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La lucha contra el frío de los niños desplazados por la guerra en Afganistán

EFE

Kabul —

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Niños desplazados por la guerra viven en precarias tiendas de campaña en Kabul, donde para combatir el frío del invierno sus padres les obligan a rebuscar entre la basura algo que quemar para calentarse en vez de enviarlos al colegio.

“Todos los días veo niños que van a la escuela para encontrarse con sus compañeros y profesores, mientras yo me tengo que levantar muy temprano con este frío y recorrer los basureros en busca de plástico y leña para calentarnos”, explica a Efe Asmail Khan Achikzai.

Achikzai, de 13 años, llegó con su familia a la capital afgana en 2012 procedente de la provincia norteña de Kunduz y desde entonces forma parte de los al menos 24.000 desplazados que, según la ONU, viven en Kabul en tiendas de campaña en 50 campamentos.

Otros desplazados internos, unos 425.000, se reubican sobre todo en provincias relativamente tranquilas del resto del país donde la influencia de los talibanes es menor que en sus lugares de origen, como Parwan (centro), Herat (oeste) o Mazar-e-Sharif (norte).

Los que optan por la seguridad de Kabul deben enfrentarse, sin embargo, a una nueva amenaza: el invierno, cuando la nieve, el frío y el barro son constantes en la ciudad y las temperaturas llegan a alcanzar mínimas de hasta 26 grados centígrados bajo cero.

En el hogar de Achikzai son una de sus hermanas y él los que se ocupan de recolectar material para evitar que su madre y otros cuatro hermanos enfermen por el frío, pues su padre no tiene tiempo para hacerlo al trabajar como porteador en un mercado de verduras.

“Me había apuntado a la escuela -explica Achikzai-, pero por culpa de la pobreza y el frío mi madre me obligó a abandonarla para recoger leña. Cuando veo a esos niños que van a clase me deprimo, porque sé que solo si voy al colegio tendré un futuro mejor”.

El padre de Achikzai, sin embargo, asegura que no le queda otra alternativa que mandar a sus hijos mayores a recoger leña, porque aunque pensaba que “podría llevar una vida normal en Kabul” la ciudad es muy difícil y nadie les ha ayudado.

“En los países desarrollados los niños tienen de todo, y no se les permite trabajar hasta que cumplan 18. Pero mis hijos y otros muchos deben trabajar para ayudar a sus familias”, dice el padre de Achikzai, que prefirió conservar el anonimato.

Qudratullah Khawasi, que huyó hace tres años con su familia a Kabul desde la provincia oriental de Laghman debido a la inseguridad y a la falta de trabajo, reconoce también que vive precariamente y confiesa sentirse arrepentido por haber abandonado su hogar.

“Dos de mis hijos están enfermos porque al quemar plásticos y papeles dentro de la tienda se genera mucho humo”, explica.

Según un informe reciente del ministerio afgano de Trabajo y Asuntos Sociales, unos 6,5 millones de niños trabajan en Afganistán para apoyar la economía familiar, tanto en fábricas o tiendas como en la recolección de leña o material de reciclaje en los basureros.

Otra de esos menores que se encargan de combatir el frío en su hogar es Sharifa.

“El mayor deseo” de esta niña de 10 años “es ir a la escuela con otros niños y jugar de vez en cuando en el parque”, aunque, muy a su pesar, debe recorrer los estercoleros en busca de material combustible.

“Me encantaría estar limpia y llevar un bonito vestido, pero mi rutina diaria va en contra de todo eso y lo único que pienso ahora es cómo llenar mi saco con algo que quemar para regresar a casa”, explica a Efe Sharifa.

Y sentencia: “mi destino lo ha escrito la pobreza”.

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