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Del niño de Félix al chaval del móvil

El divulgador Félix Rodríguez de la Fuente / Fundación Félix

José Luis Gallego

Una de las principales trabas a la conservación de la naturaleza es el desencuentro con los jóvenes. Salvo maravillosas y esperanzadoras excepciones, la inmensa mayoría de ellos no sale al campo ni muestra interés por lo que le sucede. Y eso es un riesgo para nuestro futuro como especie.

Porque si avanzamos en ese desencuentro, si seguimos distanciándonos de la naturaleza, generación tras generación, quizá llegue el día en que pensemos que podemos prescindir de ella, y ese día estaremos perdidos.

Por eso es necesario propiciar urgentemente el encuentro de la naturaleza y nuestros jóvenes. Arrancárselos de los brazos a la tecnología y llevárnoslos al campo, fuera de cobertura, para que sientan y admiren lo mucho que nos queda por conservar y se comprometan a ello. Porque la naturaleza sigue teniendo un gran poder de atracción para nuestros jóvenes.   

Es muy difícil explicarles una mariposa, un hayedo o una golondrina, sin embargo cuando entran en contacto con ella, cuando descubren las bellezas de la naturaleza, suelen caer en el hechizo. Se les activa la memoria atávica, esa que permanecía en su interior aplastada bajo toneladas de adicción a la inmediatez, y se convierten en sus defensores. Sé de lo que hablo.  

Pertenezco a una generación de chavales que quedó fascinada por la naturaleza gracias a uno de los personajes más célebres de su tiempo. Un divulgador ambiental que, como un bienintencionado flautista de Hamelín, nos sacó a todos al campo para mostrarnos su belleza y motivarnos a conservarla, algo a lo que muchos hemos dedicado la vida entera. Me refiero al Dr. Félix Rodríguez de la Fuente.

De aquellos niños de Félix a estos chavales del móvil media mucho más que una generación de distancia. Es bueno que cada tiempo tenga sus propios referentes. Sería absurdo, además de inútil, que una generación pretendiera imponer los suyos a la siguiente. Pero es que los niveles de desapego y falta de interés que muestran nuestros jóvenes por la naturaleza son preocupantes, incluso empiezan a ser insanos.

Para algunos especialistas en psicología ambiental esa falta de contacto con la naturaleza está dando lugar a una alteración denominada “Trastorno por Déficit de Naturaleza” (NDD por su acrónimo en inglés: Nature-Deficit Disorder).

Un trastorno del comportamiento, que se manifiesta con un aumento en los niveles de irritabilidad, estrés o ansiedad, falta de concentración, desánimo y alteraciones para conciliar el sueño (entre otros desordenes) resulta cada vez más frecuente entre los niños y jóvenes que pasan la totalidad de su tiempo en un entorno urbano, absortos en la realidad virtual a la que acceden desde sus dispositivos electrónicos, sin entrar en contacto con el medio natural ni realizar ninguna actividad al aire libre.

Parece como si con cada avance tecnológico nos estuviéramos alejando un poco más de la naturaleza. Algo que para muchos además de inevitable no tiene porque ser forzosamente malo. Pero a quienes nos sentimos íntimamente ligados a ella, ese alejamiento nos genera una gran incertidumbre y sobretodo una profunda pena. Por eso intentamos propiciar el encuentro.

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