La religión del todo gratis
Hace unos días recogíamos aquí mismo las demoledoras cifras de pirateo en nuestro país. Cómo esta práctica ilegal va creciendo de manera vertiginosa y la ley, en cambio, muestra su absoluta incapacidad para frenarla mínimamente. Casi todos parecen estar de acuerdo en que la reflexión y la discusión sobre este tema se antojan más necesarios que nunca. Da la terrible sensación de que mañana puede ser demasiado tarde.
En este sentido, el escritor norteamericano Robert Levine, que ha viajado a nuestro país para recoger el Premio Ibercrea por su constante defensa del derecho de la propiedad intelectual, ha vuelto a poner sobre la mesa la dramática situación a la que se aproxima a toda velocidad la cultura. El autor de Parásitos, libro con el que denunciaba “cómo los oportunistas digitales están destruyendo el negocio de la cultura”, recurrió a Miguel de Cervantes para hablar de la protección de los derechos del creador.
Según Levine declaró a la Agencia EFE, la primera norma legal que reconoció el derecho de propiedad intelectual fue el Estatuto Inglés de la Reina Ana de 1710, y nuestro escritor más universal ya lo ejerció en 1604 con El Quijote. “Cervantes consiguió un fuero sobre Don Quijote y lo vendió en Madrid al librero Francisco de Roble para que lo publicara”. Entendió su obra como “un hijo, una creación de su mente”.
Aunque, según sus propias palabras, “se puede argumentar que los derechos de autor son invasivos o demasiados extensos y que se pueden mejorar”, tanto Internet como la religión del “todo gratis” están contribuyendo al debilitamiento de la cultura y de la creación. De hecho, “a lo largo de la próxima década tendremos que elegir entre dos concepciones rivales del mundo online: por un lado las empresas de medios que quieren que Internet funcione al modo de la televisión por cable y, por el otro, las empresas tecnológicas que quieren que el cable funcione a modo de Internet”.
En este sentido, ha expresado la urgente necesidad de instrumentos legales que velen, protejan y conserven las creaciones culturales. La sensación de impunidad es uno de los venenos más rápidos y mortales. Por eso propone la creación de tribunales de causas menores que se ocupen de las infracciones contra la propiedad intelectual, así como una revisión de la legislación actual: “Necesitamos plazos de protección más breves, una forma de actuar rápido contra los piratas a escala comercial”.