Las imágenes de una conmoción
En ocasiones el arte logra devolverle a la vida algo que le había sido arrebatado. Cuando Lee Miller tenía diecinueve años y paseaba por Nueva York, el editor de Conde Nast la vio y quiso convertirla en modelo famosa. Así fue, pero a ella le interesaba más la fotografía, con la que había entrado en contacto gracias a su padre, y le atraía también el movimiento surrealista que por aquel entonces se desarrollaba en Europa. En 1929 llegó a París y fue aprendiz, musa y amante de Man Ray durante más de diez años. Después regresó a Nueva York y trabajó como fotógrafa de estudio. Tuvo una ajetreada vida profesional y sentimental: un matrimonio, una mudanza a El Cairo, la separación de su marido, otra mudanza a París y la irrupción de la Segunda Guerra Mundial. Durante esa etapa fue pionera en el fotoperiodismo de guerra, testigo del desembarco de Normandía, la liberación de París y la apertura de campos de concentración. Los inhumanos recuerdos de la guerra nunca la abandonaron y fueron la causa de la dislocación del resto de sus días.
Tras la guerra se instaló en Londres, con Roland Penrose (su nuevo marido) y el hijo de ambos, Antony. Conoció y fotografió a Pablo Picasso, Henry Moore, Joan Miró, Dylan Thomas o Jean Cocteau. Después se trasladó con su familia a una granja, Farley Farm House, que su hijo todavía habita. En el ático se almacenaban 60 000 negativos de fotografías que Antony encontró. Esos negativos cambiaron su vida y la idea que tenía de su madre. Miller ha logrado, más allá de su muerte (falleció en 1977), borrar los problemas de depresión, traumas de guerra y alcoholismo para devolver a su hijo la infancia arrebatada. Antony ha comprendido a su madre a través de las fotografías que ella tomó, y ahora aprecia el talento y valentía que tuvo para hacer lo que hizo, como presenciar el horror de los campos de concentración.
El archivo de Lee Miller se abrió on-line el 23 de abril –día de su cumpleaños– con las primeras 3000 fotos digitalizadas, y cada año se incorporarán entre 5000 y 7000 nuevas instantáneas hasta terminar con el archivo. Con este hallazgo, la fotografía ha devuelto a Miller el cariño de su hijo y a los demás nos aporta una nueva visión de los recuerdos del siglo XX. Buenas razones para echarles un vistazo.
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