Aforismos y electricidad
Dicen que en España no se lleva bien que a un poeta le dé por escribir novelas. No tardan en achacarle que salta a la vista que es “una novela de poeta”. Imagino que tampoco se debe de llevar muy bien que un novelista hagas las veces de poeta. Aseguran que el género serio no admite advenedizos. Pero lo cierto es que ambas cosas suelen ocurrir con bastante frecuencia. Y en muchísimos casos con gran fortuna.
Quizá uno de los ejemplos más notables sea el escritor valenciano Carlos Marzal. Si le echamos un vistazo a su nota bibliográfica comprobaremos que ha recibido por sus libros de poemas los premios que más pinchan y cortan actualmente –Premio Nacional de Literatura, Nacional de la Crítica y Fundación Loewe-, ha cultivado la narrativa con su voluminosa e inquietante novela Los reinos de la casualidad y se ha adentrado en el mundo del arte y de la reflexión poética con El cuaderno polizón y Poesía a contratiempo. Y es que, como él mismo ha manifestado a Europa Press, se trata de “un escritor que aspira a que lo lean, a llegar al gran público, y que lo hace a través de cualquier género”.
En estos días, Carlos Marzal vuelve a la primera línea y lo hace con un libro de aforismos y electricidad, que vienen a ser una misma cosa. La arquitectura del aire (Tusquets) es un volumen que concentra brevísimas, intensas y luminosas reflexiones sobre la juventud, la guerra, el paso del tiempo, la literatura y el amor. Con un buen puñado de aforismos que nacieron de forma caótica y accidental, muy apegados a la realidad, intenta aproximarse a un “lector con auténtica vocación de sumergirse en el texto”. En este sentido, como el mismo autor ha señalado, “cualquier momento es necesario e importante para reflexionar, tomarse un respiro y meditar”, y quizá, en los tiempos que corren, este género tenga más vigencia y sea más pertinente que nunca.
A Carlos Marzal cuesta definirlo con una sola etiqueta. Lo que sí parece estar claro es que para aproximarse al corazón de su obra hay que dejarse sacudir por estos aforismos. Sobre todo, y repito, por estos aforismos. Detrás de ellos están la reflexión, la emoción, un cuidadoso trabajo artesanal con el lenguaje y quizá lo más importante de todo: esa íntima y cómplice relación con el lector, por la que siempre se ve obligado a volver y volver a sus páginas.
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