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Defensa: menos recorte y más deuda

Un avión de última generación Eurofighter en Albacete.

Natalia Chientaroli

Madrid —

Ni cazas ni carros de combate, sólo el paso de unidades de a pie con unos 2.600 militares, 400 menos que el año pasado. El desfile de la Fiesta Nacional pierde sus principales atractivos para escenificar austeridad: costará cerca de un millón de euros, frente a los 2,8 millones de 2011.

Pero el gesto no esconde la polémica en torno al gasto en Defensa, uno de los ministerios que menos sufre el tijeretazo generalizado de los Presupuestos del Estado. Los recortes para 2013 en la cartera de Pedro Morenés, del 6%, están por debajo de la media, el 8,9%, y muy lejos de los ministerios más castigados, como Agricultura (-25,4%), Industria (21,3%) o Educación (-17,2%). Pero mucho más significativa es la cifra de 2012. Mientras todos los departamentos sufrieron importantes recortes, Defensa logró, a través de un truco -un préstamo de última hora- incrementar su partida nada menos que un 16,88%.

En un contexto de pérdida de prestaciones, copagos y evaporación de becas, no es extraño que la opinión pública mire con recelo las cifras destinadas a las Fuerzas Armadas. Ya en julio de 2011 una encuesta del CIS señalaba que el 36,2% de los españoles consideraba excesivo el gasto en Defensa. Una percepción que desmiente enérgicamente el ministro, que hace unos días aseguró en un coloquio que España gasta “muy poco e incumple sus compromisos internacionales”. “Las organizaciones recomiendan invertir un 2% del PIB y nuestro país no alcanza el 1%” (se queda en el 0,6%), explicó.

Sí es verdad que hay una merma de la inversión en Defensa -se redujo en un 28% desde 2008- lo que sumado a las restricciones presupuestarias para 2013 han llevado incluso al Jefe del Estado Mayor de la Defensa, Fernando García Sánchez, a sugerir en su comparecencia en el Congreso que a medio plazo se corre el riesgo de que las Fuerzas Armadas se conviertan en una organización “frágil y hueca”. En concreto, tres de cada cuatro de los 5.937 millones de euros que reciba el ministerio se irán a pagar nóminas, y la plantilla total de militares se reducirá en 3.500 efectivos. En cuanto a las misiones internacionales, se prevé gastar una cantidad “similar” a la de 2012, unos 766 millones de euros. De ellas se llevan la mayor parte Afganistán (442,9 millones) y Líbano (173). Y el capítulo de programas de modernización se quedará en 150 millones de euros, un tercio menos que el año anterior.

Pero no somos los únicos. Otros países europeos ya han aplicado la austeridad en materia de Defensa. En julio el ministro británico Philip Hammond presentó en la Cámara de los Comunes el plan Ejército 2020, que eliminará en ocho años 20.000 efectivos. Alemania también reducirá sus tropas un 20% e Italia ahorrará 26.000 millones de euros hasta 2014, eliminando un 10% de efectivos de sus Fuerzas Armadas.

España va un poco retrasada con la tijera militar. Pero tiene un plan sobre la mesa que, aunque no se ha hecho público, puede cambiar por completo el panorama. Visión 2025, que así se llama, eliminaría en los próximos años 20.000 efectivos –de un total de 130.000- y 5.000 de los 25.000 empleados civiles. Además, el programa incluye el cierre de bases aéreas y arsenales. Con todo, el gran problema español, también en esto, no son las reestructuraciones sino la deuda.

Presupuestos con trampa

Presupuestos con trampaEl Congreso aprobó a finales de septiembre (con los votos del PP y un diputado de UPN) un crédito extraordinario de 1.782 millones de euros para programas de armamento. En realidad, se trata de un dinero destinado a pagar la millonaria deuda que Defensa tiene con diferentes proveedores por el suministro de material militar de última generación. Aunque los vencimientos eran de sobra conocidos, no se habían incluido en los presupuestos de 2012, que en lugar de bajar un 8,8% terminaron subiendo, con esta partida 'tardía' y vía decreto, casi un 17% respecto al año anterior.

Para justificarlo, el ministro Pedro Morenés aseguró que era una forma de “recuperar la credibilidad”, y que “la industria de Defensa es necesaria y genera riqueza”. Él sabe de lo que habla. Cuenta con una dilatada carrera en empresas armamentísticas, y ha ocupado puestos de máxima responsabilidad en muchas ellas, incluida la presidencia en España de MBDA, uno de los mayores fabricantes de misiles del mundo. También fue consejero de Instalaza, que hasta 2008 fabricaba bombas de racimo.

El problema es que esta inyección de dinero apenas sirve para calmar a los acreedores e intentar renegociar la factura pendiente a medio y largo plazo, que ronda los 27.000 millones y que con intereses puede sumar hasta 37.000. Y no pagar no es una opción. Los contratos incluyen cláusulas de incumplimiento que significan el desembolso casi completo del monto adeudado. La solución pasa por intentar recortar los pedidos, aplazar las entregas o vender lo adquirido a terceros países.

¿Quién es el responsable de este desfase? Para la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, eran “compromisos adquiridos en 2010 y 2011”, en la etapa socialista, cuyo pago resultaba “ineludible”. Pero el tema viene de lejos. Muchos de esos encargos se hicieron bajo la dirección del popular Federico Trillo (unos 23.000 millones) y siguieron en la época del socialista José Bono (más de 3.000 millones). Y se negociaron al estilo de una hipoteca en plena burbuja inmobiliaria: en los primeros años (los de bonanza para las arcas estatales) las cuotas eran más reducidas, mientras que van multiplicándose con el paso del tiempo (llegan hasta 2025, aunque se confía en poder estirar el plazo hasta 2030).

En cuanto al estallido de la burbuja, no ha hecho sino empeorar la situación, ya que Defensa contaba con sacar tajada de la venta de terrenos y viviendas, un concepto por el que entre 2004 y 2007 se embolsó unos 500 millones de euros. En 2010 fueron 100.

Pero eso no es todo. Cuando se decidieron las compras de estos 19 sistemas de combate de última generación –que incluyen aviones, tanques e incluso fragatas capaces de integrarse en un escudo antimisiles- no se tuvo en cuenta un pequeño gran detalle: el coste que supone mantenerlos operativos. Entre 400 y 800 millones de euros anuales, según cálculos de fuentes ministeriales publicados el año pasado.

Bien mirado, no es de extrañar que el desfile de este año no incluya tanques ni cazas. Según las propias Fuerzas Armadas, puede resultar “inviable” la recuperación de unidades como el portaaviones Príncipe de Asturias o el 50% de los blindados y acorazados del Ejército, ahora de baja por falta de recursos para mantenerlos operativos.

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