Brillante ejercicio de memoria
Sobre la Transición se han escrito novelas y ensayos, se han rodado películas y series, y, sin embargo, el teatro apenas había tocado la temática. Hasta ahora. Los dramaturgos Julio Salvatierra y Alfonso Plou, junto a los directores Santiago Sánchez y Carlos Martín, acaban de estrenar en el María Guerrero de Madrid Transición, una obra coral que, atención, y esto es lo más importante, deja fuera los tópicos, los estereotipos y el revisionismo sobre el paso de la dictadura a la democracia.
“No hemos pretendido revisar ese periodo, porque sí creemos que en aquellos años hubo una voluntad por cambiar las cosas, pero lo dejamos abierto”, decía hace unos días Salvatierra. No hay, por tanto, un afán de nostalgia ni de resentimiento. No se evitan los temas más espinosos, como las autonomías, el aborto, el divorcio, el terrorismo de ETA, la legalización del PCE o el juramento del rey Juan Carlos como Jefe de Estado. Y todo se hace desde el más puro juego teatral. Desde los elementos que permite el teatro y que ya hace años explotaron con mucho ingenio y brillantez compañías como Els Joglars, Tábano o La Cubana.
Con una sutil metáfora sobre la memoria –el personaje de Adolfo Suárez, un enorme Antonio Valero, acude a una clínica por problemas con sus recuerdos- se va recorriendo aquella etapa, hoy centro del debate ciudadano, a través de canciones como Mi querida España, Al Vent o L’estaca– por suerte no se recurre a Libertad sin ira, de Jarcha– de imágenes de aquellos años y de un enfrentamiento diálectico entre los personajes de entonces como el general Gutiérrez Mellado, Santiago Carrillo, el rey Juan Carlos y Felipe González. Se juega con lo que fue verdad y con lo que es mentira. Y no se caricaturiza a los personajes, como bien insistieron en la presentación de la obra los miembros del equipo: “En el momento en el que el proceso de creación pasa al escenario se convierte en material teatral. Y ahí nos dimos cuenta de que los personajes se nos estilizaban. Incluso los ya difuntos adquirían un carácter de eternidad. Suárez incluso se enriquecía y se revitalizaba. Es un personaje muy poliédrico”, defendía el director Carlos Martín.
Ante todo se trata de un juego. “Es, sobre todo, una ficción, pero eso es porque el ser humano ficciona sobre la realidad. Y ese es el papel de lo artístico. Vamos a reinventar el periodo de la Transición para ver si lo entendemos y damos un paso más allá. Porque la Transición es algo que necesitamos volver a vivir, pensar y memorizar”, reflexionaba el actor Antonio Valero. Y eso es lo que se va a encontrar el espectador: un espectáculo divertido y que da pie a la reflexión, con una puesta en escena excelente y quizá uno de los mejores textos dramáticos sobre tan cacareados años. Si hay que reflexionar desde el terreno de la cultura, este es el camino.