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Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.

Neoliberalismo contra democracia

Protesta contra la reunión del G-8 en Deauville (Francia) en 2011.

Ricard Ruiz de Querol / Ricard Ruiz de Querol

La pesadilla a la que se refiere el nuevo libro de Christian Laval y Pierre Dardot, La pesadilla que no acaba nunca (Gedisa, 2018), es la consolidación global del dispositivo neoliberal. Es una publicación que cierra la trilogía iniciada con La nueva razón del mundo, en que se exploraba la historia de la práctica política de la ideología neoliberal, continuada más tarde con Común, para muchos una obra de referencia en la defensa de lo común como una forma de oponerse al capitalismo radical. 

En esta ocasión, en lugar del estilo académico de las obras anteriores, el lenguaje y la extensión están más cercanas a las de un manifiesto. Se trata, con un punto de desesperación, de despertar la conciencia colectiva de que, contrariamente a la expectativa de que la crisis de 2008 hubiera resultado en una moderación posneoliberal, lo que está teniendo lugar es un proceso de radicalización neoliberal. También de una llamada de urgencia a imaginar y poner en práctica alternativas radicales a esa radicalidad, cuyas consecuencias incluyen la neoproletarización de las poblaciones y la aceleración de una salida de la democracia que convierte la victoria del fascismo en una posibilidad.

Una primera reflexión que merece retenerse es que la penetración del imaginario y la dialéctica de la neoliberalización en las sociedades y las mentes ha llegado a un punto en que es la misma realidad social, no solo la política o la economía, la que se está convirtiendo al neoliberalismo. La realidad es la de una sociedad neoliberal, y no solamente la de una política neoliberal o una economía neoliberal.

Esa deformación del entramado social resulta de la radicalidad de aplicar la lógica del capital a todas las relaciones sociales, sin dejar a salvo ninguna dimensión de la existencia humana. No se debe limitar a los tres bienes ficticios (capital, naturaleza y el trabajo) analizados por Karl Polanyi en La gran transformación, sino extendiendo la mercantilización a otros ámbitos de la experiencia de vida como la salud, la cultura o la educación, las relaciones personales y profesionales, y también la política, cada vez más mediatizada por el negocio de las redes sociales. Llevada al límite, esta lógica acaba por propugnar también la mercantilización del individuo, considerado una mercancía que él mismo explota como empresario responsable de su personal branding y compelido a mejorar el valor de mercado de su activo personal mediante el coaching y la formación continuada.

El despliegue del proceso de radicalización neoliberal se sustenta en dos grandes pilares. El primero es dar prioridad a un gobierno centrado en normas legales, cada vez arraigadas en el derecho privado o penal, sobre las prioridades de las personas. Un ejemplo clave ha sido la conversión a partir de 2008 de una crisis de la deuda privada, generada por las prácticas de un conjunto minoritario de la sociedad, en una crisis de las deudas soberanas, cuya factura acaba recayendo sobre la totalidad de los contribuyentes.

Sucede en paralelo que la gestión de este entramado legal se ha confiado a un bloque oligárquico neoliberal formado por dos élites que se enlazan mediante un sistema de puertas giratorias: las que dirigen los gobiernos y las organizaciones internacionales de la globalización junto con las que gestionan el sistema financiero y la mayoría de las muy grandes empresas.

De forma subsidiaria, pero decisiva, estas dos élites cuentan con el respaldo de propaganda de grandes medios de comunicación y de instituciones universitarias y editoriales, que producen y difunden los marcos mentales que conforman el discurso del poder oligárquico. Se extiende así el mensaje de que no puede haber otra lógica política distinta del neoliberalismo y de que las políticas de austeridad son ineludibles. La acerada crítica de la Unión Europea que los autores presentan desde esta óptica, cuestionando los estereotipos al uso, mueve a la reflexión. 

A partir de ahí, se propone combatir el neoliberalismo sistémico con un imaginario alternativo basado en los principios y prácticas de lo común. Pero para ello habría que saber cómo unificar y concentrar eficazmente fuerzas suficientes. Este saber, a juzgar por su fragmentación en batallas poco menos que fratricidas, parece por el momento ajeno a los políticos de izquierda.

[Este artículo ha sido publicado en el número 59 de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

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