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La explosión de contagios eleva los fallecidos con COVID-19 en Euskadi al nivel más alto desde la primera ola

Una ambulancia, en la residencia de Vitoria donde se produjo el primer fallecimiento con COVID-19

Iker Rioja Andueza

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Hace semanas -quizás meses- que los datos de mortalidad de la COVID-19 en Euskadi han pasado a un segundo plano. Un ejemplo: este lunes la comisión de Salud del Parlamento Vasco ha celebrado una sesión de más de dos horas sin que la consejera Gotzone Sagardui haya mencionado los datos de fallecimientos en su intervención inicial o la oposición haya preguntado por ellos en ningún momento. Se ha hablado del pasaporte COVID, del deporte escolar, de los hospitales y ambulatorios, de los colegios, de los antígenos y de las PCR e incluso de las protestas negacionistas, pero no de los decesos. Sin embargo, a los pocos minutos de terminada la comisión se han conocido 172 nuevos decesos (36 pendientes de notificar del 7 al 13 de enero y 136 más del 14 al 20). Juntas, son las dos semanas con más casos en más de un año, es decir, desde que llegaron las vacunas. Y, finalmente, el 10 de enero hubo 30 muertos (el dato inicial antes de los ajustes era que se produjeron 28) y es, con claridad, el día con más decesos desde el confinamiento. La media diaria en este arranque de año triplica la de 2022.

A expensas de la rueda de prensa de cada martes sobre la situación epidemiológica, el equipo de Sagardui no hace una valoración sobre esta situación tras la consulta de este periódico. El mensaje lanzado este lunes es que se ha producido un “cambio de tendencia” y que la incidencia ya cae, aunque de manera “lenta” y aunque se mantenga en niveles muy elevados. Sobre los hospitales, se destaca la caída en el número diario de ingresos nuevos (próxima al 20% respecto a la semana anterior, según los cálculos de este periódico, y del 25% según Sagardui) pero otro dato real es que la ocupación es ligeramente más alta que el jueves pasado, el último día con referencias. También aquí los niveles son los más altos desde la primera ola, aunque en la UCI la situación ha estado un poco más controlada y hubo más ocupación, por ejemplo, en ola posterior a la Semana Santa de 2021.

En datos, en lo que va de 2022 -hasta el pasado jueves- han fallecido 316 personas con COVID-19, casi 16 de media al día. Es tres veces más que la media de 2021 y también está por encima de los 10 de media de 2020 (sin contar los meses de enero y febrero). El máximo de fallecidos el pasado año en 24 horas fue de 23 y el tope en la pandemia llegó a 51, con una primavera con los peores registros de muertes de todo tipo (índice MoMo) desde que hay datos, es decir, desde 1975. Y precisamente desde abril de 2020, en pleno confinamiento, no había habido una jornada con lo que técnicamente se conoce en la jerga hospitalaria como 'exitus letalis'. Si se mantiene la media de letalidad, enero de 2022 podría convertirse en el mes con más fallecidos con coronavirus desde la primera ola por encima de noviembre de 2020, el último pico antes de la llegada de las vacunas y un momento con más mortandad que en marzo de 2020, aunque siempre se ha estimado que el desconocimiento del nuevo virus pudo hacer que algunos casos no quedaran debidamente registrados. Solamente en las residencias de Bizkaia, por ejemplo, se calculó en 34 los decesos sospechosos adicionales.


Euskadi: la mortalidad durante la crisis del COVID-19 vs todos los años desde 1975

Muertes en cada semana de cada año desde 1975 hasta la actualidad. En negro, la media de 2000 a 2019. Los datos de 2019 y 2020 están infraestimados ya que solo incluyen al 93% de la población con registros informatizados y pueden presentar retrasos en las notificaciones


Ugo Mayor, de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y que desde el inicio de la pandemia ha realizado un seguimiento estadístico muy exhaustivo de los datos, asegura que este repunte era “superprevisible” porque es consecuencia directa del incremento de la positividad entre los mayores, particularmente entre las personas de 80 años en adelante. “No suben tanto las muertes en proporción como cuando los contagios eran por otras variantes. Se nota que ómicron parece que es más leve en ese sentido. Funcionan también las dosis de refuerzo. Pero como se ha dejado que haya miles y miles de contagios, esto es casi irrelevante estadísticamente. Se veía venir”, explica.

Este lunes, la tasa de incidencia en mayores de 65 años marcaba 2.500 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días. Para nonagenarios sube a más de 4.000 puntos. La caída de pruebas y la reducción del rastreo han hecho que las tasas se desplomen en general, pero sí se mantiene un seguimiento más estrecho en mayores de 70 años y ahí la bajada no es tan acusada. Marca porcentajes de entre el 11% y el 19% en la última semana, lejos de valores por encima del 40% en otros tramos de edad. Mayor asegura que, al menos en estas edades, la incidencia está en una “meseta” y recuerda que “no ha habido nunca valores tan altos”, por lo que seguirá habiendo un volumen elevado de fallecimientos en las próximas semanas. Este martes se actualizará la situación en las residencias pero ya la semana anterior se vio un salto de seis a doce decesos en una semana en un contexto en que hay más brotes que nunca en estos centros de mayores.

En Euskadi, los muertos totales son 5.392 (5.395 según el dato del Ministerio de Sanidad). Son el 0,96% de los 558.138 casos positivos confirmados hasta este lunes y el 0,24% de la población total. En residencias han muerto 1.131 de todos ellos, según las estimaciones de este periódico. Por edades, tres eran menores de 20 años -un niño de menos de 10 años ha muerto en enero-, cinco veinteañeros, 17 treintañeros y 57 cuarentañeros. Los quincuagenarios fallecidos han sido 154 y los sexagenarios 436. Los porcentajes altos de riesgo se dan de los 70 para arriba. Han perdido la vida 1.058 septuagenarios, 2.159 octogenarios y 1.468 nonagenarios o centenarios. Para éstos últimos, contraer el Sars-Cov-2 supone un 19,5% de probabilidades de fallecer ahora mismo. En esta ola ha bajado del 25% por vez primera en toda la pandemia, pero sigue significando que uno de cada cinco contagiados morirá. Y este domingo fueron 34 las personas de esta edad infectadas.

Se ha dejado que haya miles y miles de contagios. Se veía venir.

Ugo Mayor

Cada semana, Osakidetza hace público un segundo dato con el del total de fallecidos que se ha convertido el más difundido en los medios de comunicación. Son los muertos “por” COVID-19 frente a un sumatorio general de los decesos “con” COVID-19. Esta semana eran 94 frente a 136, por ejemplo. En las residencias también se hace mucho hincapié en que muchos de los que mueren tenían “patologías previas”. Sin embargo, no hay un dato global en la pandemia que diferencie ambas categorías ni existe un desglose por edades, sexos o territorios que permita utilizarlo como una referencia válida. Es más, la exconsejera Nekane Murga ya dejó claro que nunca se computan en estas estadísticas personas que -exageró- tengan coronavirus y se “despeñen” y mueran por ese accidente. Cuando el lehendakari, Iñigo Urkullu, ha convocado homenajes a los fallecidos, en los listados se ha incluido a todos y cada uno de ellos, no solamente a los segundos. Tampoco el Ministerio de Sanidad excluye a estas personas de su informe comparativo. Así, la mortalidad en Euskadi es ahora ligeramente inferior a la proporción en España (0,96% frente al 0,99%).

Los efectos en la mortalidad de esta ola demuestran, según Mayor, el error de la estrategia de permitir un contagio masivo. “Se asume que las personas vulnerables son pocas pero igual representan el 30% por una cosa o por otra. Si asumimos que, hasta ahora, se ha contagiado el 50% [que sería el doble del 25,62% que confirman las estadísticas], quedaría por contagiar la otra mitad. Y ahí hay muchas personas vulnerables. El número de fallecimientos podría ser todavía muy alto si dejamos al virus que siga circulando libremente”, opina este experto.

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