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La moción de censura y la consolidación política de Unidos Podemos

Pablo Iglesias, Alberto Garzón, Iñigo Errejón y otros diputados de Unidos Podemos aplauden a Irene Montero tras su intervención en el debate de la moción de censura

María Eugenia R. Palop

La moción de censura que ha presentado Unidos Podemos al presidente del Gobierno ha sido la escenificación de una rendición de cuentas democrática para la que el PP había clausurado todo tipo de salidas, usando y abusando de su poder gubernamental, condenando al Parlamento al ostracismo y a la asfixia, y retorciendo el funcionamiento de la democracia para ponerla al servicio de sus intereses partidarios. La moción ha servido también para abrir un juicio sumarísimo al Partido Popular por el modo en que ha degradado la vida política e institucional de este país, por su corrupción endémica, sus delitos y sus extorsiones, su autoritarismo, sus recortes, y la violación sistemática y programada de cuantos derechos tenemos reconocidos en el texto constitucional.

Con todo, lo más interesante que ha sucedido en estos días no ha sido esto. Lo más interesante es que Unidos Podemos ha logrado desmontar, al menos, dos relatos pretendidamente hegemónicos que se han mostrado tan débiles como falaces.

El primero lo verbalizó torpemente Rajoy con su infeliz trabalenguas. Acorde con su fabulado imaginario, a Unidos Podemos solo le va bien cuando a España le va mal, de manera que su victoria electoral sería una pésima noticia para todos, y, a sensu contrario, el hecho de que sea el PP quien gobierne no solo es una muestra de que a España le va bien sino que su permanencia en el poder es una garantía de estabilidad y crecimiento para todos.

Claramente, lo que Rajoy quería decir, de forma confusa y trastabillada, es que Podemos ha sido únicamente el fruto de una reacción episódica y pasajera de la ciudadanía indignada frente a una crisis económica coyuntural cuyo final está cerca (una interpretación que comparte con Susana Díaz, a juzgar por sus sabias palabras sobre el 15M). Mantengan la calma, que este es solo un circo mediático de cuatro gatos que han alunizado desde la periferia para manchar nuestra alfombra de barro, y nosotros, los de siempre, lo tenemos todo controlado, todo atado y bien atado.

Sin embargo, aunque le pese al Partido Popular, la cosa se le ha ido de las manos, porque lo que ha quedado claro con esta moción de censura es exactamente lo contrario.

Lo que ha quedado claro es que estamos frente a una crisis sistémica, del sistema de partidos y de los partidos que lo componen; una crisis estructural, no solo económica, ni mucho menos transitoria, que está especialmente vinculada a la putrefacción del mismísimo código genético del Partido Popular. Un partido cuyos ancestros, tal como señaló Carlos Prieto del Campo en este magnífico artículo, están anclados directamente en una guerra civil que han considerado siempre inevitable, y en la dictadura militar franquista que no han condenado, y en cuyo regazo se amamantaron sus huestes. Es más, el Partido Popular podría conectarse, incluso, con el bloque social hegemónico surgido de la Restauración, como, de hecho, mostró magistralmente Pablo Iglesias en su alocución parlamentaria.

El Partido Popular es biológica e históricamente rentista, extractivista, guerracivilista, corrupto y autoritario, y jamás ha renunciado ni al franquismo ni al magma de relaciones al que dio lugar. Y si algo ha quedado claro en esta moción de censura es que la crisis sistémica que sufrimos tiene mucho que ver con la podredumbre de ese magma que el PP ha encarnado y reencarnado durante años. De manera que ni Podemos, ni Unidos Podemos, son formaciones caprichosas y anecdóticas, sino más bien la prueba evidente de que estamos frente a un cambio radical de época; la de la España en marcha, esa España que bosteza y que es, sin ninguna duda, una España sin el Partido Popular.

El segundo relato que se ha demostrado falaz ha sido el que ha mantenido el Partido Socialista en estos últimos tiempos. Afectado también por la crisis de régimen, el PSOE ha sufrido varios transformismos, en su mayor parte traumáticos y profundamente corrosivos. En estos días, el PSOE ha afeado a Unidos Podemos no haber formado gobierno en la anterior legislatura, obviando el testimonio del mismísimo Sánchez, que reconoció abiertamente las presiones internas y externas que había recibido para alejarse de Podemos y las confluencias, y para aceptar, finalmente, el fraude electoral que Ciudadanos le proponía.

Obviando también que este Sánchez es un Sánchez resurrecto, al que sus propios compañeros (esos de los que Ábalos está tan orgulloso) asesinaron a plena luz del día con premeditación y alevosía, solo por no someterse a los dictados del ancien régime. Obviando los tejemanejes de la costurera andaluza, felizmente derrotada, después de haber logrado, gracias a la extorsión y al miedo, más avalistas que votantes. Obviando, finalmente, que ha sido precisamente la negativa de Unidos Podemos a formar gobierno lo que ha permitido al PSOE cabalgar sobre la España que nace, y no la que muere, que era la España que reservaba para ellos un susanismo parroquiano y miope.

En fin, el PSOE que hoy representa Sánchez es un PSOE bien diferente al que prefiguraba la anterior legislatura, como también es distinto Pedro Sánchez, tal como él mismo ha reconocido sin ningún problema. Hoy el PSOE se reclama de izquierdas y plurinacional, sin paliativos, y esto es algo que no sucedía en la anterior legislatura. De forma que es ahora cuando se dan buenas condiciones para articular una alternativa progresista al Partido Popular, sin necesidad de la muleta tempranamente avejentada que representa Ciudadanos, precipitado ya de forma irreversible hacia el pasado y su pronta volatilización.

No tiene sentido, pues, que se insista en que esta moción no era oportuna cuando todos sabemos que nunca existió la oportunidad real de echar al PP y a sus adláteres, y que esa oportunidad no se dio porque el PSOE hoy periclitado marcó una férreas líneas rojas desde el sur. El Sánchez de hoy es, en buena parte, el fruto de la negativa podemista a la formación de un gobierno socioliberal frente al que el PSOE había decidido claudicar.

Así que, a la vista de lo que ha sucedido en las Cámaras durante este último Pleno, de las forzadas intervenciones de Rajoy, de la violencia y la agresividad que ha mostrado la decadente bancada del Partido Popular, de las aburridas actitudes chulescas e insultantes, y de las flatulencias venezolanas de un Rafael Hernando claramente derrotado, hiperventilando hasta la náusea para cubrir las vergüenzas de su partido, no se puede sino concluir que la moción de censura ha sido un éxito rotundo en términos políticos y estratégicos.

Unidos Podemos ha demostrado que no es una minoría menguante y anecdótica, digna de adoctrinamientos y paternalismos. Esta moción de censura ha puesto en órbita a un grupo parlamentario que se ha mostrado maduro y sobradamente preparado; ha sido una bomba de oxígeno para un Partido Socialista salvado por la campana; y ha firmado el acta de defunción de un hediondo Partido Popular, situado ya definitivamente en el lado más oscuro de la historia de España.

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