas y alumnos en una clase.

Patricia Gea

Al hablar de sueño siempre ponemos el foco en el descanso de bebés y niños (y es importante). Pero es el descanso de los adolescentes el que más debería preocuparnos, ya que es la única etapa de la vida en la que los ritmos del sueño cambian. Lo hace por una cuestión puramente física. Así que si tu hijo adolescente no quiere dormir antes de las doce de la noche y madrugar le supone un esfuerzo tremendo, no es porque sea vago o desobediente, es que el cuerpo se lo pide.

El descontrol hormonal que sufren durante este periodo es clave. La producción de melatonina (que regula los ciclos del sueño) se retrasa dos horas en la adolescencia, por lo que la sensación de sueño no aparece hasta después de las doce de la noche. De acuerdo con la Academia Americana de Pediatría, esta alteración se mantiene desde los 12 años hasta los 20, aproximadamente. “Y no sólo es el horario, también aumenta el número de horas que necesitan dormir: entre 9 y 10; mientras que a un adulto o a un niño le llega con 7”, añade Jesús Martínez, pediatra asociado al Colegio de Médicos de Madrid.

El último informe publicado por la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria recoge que el 75% de adolescentes españoles reconoce que necesita dormir más todos los días. Pero no pueden. Los horarios escolares son la principal razón, según los expertos consultados, por la que arrastran sueño toda la semana. No se ajustan a sus ritmos biológicos; de media, las clases de secundaria en nuestro país comienzan a las 8 de la mañana. “Esto les obliga a levantarse dos horas antes de lo que deben, no rinden en el colegio y las primeras clases son desastrosas”, afirma el pediatra.

Si duermen una hora menos de la necesaria cada día, explica, llegan al viernes con una pérdida de sueño de cuatro horas. Y aunque hayan dormido ocho el día anterior, es como si hubiesen dormido sólo cuatro. Este fenómeno es conocido por los expertos como “privación crónica del sueño”, y el resultado es una somnolencia excesiva diurna que los chavales tratan de combatir con estimulantes que contienen cafeína, con lo que agravan su dificultad para conciliar el sueño en las horas adecuadas. No es la solución.

¿Debemos entonces dejarles dormir toda la mañana los fines de semana (si quieren)? “Sí, es lo recomendable porque, insiste, el sueño se acumula y llegado cierto momento, hay que reiniciar”. Juan Díaz-Morales, psicólogo diferencial y coautor del estudio La matutinidad/vespertinidad en la transición de educación primaria a secundaria, habla de “jet lag social” en estos adolescentes que siguen la costumbre de dormir poco los días de instituto y mucho los sábados y domingos.

Es comparable al jet lag del viajero cuando atraviesa varios husos horarios: la tendencia a la vespertinidad (marcada por el reloj biológico) entra en conflicto con el adelanto de la hora de entrar al instituto (fijada por el reloj social). La investigación en la que ha participado ha concluido que este fenómeno está relacionado con un peor rendimiento académico y cognitivo. “Una situación que se agudiza en el caso de las chicas, porque entran antes en la pubertad”, concluye.

Los móviles y ordenadores también roban el sueño

Si los horarios escolares les roban horas de sueño por la mañana, los dispositivos digitales lo hacen por la noche, y son la segunda causa que los expertos atribuyen a la falta de descanso en la pubertad. Aquí, de nuevo entra en juego la melatonina: la luz emitida por las pantallas inhibe la secreción de esta hormona porque mantiene al cerebro en estado de alerta. Algo que no sucede cuando lees un libro (al niño pequeño, de hecho, se le cuenta un cuento para relajarle) y se crea un ambiente de tranquilidad. La luz azul que desprenden le dice a nuestro cuerpo que no puede relajarse, y es imposible que aparezca la sensación de sueño justo después de apagarla.

El mal uso de los aparatos digitales tiene que ver, según un estudio elaborado por el Hospital Universitario Dexeus de Barcelona, con el cambio en la dinámica familiar que se produce cuando los hijos llegan a la adolescencia. “La gran mayoría de adolescentes dispone de un espacio para ellos solos, su habitación, donde normalmente tienen su ordenador, televisor, teléfono…”. El estar refugiados en este espacio, concluye, les lleva a desconectar de los horarios que se siguen en la casa para mantener un buen ritmo de vigilia. A ello hay que sumarle la rebeldía espontánea que caracteriza a la pubertad y que les hace rehusar de forma sistemática a todos los consejos que se les dan.

Trabajar sin descanso, una exigencia social

Hoy se relaciona a menudo el descanso con la falta de rendimiento. Numerosos estudios ya han demostrado que los hombres y mujeres contemporáneos están obsesionados con “aprovechar el tiempo”, entendiendo esto como una obligación de permanecer continuamente en activo. Una tarde de sofá nos hace sentir unos despojos. En este sentido, el sociólogo José Luis Barceló confirma que “la sociedad nos ha creado una ansiedad con eso de llegar muy lejos, que se confunde a veces con un esfuerzo mal entendido en el que se excluye el descanso”. “Dormir forma parte de nuestros ciclos vitales, como el comer, o el entretenerse, son necesarios para nuestra reposición, de lo contrario se ven afectados nuestra salud y rendimiento”.

La cultura del esfuerzo (mal entendida) tan arraigada en la población adulta lleva, en opinión de Barceló, a muchos padres “a introducir a los hijos el veneno de tener que hacer muchas cosas para prosperar. Se les atosiga con actividades extraescolares que pueden aportarles menos que jugar en la calle con sus amigos y, luego, descansar”. En este sentido, la Academia Americana de Pediatría concluía en un informe publicado en 2014 que el hecho de mantenerlos tan activos durante todo el día les ayuda a continuar despiertos cuando tienen que dormir.

Jesús Martínez pone como ejemplo “un coche que va muy acelerado y necesita un tiempo para detenerse del todo desde que se pisa el freno”. Si queremos que nuestro cuerpo sepa que necesitamos descansar debemos mandarle las señales adecuadas y crear una atmósfera de tranquilidad. Un sinfín de tareas, tabletas, móviles, ordenadores y televisores no contribuirán al sueño… Mucho menos a un adolescente con las hormonas del sueño revolucionadas.

Etiquetas
stats