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La merde parisienne

Maruja Torres

Se me fruncen los filetes mignon al comprobar con cuánta exactitud el ex ministro Wert, durante su inolvidable mandato, cumplió con la misión que le adjudicaron de conducir la Enseñanza Pública tan atrás como, por poner un ejemplo de mala sangre fresca, el lugar histórico, ético y estético que ocupan los mozos de Tordesillas, con su alcalde a la cabeza y Pedro Sánchez al capote (siento tener que escribir esto último, que conste, pero los votos de la brutalidad nunca faltan: sobran, todo futuro buen gobernante tiene que saberlo. Eso es lo que marca la diferencia).

Parte del país pena por mejorarlo desde abajo, y el activismo se esfuerza por el bien común, y muchos se mesan el alma intentando que brote algo de luz en mitad de tanta ansia de tinieblas y de tanta culpable incompetencia. Y he aquí que, a lo tonto, a lo más tonto que nunca, nuestras criaturas malgastan su tiempo y atontan sus entendederas estudiando Religión en las aulas de las escuelas públicas y en las concertadas, que pertenecen casi todas a curas y monjas. Coño, puestos a contarles cuentos, cuánto más instructivos serían los de Perrault o los de Hans Christian Andersen, aunque desde luego no en la Versión Ana Botella.

Así, mientras el actual embajador español ante la OCDE y su señora evolucionan (término-metáfora que sirve lo mismo para el baile que para el mariposeo social) en los salones de París, nuestra infancia involuciona memorizando temas fundamentales en su adiestramiento para la vida, tales como la virginidad de la santísima trini y el vinagre de la lanza del profeta. Y no olvidéis aquello sobre lo que informó este diario cuando por fin se supo cómo había redactado la Conferencia episcopal su asignatura:

“Los nuevos contenidos incluyen los rezos como estándares de aprendizaje evaluables para los alumnos. En concreto, en 1º de Primaria (seis años) se valorará si el niño ”memoriza y reproduce fórmulas sencillas de petición y agradecimiento“. En 2º se cita como objetivo: ”Expresa, oral y gestualmente, de forma sencilla, la gratitud a Dios por su amistad“.

Les están enseñando fe ciega, les están enseñando sumisión.

Puede –es muy de desear, y algo por lo que luchar– que estas figuras rancias que han decidido nuestro retroceso queden desdibujadas tras las elecciones de las próximas Felices Pascuas, y que el tordesillismo político que nos ha sacudido en los últimos años sea finalmente jibarizado, al menos, a su tercio. Pero hay tanto que hacer y, sobre todo, hay tanto que deshacer, hay tanto que exigir a quienes accedan al poder y puedan trabajar en ello con nuestros votos, que las noches deberían convertirse en días para duplicar el provecho.

Empezó el curso, pues, con muchos deberes por delante. Y, de nuevo, con tufo a sacristía en las aulas.

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