Madrid decadente
El ambiente cultural en Madrid está caldeado. La semana pasada Enrique González Macho anunciaba el cese de la actividad de Alta Films, referencia clave en la distribución y exhibición de cine de autor español y extranjero. Nos enterábamos de que de casi doscientas salas se pasa, por ahora, a veinte: el Roxy echa el cierre, así como los cines Renoir de Majadahonda, que han recibido un entusiasta apoyo en las redes sociales.
Pero el mundo del cine no es el único afectado: uno sale a la calle y encuentra bloqueada la entrada de los teatros: los propios trabajadores protestan por la desmesurada subida del IVA que desertiza los patios de butacas. Sigue caminando y ve la persiana cubriendo el escaparate de míticas librerías de la capital, como Rumor o La Regenta, asfixiadas por deudas y falta de clientes (porque ahora ya ni bibliotecas ni universidades las respaldan con sus compras). Las salas de conciertos han pasado de mantener despierta a la ciudad a tirar la toalla o como mucho, abrir dos o tres noches a la semana con un significativo descenso en la oferta de conciertos.
Madrid se apaga culturalmente ante la impotencia de muchos y la indiferencia de la mayoría. Y de porcentajes, estadísticas y cifras ya ni hablamos, solo son la guinda objetiva a una realidad desalentadora.