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Una parte secreta de los cómics

Juan Manuel Gil

Frans Masereel (Bélgica, 1889–Francia, 1972) fue uno de esos creadores que obligaban al lector a abrir los ojos de par en par. Sin la necesidad de escribir una sola palabra, tan sólo con elocuentísimos dibujos, era capaz de expresar exacta e intensamente todo aquello que se proponía. Por lo general, poderosas historias de carácter pacifista y antifascista.

La editorial Nórdica acaba de publicar el libro con el que Masereel, en el año 1919, comenzó a trazar el camino del cómic. Mi libro de horas, que es como se titula, está prologado por Thomas Mann y sus palabras desprenden tal aclamación que casi se hace imposible no leer el libro con una voracidad desmedida: “¡Oscureced la habitación! Sentaos aquí, a la lámpara de lectura, con este libro, y dejad que proyecte su foco de luz sobre las imágenes mientras vais pasando hoja por hoja: no demasiado despacio; no pasa nada si no le encontráis el sentido a cada imagen inmediatamente, tampoco es importante en ese otro lugar; dejad que vayan pasando sus figuras en intenso blanco y negro, y oscilantes luces y sombras, desde la primera en la que un vagón de tren ladeado rugiendo entre humo lleva al héroe a la vida hasta el paseo por las estrellas de un esqueleto al final: ¿Dónde estáis?”.

Frans Masereel, aquel al que Thomas Mann entiende como un hombre indispensable en la imaginación del siglo XX, fue un gran maestro de la xilografía, una técnica de impresión que utiliza una plancha de madera, sobre la que previamente se ha tallado el dibujo para terminar aplicándole tinta y prensándola contra el papel. Y quizá sea en esta obra donde el artista belga da un decisivo salto cualitativo y enreda su potente dominio de las historias con la exquisita maestría de esta técnica medieval.

No es la única obra de Masereel publicada por la editorial Nórdica. También cuenta en su catálogo con La ciudad (1925), un libro donde el lector se adentra en las desigualdades sociales de una gran ciudad y en la que tiene asegurado el temblor y la sacudida. Como dijo el premio Pulitzer Art Spiegelman, la obra de Frans Masereel constituye “una parte secreta de los cómics”. Y es ahí donde se guarece el Hombre: el verdadero corazón de cada una de sus historias.

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