La burbuja arquitectónica

Llama la atención en el periódico Los Angeles Times la nomenclatura de sus contenidos. Por ejemplo, cuando en la edición digital se busca la sección cultural esta no aparece por su nombre sino bajo el paraguas conceptual Entertainment, y cuando se pincha con el cursor aquí, entre una batería de posibilidades (que van desde Industry, apartado referido al negocio del cine, a TV o Books), aparece al fin Arts&Culture. El New York Times, más tradicional en esto, bajo el genérico Arts, cobija todas las disciplinas artísticas sin excluir a los videogames. Pero volviendo a Los Angeles Times, encontramos la noticia de que el arquitecto Frank Gehry ha propuesto un monumento en homenaje al expresidente Dwight D. Eisenhower cuyo valor asciende a 140 millones de dólares (unos 106 millones de euros). Pero los descendientes de Eisenhower, en especial su hijo, se muestran molestos con la obra, que consideran cara y extravagante. Proponen a la comisión que gestiona el monumento que el tema se puede solventar ahorrando al erario público un gasto colosal y simplemente, en un espacio verde, erigir una modesta estatua con alguna frase pronunciada por Eisenhower durante su mandato.

Antes de la crisis crecían por todas partes, desde el suelo y hacia el cielo, proyectos arquitectónicos solo fundados en la ambición de un beneficio económico ilimitado. Más allá del valor real de ciertas propuestas se llegó a una intervención del espacio más cercana a la polución que a la creación. No es extraño, entonces, que la sección del LA Times que cobija esta noticia se llame Entertainment, ya que el origen de la información lo genera algo que podemos considerar más un simple entretenimiento que una obra de arte: un conductor cuyo fin es el dinero y no el sentido. Un chicle para los ojos.