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¿A qué juegan?

Mas y Rajoy dejan pasar el tiempo sin molestarse a celebrar una reunión.

Rosa Paz

Hace meses que se asiste con asombro a ese tonto espectáculo representado por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y por el presidente de la Generalitat, Artur Mas, a esa cosa adolescente de “no, llámame tú”, “no, anda, mejor tú”, que desemboca, por un lado, por el de Rajoy, en el inmovilismo y, por otro, por el de Mas, en un callejón sin salida. Porque a día de hoy parece que tanto Rajoy como Mas, los dirigentes de los partidos que ellos dirigen y los del resto de las fuerzas políticas, son más que conscientes de que el polvorín catalán puede estallar este otoño, si antes no se sientan a dialogar para tratar de impedirlo.

En los corrillos políticos hace ya tiempo que se habla de esa “agenda caliente” de Cataluña, que comenzará con la Diada del Tricentenario -la conmemoración del 11 de septiembre de 1714 cuando Barcelona cayó ante las tropas borbónicas de Felipe V- y tendrá su colofón en la convocatoria por la Generalitat de la consulta para el 9 de noviembre. Algunos dirigentes políticos, de aquí, de Madrid, barajan la posibilidad de que el 11 de septiembre salgan a la calle “dos o tres millones” de catalanes y que la previsible prohibición de la consulta por el Tribunal Constitucional pueda producir una tensión de tal calibre que, los más pesimistas, ven incluso el riesgo de una sublevación popular con ocupación de plazas, aeropuertos, etcétera. Cierto que se manejan múltiples escenarios que van desde lo peor, esa rebelión, a los que aún confían en que Mas, Rajoy, Felipe VI o la Unión Europea tengan un conejo en la chistera y, por arte de magia, arreglen las cosas y se pueda respirar después cómo si aquí no hubiera pasado nada.

Pero pasan cosas. Tanto que los mismos que suspiran en privado porque el nuevo rey impulse un pacto para resolver el problema catalán se muestran incapaces de dar un paso para intentarlo. Así, estos días, se vuelve a escuchar al presidente del Gobierno español -que hace ya tiempo debería haber propuesto una vía alternativa a la tensión independentista- decir que si Artur Mas le llama “mañana mismo, mañana mismo” le recibe y al presidente de la Generalitat asegurar que él ya le ha dicho a Rajoy que “para vernos solo hace falta que me convoque”.

Parece cosa de chiquillos, pero deben saber que juegan con fuego y que es su responsabilidad, la de ambos, resolver los problemas en lugar de generarlos. Sin embargo, mientras Rajoy parece no entender que la pulsión independentista catalana es cada vez más fuerte, Mas da muestras de no ser consciente de que está llevando a Cataluña al borde del precipicio con su empeño en celebrar una consulta ilegal. Vale que él ya no controla el proceso, que le han sobrepasado ERC y la Asamblea Nacional Catalana, pero a lo mejor por eso debería pararse a pensar qué hacer. Porque no parece que pueda haber una solución que no sea consensuada entre los dos gobiernos y las principales fuerzas políticas españolas y catalanas. Como no parece ya que pueda haber una salida que no pase por algún tipo de referéndum en el que los ciudadanos catalanes se puedan expresar.

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