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Cuando nadie paga a los periodistas

Imagen de archivo de un cámara

Pascual Serrano

El periodista freelance Hibai Arbide Aza, de origen español pero radicado en Atenas, desde donde colabora como corresponsal con el canal de televisión Telesur, tuiteaba el pasado 24 de julio dos propuestas que le llegaron por mensaje directo a su cuenta de Twitter durante los graves incendios declarados en Grecia. Transcribo textualmente las conversaciones que difundió Hibai Arbide mediante capturas de pantalla:

- Hola Hibai, soy X de Telecinco, del programa de Ana Rosa. Nos gustaría contactar contigo para que nos contases cómo se está viviendo todo. Puedes pasarme tu teléfono personal?

- ¿Cuánto pagáis?

- No pagamos, lo siento, solo sería una conversación por skype.

- Eso que llamáis “solo una grabación” es mi trabajo de corresponsal y no trabajo gratis.

La otra conversación es la siguiente:

- Buenos días Hibai! Contacto contigo de parte de X, emisora de radio catalana, porqué estamos buscando a algún catalán/español (a poder ser periodista como tú) para que nos informe, en antena, sobre los incendios de Atenas. Nuestro programa es de 16h a 19h y entrarías al principio de todo, a las 16h. Espero tu respuesta, muchas gracias!

- No he entendido bien ¿pedís una crónica pagada a un periodista, o un testimonio sin pagar?

- Hola buenas! Era para tener un testimonio, pero ya hemos encontrado otro testimonio, muchas gracias igualmente.

- Para la próxima, si buscáis periodistas pagad.

Otro periodista freelance en Túnez, Ricard González, cuenta que desde Telecinco, con motivo de un atentado en 2015, le llamaron, le grabaron la conversación sin su permiso y luego la emitieron en el noticiero como si fuera su enviado.

Resulta muy habitual que los medios llamen a algún periodista, más o menos cercano al lugar de los hechos, insinuando que solo quieren una opinión personal o un comentario cuando en realidad lo que están es ahorrándose en corresponsal o enviado especial. Muchos estamos acostumbrados a que, cada vez que sucede en España un acontecimiento de relevancia internacional, nos llamen de algunos medios latinoamericanos, según dicen, para recoger nuestros comentarios, no les importa que el hecho suceda en Madrid y uno se encuentre en Barcelona o Las Palmas. Las audiencias escuchan a alguien que está en el país (no necesariamente en el lugar de los acontecimientos) y lo asocian con una cobertura periodística de los hechos. Y no se trata de medios comunitarios o pequeños medios locales, sucede incluso con radios públicas estatales que, de esta forma, se ahorran el gasto de corresponsales o enviados.

Ya hoy va siendo muy extraño que un medio elija un periodista, le pague el viaje y los gastos y lo tenga cubriendo un determinado acontecimiento en un lugar lejano. Eso, que parecería lo lógico y siempre lo fue, hoy es casi ciencia ficción. La realidad suele ser diferente y con toda una diversa casuística en la que no suele entrar el caso del medio que paga dignamente al periodista y cubre sus gastos. Hay medios, e incluso profesionales a título personal, que organizan un crowdfunding en Internet para recaudar fondos con los que viajar y escribir sus reportajes. Por ejemplo, convocan un crowdfunding durante tres meses para conseguir entre 600 y 1.400 dólares que cuesta un reportaje de investigación. Lo paradójico es que se necesita más tiempo -y probablemente más esfuerzo- para conseguir el dinero que para hacer el reportaje. Eso sin contar todo el trabajo por conseguir fondos para reportajes que no lograron la ayuda necesaria.

En otras ocasiones, los gastos de los periodistas son cubiertos por asociaciones y colectivos que organizan algún evento. El mercantilismo imperante en el periodismo ha provocado que todo contenido informativo que no sea negocio o interés político quede fuera de objetivo. La Marcha Mundial de las Mujeres denunciaba en Mali que, además de pagar para que los medios fueran a cubrir determinada actividad, hay que ofrecer alimentación y transporte a los profesionales de la prensa. Yo mismo pude escribir varios reportajes y entrevistas desde Gaza porque viajé con parte de los gastos cubiertos por la Asociación Internacional de Juristas Demócratas o desde el Sáhara gracias a los organizadores del Festival Internacional de cine del Sahara. Se trata de reportajes que, en el caso de la prensa escrita, nunca se pagan por encima de los 150 euros, es imposible que cubran los gastos si no encuentras alguien que los asuma. Cada vez más encontramos en nuestros países reportajes que se hacen con el presupuesto de las ONG para el desarrollo que cubren los gastos de enviados especiales a un país. Si esas organizaciones no desviasen un dinero -que debería ser para el desarrollo- ningún medio aceptaría destinar gasto alguno a los periodistas para informar de esos acontecimientos. Estamos ante una grave irregularidad periodística porque el resultado es que un acontecimiento será noticia o no en función de que alguien -que no es el medio periodístico con un criterio profesional- haya pagado los gastos y honorarios del periodista.

La precariedad del periodismo y la naturalidad con la que se asume es tremenda. Son numerosos los medios que sistemáticamente no pagan a sus redactores ni a sus columnistas de opinión. Numerosos y de todo el espectro ideológico. Unos porque los explotan laboralmente, otros porque apelan a su simpatía ideológica y otros escudándose en que están comenzando a andar. Es habitual ese razonamiento de que se trata de una cooperativa de periodistas que, como acaba de nacer, por ahora no pagan a los colaboradores, quizás más adelante cuando se consoliden puedan permitirse pagarles. Ninguna cooperativa de fontaneros diría a un fontanero externo que a él no le pagan porque de momento los ingresos se los guardan para los cooperativistas accionistas, más bien al contrario, los primeros pagos son para los profesionales externos y los accionistas son los que asumen el trabajo gratuito a la espera del éxito del proyecto.

Sin duda las audiencias y los lectores tienen también responsabilidad en lo sucedido. La saturación informativa y el concepto de que tenemos derecho a estar informados hace olvidar que la buena información alguien la debe pagar. El desprecio de gran parte de la ciudadanía al valor del trabajo periodístico y, por tanto, a su pago, bien directo o indirecto, ha provocado que nos encontremos con un producto absolutamente depreciado en su valor de cambio. Los medios no pagan viaje, gastos y honorarios a un periodista para enviarlo a Gaza o Siria porque los ciudadanos no son conscientes del valor y el coste de un reportaje in situ desde esos lugares. O vamos reconociendo y apreciando el valor de esas informaciones y reportajes o solo seremos testigos de las noticias que tengan detrás un interés que nada tenga que ver con el periodismo.

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