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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Balas Blancas

Antonio Gómez Rincón

Hace unas semanas, la gente de la Asamblea Libertad para W. pusimos una mesa informativa, acompañando a Monique y Ferdinand en esta triste historia una vez más: la incautación de su hijo por las instituciones. Después de haber repartido cientos de panfletos, se me acerca una señora que se me presenta como trabajadora del Instituto Cántabro de Servicios Sociales (ICASS); dado que no mostró ningún documento que acreditase esa condición, le trataré en lo siguiente como presunta trabajadora del ICASS. Pues bien, esta persona me preguntó brevemente por el caso. Se lo expliqué a grandes rasgos: retirada del niño –que no menor– debido a varios ingresos hospitalarios continuados, sentencia penal en firme que señala que ni hubo maltrato ni negligencia por parte de los padres, conjunto de sentencias civiles que ignoran completamente esta sentencia penal y le bailan el agua al ICASS y al Gobierno de Cantabria. La presunta trabajadora del ICASS escuchaba atentamente y, entonces, me pregunta: “Y los padres, ¿están trabajando ahora mismo?”

Admito que la pregunta me desconcertó bastante; no me la esperaba. Ferdinand en este momento no está trabajando, está haciendo un curso. Monique, por su parte, está dedicada en pleno a la crianza de sus otros dos hijos. “Ah,pues entonces yo no se le devolvería. No hasta que encuentren trabajo”. Sí. Palabras textuales de la presunta trabajadora del ICASS. Me quedo de piedra. El razonamiento de esta señora resulta tan estúpido como descorazonador. Sin reflexionar, salto automáticamente: “¿Le retiraría los hijos a los millones de parados de este país?”. La señora niega con la cabeza y dice, una y otra vez, como si le hubieran dado cuerda: “Yo no se le devolvería”.

Éste es un ejemplo -uno más- de a qué se enfrentan Monique y Ferdinand a diario. Podría citar algún otro. Trabajadores del ICASS que, enfadados porque nos manifestemos en la puerta de su trabajo, gritan: “No sabéis lo que estáis haciendo”, pero que cuando les pedimos que nos den su versión agitan la cabeza, repitiendo una y otra vez la misma frase. Trabajadoras de servicios afines, que no del ICASS, que, cuando se les presenta la sentencia penal en firme, dicen: “Hay veces que las sentencias no hacen justicia”, de lo que se deduce que, según su concepción, el ICASS es arbitro más allá del bien y del mal. Altos cargos del ICASS gritando, en entrevistas sin público, que Ferdinand “no iba a volver a ver a su hijo en la vida”. Y la lista sigue.

Éste es el macabro juego al que Monique y Ferdinand se enfrentan a diario, al que nosotras, como Asamblea, les acompañamos y apoyamos en la medida de nuestras posibilidades. Este juego que, con las cartas marcadas, tienen que ganar si quieren recuperar a su hijo, reunir a su familia. Reunión que, sin duda, no estará exenta de complicaciones, pues lleva tanto tiempo bajo la responsabilidad -por llamarlo de alguna forma- del ICASS como en libertad, pues lleva más tiempo bajo el ICASS que en contacto con su propio padre. Un juego bañado de clasismo, racismo y una incompetencia suma (considérese el asunto del aceite de palma, que trato más adelante). Un juego que ignora el peritaje independiente -la lista de psicólogos y otros especialistas del sector que apoyan a Monique y Ferdinand va creciendo según se va conociendo el caso-. Un juego del que no es sólo cómplice la más rancia de las derechas, sino un importante sector de la izquierda. Y sé que esta acusación me puede traer más problemas que alegrías.

Lo explicaré con un ejemplo concreto: cuando iniciamos la recogida de firmas, hace aproximadamente un año, pasé unos días en Madrid, concretamente por la parroquia de Entrevías. La gente se peleaba entre sí por ver quién firmaba el primero; algunos se molestaban conmigo por mi exigencia (desde mi ingenuidad e inexperiencia en estos asuntos) de acompañar la estampa con un número de DNI. Nadie se leyó las sentencias, nadie quiso hacer un peritaje independiente: simplemente, comprendieron hace mucho que el Poder está corrupto a más no poder. Comprendieron que, ante los humildes, han de ser las instituciones quienes justifiquen la retirada del niño de sus padres, y no al revés. Ponerse del lado del indefenso, simplemente. Es una lección que han aprendido a base de que la policía machaque a sus chavales en comisaría.

Compañeras y compañeros de la izquierda cántabra no tardaron tampoco en repetir el gesto, es cierto. Pero rápidamente, comenzaron a pedir explicaciones. No hay problema. Lo hemos dicho muchas veces; ya que vamos con la verdad por delante, no tenemos problema en mostrar toda la documentación que tenemos a nuestra disposición; documentación que demuestra, sin género de dudas, que Monique y Ferdinand son inocentes de maltratar a W. y de negligencia para con su educación. Por cierto, esta documentación está disponible en el blog de la Asamblea. Pero todavía dudan. Todavía no he visto que ninguna de esas personas haya ido al ICASS a exigirle un sólo informe respecto al estado y la evolución de W. durante los años que ha sido privado del contacto familiar. Enrique de Castro, antiguo párroco de Entrevías, contaba que un policía en juicio dijo: “Para la policía todo el mundo es culpable hasta que se demuestre lo contrario”. Parece que no sólo sucede con la policía.

La razón de esta sintonía entre izquierdas y servicios sociales es lógica; los trabajadores de los servicios sociales siempre han apoyado y se han movido en un entorno de centro-izquierda, incluso en alguna ocasión siendo combativos -vamos a suponer que por pura convicción y no por corporativismo-. Enrique Martínez Reguera ha tratado algo de esto: la derecha considera que los niños son patrimonio de la familia; la izquierda considera que son patrimonio del Estado. La derecha neoliberal -y, en la práctica, la socialdemocracia y afines que les bailan el agua- ha cogido lo mejor de las dos: los niños ricos pertenecen a su familia, los niños pobres pertenecen al Estado. Y en esas estamos.

Hay una parte de la izquierda que piensa que la actuación de los servicios sociales con W. le salva de la maligna influencia de sus padres. Los servicios sociales son como el caballero en su corcel blanco: de ahí que acusaran a Monique y Ferdinand de envenenamiento por tomar aceite de palma. Hay una parte de la izquierda que sigue con planteamientos imperialistas propios del siglo XIX, que piensan que pueden arrasar con toda identidad como una apisonadora. Según esta interpretación, los servicios sociales, y el ICASS en particular, tendrían un poder mágico para generar tabula rasa a base de arrancar al niño de sus padres.

Una nota, para acabar. Recientemente, he oído decir que el caso tiene claroscuros. Por supuesto que los tiene. Oscura es la piel de Monique y Ferdinand que cruzaron medio mundo para mejorar su calidad de vida, como oscura es la piel de W., a quien no sólo le han robado su familia sino su identidad. Clara es la piel de aquella persona -no recuerdo el género- que acusó a Monique de envenenar a su hijo por darle aceite de palma; clara es la piel de las altas instancias de los servicios sociales; clara es la piel del Gobierno de Cantabria cómplice que hace oídos sordos a las demandas de la familia; clara es la piel de los jueces que hacen jurisprudencia; clara es la piel de esa izquierda parasitaria, que no revolucionaria. Pero, no nos olvidemos, clara también es la piel de cuantos formamos la Asamblea por la Libertad para W.; clara es la piel de cuantos nos han apoyado de forma incondicional. Quizá los de piel clara, en una España cuyas instituciones y movimientos sociales están dominados por personas de piel clara, tienen la capacidad de posicionarse y decidir; una capacidad que se les arrebata a los de piel oscura cuando llegan a la tierra de la libertad. Balas blancas para la oveja negra , cantaba Barricada.

Quien lea esto se habrá fijado en que no he dado el nombre de ninguna persona en concreto. No es porque no los sepa, no es porque la Asamblea no los sepamos. Es porque el objetivo de estos párrafos no es sacar los colores a nadie; es pedir que quien lea esto se mire al espejo un momento y, sabiendo todo esto, se plantee si no está siendo cómplice -aún por omisión- de la injusticia que están sufriendo Monique y Ferdinand, independientemente de su partido, de sus asociaciones, de su militancia. No pasa nada. El que escribe estas líneas, tiene que admitirlo, también fue cómplice durante unos breves instantes. Pero bastó mirarse al espejo, un momento nada más, para tomar la decisión adecuada para con Monique y Ferdinand.

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