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Las desigualdades sociales ya son el principal problema de salud pública

Protesta contra los recortes en el sistema sanitario.

Eduardo Azumendi

El lugar y el contexto en el que nacemos determina nuestra esperanza de vida”. Así de categórico se muestra Santiago Esnaola, médico epidemiólogo que forma parte del Departamento de Salud del Gobierno vasco. Según Esnaola, la esperanza de vida “ha mejorado de una forma espectacular en los últimos 40 años”, pero todavía “se siguen viendo claras diferencias entre las clases sociales”. Y pone el ejemplo de la diferencia en la media de esperanza de vida entre un barrio pobre y otro rico de Glasgow (Escocia). “La diferencia es abismal. En el barrio pobre la esperanza es de 54 años y en el rico de 82. Es decir, los habitantes del barrio rico tienen casi 30 años más de vida que en el barrio pobre”. “A medida que bajamos en la escala social, la salud empeora de forma sistemática”, advierte.

Esnaola ha participado en el ciclo ‘Salud comunitaria. El código postal es más importante que el código genético’ organizados en el marco de los cursos de verano de la Universidad del País Vasco. Según el epidemiólogo, existen más factores que determinan nuestra longevidad, por ejemplo, el nivel de estudios o el género. “La esperanza de vida crece notablemente a medida que aumenta el nivel de estudios”. Según ha explicado, del 2001 al 2006 los hombres alcanzaron 7,6 años más de vida, frente a los 5,8 años de las mujeres, favoreciendo en mayor medida a las personas con mayor nivel de estudios. “Si todas las personas que vivimos en el País Vasco tuviéramos la esperanza de vida de las personas con estudios universitarios, se pospondrían el 18% de las defunciones de las mujeres y el 20% de hombres, es decir, una quinta parte de los fallecimientos o, lo que es lo mismo, 10 defunciones diarias”.

“Hay grupos sociales”, ha puntualizado, “que desde el comienzo de su vida llevan una gran mochila que les impide alcanzar su máximo nivel de salud que va más allá de su código genético”. Estos impedimentos son “sistemáticos, socialmente evitables e injustos”. Este fenómeno, ha afirmado, sucede en todo el mundo con algunas excepciones: Noruega, Suecia y Finlandia. “En estos países se han llevado a cabo políticas para corregir el problema de la desigualdad de la salud desde una perspectiva más amplia en la que comprenden la importancia que tiene el gradiente que existe entre la población más rica y más pobre”.

El objetivo debe ser corregir los determinantes que generan situaciones de desigualdad en la población. Por eso, ha categorizado estos determinantes entre los “estructurales” y los “intermedios”. “Los determinantes estructurales son dictados principalmente por la política y por los actores económicos y sociales. Estos dos elementos determinan las políticas macroeconómicas, el mercado de trabajo y las políticas del Estado de Bienestar”. A este contexto socioeconómico y político se le suma los ejes de desigualdad que vienen dados por la clase social, el género, la edad, la etnia y el territorio fundamentalmente.

Además de los determinantes estructurales existen otros determinantes intermedios conformados por los recursos materiales de cada población como la vivienda y la situación material, el entorno residencial, los ingresos y la coyuntura económica, el trabajo doméstico y los cuidados y las condiciones de empleo y trabajo. “Estos dos grandes bloques de determinantes tienen más peso que la calidad de los servicios sanitarios. Por lo tanto, hay que darse cuenta que los servicios de bienestar han de ser intersectoriales y que deben fomentar la participación social y ciudadana, yendo más allá de la propia medicina”.

“Río arriba”

Junto a Esnaola ha participado en el curso Elena Aldasoro, médico especialista en Salud Pública y también perteneciente al Departamento de Salud del Gobierno vasco. Según Aldasoro, el sistema sanitario se ocupa de las personas que “se ahogan en el río, pero no tenemos tiempo para ir río arriba y analizar y ver qué ocurre ahí y por qué se ahoga la gente”. Según Elena, se trata de ir al origen del problema y de “no caer en el engaño de que los problemas se solucionan tomándose pastillas”.

Aldasoro ha expuesto algunos estudios en los que formó parte con Esnaola. Según ha explicado, las herramientas que han utilizado para medir el nivel de necesidad que tienen algunos grupos sociales han sido la estrategia de la ‘Evaluación de Impacto en Salud’, la más utilizada de todas; el ‘Análisis de la Lente de la Salud’, más ambiciosa que la anterior y que trata de hacer recomendaciones para eliminar los determinantes estructurales; y finalmente las guías, que pueden ser guías de urbanismo que plantean una arquitectura que facilite el acceso a diferentes espacios públicos (ambulatorios, parques, comercios, transporte público, etc.).

Como ejemplo del efecto que puede tener un informe de ‘Evaluación de Impacto en la Salud’, ha señalado el caso del barrio Uretamendi de Bizkaia. Los vecinos del barrio se quejaban de la gran cantidad de escaleras de la localidad, además de otros obstáculos que aislaban a los vecinos. “Hicimos un estudio cualitativo a través del cual hicimos recomendaciones de mejora para arreglar el mobiliario urbano como medio para lograr que los vecinos de Uretamendi tuviesen una mayor calidad de vida y mejor salud”.

Además de esto, Aldasoro ha explicado que “yendo un poco más arriba del río”, se ha propuesto un Plan de Salud de Euskadi al Gobierno Vasco donde desde el Departamento de Salud recomiendan “aunar fuerzas de los distintos departamentos del Gobierno” para lograr eliminar el obstáculo de los determinantes estructurales e intermedios. “En el Plan de Salud se incluyen cinco áreas: equidad y responsabilidad, personas con enfermedad, envejecimiento saludable, salud infantil y juvenil, y entornos y conductas saludables.

No obstante, Santiago Esnaola ha advertido que “el problema con este tipo de propuestas es que son muy frágiles en el sentido que dependen mucho de la legislatura”. Él ha puesto el ejemplo de Suecia, país donde “se hizo una labor muy exhaustiva para lograr ayudar a todos los afectados por la desigualdad de salud. Cuando cambió el Gobierno se cambió la metodología y actualmente no sabemos cómo es la actual política sueca”.

Entre las recomendaciones hechas por Esnaola destacan algunas consideraciones generales como “consolidar el compromiso político para reducir las desigualdades en la salud”, “adoptar políticas fiscales y de gasto social que reduzcan las desigualdades de renta”, “fomentar la participación de la sociedad civil” o “ofrecer condiciones de empleo y de trabajo adecuadas”. Otras concretamente en la infancia como “proveer una educación de calidad desde primaria hasta la secundaria, reforzando el sistema de educación pública” o “ampliar la cobertura de escuelas infantiles para niños y niñas de 0 a 3 años”.

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