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Sobre este blog

Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.

“Ser feminista no significa poner la carrera por delante”

La secretaria general iberoamericana, Rebeca Grysnpan.

Mariana Vilnitzky

Rebeca Grynspan ha logrado ser pionera: primera vicepresidenta mujer en su país, Costa Rica, y primera mujer que lidera la Secretaría General Iberoamericana (Segib), puesto que ocupa desde 2014 . Grynspan (San José, 1955), tiene una extensa trayectoria en organismos internacionales. Fue dirigente en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y en otros órganos de la ONU. Es licenciada en Economía por la Universidad de Costa Rica y máster por la Universidad de Sussex. Fue investida doctora honoris causa por la Universidad de Extremadura y por la Universidad Europea gracias a su trayectoria profesional. Responde a las preguntas de Alternativas Económicas en la sede madrileña de la Segib, entre viaje y viaje.

Pasan gobiernos e ideologías, pero parece que América Latina vuelve a caer una y otra vez. La pobreza, por ejemplo, parece ser endémica. ¿Es así?

No. De hecho, en los primeros 15 años del siglo XXI en la región de América Latina la pobreza y la desigualdad descendieron de una manera sustancial. Más aún, en el mundo entero bajó la pobreza; aunque no la desigualdad. América Latina logró bajar ambas. Esto fue producto de las condiciones del mercado, donde el comercio internacional se estaba expandiendo y los precios de las materias primas y los alimentos estaban muy altos. Ese viento de cola, positivo para un crecimiento económico más dinámico, acompañó a la región. Hemos tenido épocas de crecimiento económico sin una baja tan importante en la pobreza, y nunca habíamos bajado en desigualdad.

¿Por qué en este caso sí?

Se combinó ese crecimiento económico con políticas públicas que lo hicieron posible. La pobreza descendió en 60 millones de personas en América Latina. Y sucedió tanto en gobiernos de derecha como de izquierda. Fue producto de varios factores. En primer lugar, se extendieron fuertemente la educación y la salud. En ese crecimiento económico, las personas entraron en el mercado con mejores salarios. Por otro lado, hubo políticas importantes de redistribución. Por ejemplo, se hicieron pilares no contributivos de pensiones para los campesinos que nunca habían estado asegurados pero que siempre habían trabajado. Eso también produjo una baja de la desigualdad. Hay que entender que casi una quinta parte de la población latinoamericana está bajo algún esquema de lo que se llama Transferencias Condicionadas de Ingreso. Son transferencias a las familias pobres, a cambio de que los hijos vayan a la escuela y utilicen los servicios de salud.

¿Hoy se siguen reduciendo los índices de pobreza?

Desgraciadamente en los últimos años se ha revertido esta tendencia. Hasta 18 millones de personas han vuelto a caer por debajo de la línea de pobreza. Muchas de las personas que lograron salir todavía estaban en un alto grado de vulnerabilidad. No tenían servicios de protección social o todavía estaban en el sector informal. Pero lo más importante de esta experiencia es que demostramos que es posible vencer la pobreza y la desigualdad. América Latina tenía un 44% de su población por debajo de la línea de pobreza en 1990. Hoy es de alrededor del 28% o del 30%. Sin duda es un exceso, también originado por un exceso de desigualdad.

Otro de los temas que parece endémico es el de la corrupción. ¿Lo es?

América Latina ha tenido un tsunami de corrupción, y tenemos mucho que hacer para restituir la confianza en las instituciones. Eso es fundamental para la profundización democrática, porque parte de la desconfianza es con el sistema político, con las principales instituciones.

¿Cómo se recupera el buen hacer?

Hoy tenemos mecanismos que podrían darle mucha mayor transparencia al ejercicio público para que la ciudadanía pueda tener control. Hay un elemento que me da esperanzas, y que es que se ha expandido una clase media menos tolerante con la ineficiencia, la ineficacia y la corrupción de las instituciones.

Es especialmente preocupante cómo ha habido movimientos de gobiernos en América Latina, como en Brasil, en Honduras, en Paraguay…

En muchos de los países tienen mecanismos de censura al gobierno en sus poderes parlamentarios. Hemos visto movimientos en ese sentido, pero no hemos visto golpes de Estado. Ahora, una puede pensar que el sistema político no está suficientemente maduro para usar esos instrumentos de una manera correcta, pero se ha dado en ese marco.

Ligado a esto está el tema de la inestabilidad política. No solo para la población, sino para cualquiera que quiera invertir dinero. ¿Cómo se gestiona?

Lo que llaman “inestabilidad política” en América Latina ha sido a través de elecciones. Eso no es inestabilidad; es alternabilidad. Es decir, en España acaba de cambiar el Gobierno en dos días. Y se ha hecho dentro de las líneas constitucionales. Eso no debe asustar a las inversiones internacionales, cuando hay un Estado de Derecho. La alternabilidad tiene que ser parte de la democracia. Y los cambios de los personajes y de algunas ideas del Gobierno son sanos. Ahora, la pregunta es el Estado de Derecho. Yo sí creo que tenemos un camino que andar para el fortalecimiento de Estado de Derecho. Aunque ha habido un avance respecto a lo que teníamos antes.

Hemos salido de las dictaduras y las guerras, pero queda la violencia callejera...

Esa es una preocupación muy grande. En América Latina están algunas de las ciudades más violentas del mundo. Hay una relación con la droga y con el crimen internacional organizado que afectan de manera especial a muchos de nuestros países. Y eso, unido a un trasiego de armas muy fuerte en la frontera entre México y Estados Unidos que afecta a toda la región, es una combinación letal para una región que tiene instituciones policiales de seguridad o de inteligencia muy débiles. Lo que hemos hecho en materia de narcotráfico y crimen internacional organizado y la cooperación entre nosotros en ese aspecto debería avanzar mucho más. En segundo lugar, hay que fortalecer el sistema policial. Tenemos policías muy débiles, mal entrenadas, poco profesionalizadas, y eso profundiza el problema. Y en tercer lugar, tenemos una juventud que creció en condiciones de pobreza, de marginalidad y de falta de esperanza muy fuerte, con una organización muy potente de bandas que los ha sometido a la violencia desde temprano. Otro tema es el de la violencia de género. Es muy triste que muchos países latinoamericanos hayan sido los que crearon la figura del feminicidio. Es triste pensar que la figura del crimen no era suficiente para describir lo que pasaba.

¿Hay más que antes?

No sé si hay más. La figura del feminicidio comenzó a darse con las mujeres de Juárez, en México. Se creó mucho empleo femenino sin servicios sociales, sin estructura alguna. Las mujeres migraban, pero tenían hijos, se emparejaban, y no había un sistema de apoyo público ni familiar. Nadie sabía que habían desaparecido las mujeres de Juárez, y nadie las reclamaba. Comenzó a haber conciencia social cuando empezaron a desaparecer las hijas de Juárez. Sus familias las reclamaron y las madres montaron un movimiento, haciendo visible un fenómeno que había permanecido invisible hasta entonces. Lo que se había montado era un sistema de impunidad, que se ha logrado desmontar. La violencia de género tiene otras causas estructurales. Y se ha legislado adecuadamente para desmontar este tema. Pero todavía existe el fenómeno.

Parece muy difícil ir en contra de patrones culturales tan arraigados...

Algo está cambiando porque las mujeres hemos llegado a posiciones de poder. Cambia el modelo de mujer que se presenta, a pesar de la propaganda y los anuncios que todavía tienen mucho de sexista. Es un proceso de educación muy largo, pero ya hay conductas que la sociedad no acepta. Hay una frase de Sabater que me gusta y que la usa para los derechos humanos. Él dice que en ese caso “la hipocresía es progreso”. ¿Por qué? Porque hasta que no hubo una declaración de los derechos humanos, se violaban abiertamente. No había que mentir porque era aceptado socialmente. Hoy, alguien que es abiertamente sexista, mejor que lo oculte lo que piense porque la sociedad no se lo aceptará. Hay una sanción social. Por eso son tan graves las violaciones en manada o las expresiones que estamos oyendo de nuevo en Estados Unidos. De alguna manera lo que hacen es evitar ese progreso. Vuelven a hacer aceptables cosas que la sociedad ya había decidido que socialmente eran inaceptables. Pero América Latina es una de las regiones que más ha avanzado en su legislación, en leyes de equidad, en leyes de cuotas, de representación, etc.

Pero todavía falta…

No estamos donde queremos estar, pero hay que reconocer el progreso porque eso nos dice que la sociedad sí se puede transformar. Vamos más lento de lo que quisiéramos, pero avanzamos.

¿Cuáles son los obstáculos más difíciles que usted misma tuvo que sortear?

Probablemente lo que me hizo sufrir más fueron los obstáculos para conciliar la vida personal y el trabajo. Eso me causó mucho dolor y angustia…

Yo no quería hacer la pregunta de si podía conciliar porque se le suele preguntar solo a las mujeres…

Porque las que sufrimos somos nosotras. Pero en el futuro la conciliación será fundamental para hombres y mujeres. Perderse el afecto y la vida de los hijos es una renuncia para cualquiera.

¿Hay que hacerlo para llegar a un puesto de responsabilidad?

Sí. Hay momentos en que yo por lo menos tuve que hacerlo. Renuncié a mi puesto de viceministra de Hacienda con 33 años porque tenía una hija muy pequeña y un hijo recién nacido. Cuando ya habían pasado dos años dentro del gobierno, un día, negociando con el FMI, renuncié. Era un domingo. Me llamaron para decirme que mi hijo había sufrido un accidente en la casa de los abuelos; que se había partido la frente y que había que llevarlo al hospital. Salí de la negociación y en el hospital decidí que lo dejaba. ¿Por qué? Porque la sociedad no participa en la corresponsabilidad. La disponibilidad exigida es como si no tuviera familia.

Y estaba en un lugar como Hacienda, tan importante para el Estado de bienestar.

Sí. Fue duro. Ser feminista no significa poner la carrera por delante, por encima de los afectos. Significa tratar de no tener que elegir. Pero yo no renuncié a seguir mi carrera. Renuncié a ese puesto. Ese es el mensaje que yo siempre les doy a las jóvenes: la vida no es lineal. Va a haber muchas idas y venidas.

Pero sí se da un paso al costado durante un tiempo otros llevan ventaja...

Tenemos que hacer mucho esfuerzo y ser muy perseverantes. Yo lo que quiero es que podamos contar con opciones en libertad: hombres y mujeres. Hay países que han legislado para que las mujeres no pierdan su lugar de trabajo por dedicarse durante un tiempo a la familia. Países donde los permisos por paternidad son mucho más largos y compartidos. Eso ha permitido cambiar la distribución de los roles, no solo en el interior de la casa, sino también en la corresponsabilidad social. No es solo una negociación de la pareja. También es la infraestructura de los cuidados que permite que la conciliación no sea no tener familia.

¿Se puede unificar América Latina, como existe la Unión Europea?

La Unión Europea ha sido posible porque pasaron por dos guerras que diseminaron su población y que causaron millones de muertos. Nace de la necesidad de construir una región pacífica. Esa necesidad histórica no está en nuestros países. Ahora, podríamos ser mucho más prósperos si tuviéramos más integración entre nosotros. Podríamos ser mucho más eficientes, competitivos y dar más posibilidades a nuestra gente. También creo en la integración de abajo para arriba, con una mayor movilidad entre universidades, entre científicos, entre personas. Ese debe ser nuestro camino. Hay experiencias. El Mercado Común Centroamericano es la institucionalidad más fuerte en la región. Está el Mercosur, está el Aladi...

¿Y una moneda común que no genere inestabilidad?

La estabilidad macroeconómica de América Latina es mucho mejor. No hemos tenido crisis bancarias y hemos pasado la crisis de 2008. Acordémonos de que la crisis económica, junto a la crisis bancaria, en los ochenta desarticularon los mercados. Desde entonces no es que no hayamos tenido problemas. Argentina específicamente tiene un problema de inflación y se han vuelto a abrir los déficit fiscales en la región. Habíamos tenido una gran disciplina y mejores instituciones macroeconómicas. Comienza a aparecer de nuevo el fenómeno de la brecha fiscal y de un aumento de la deuda. Hay que tener cuidado, pero no hay una crisis generalizada.

¿Cómo ve las relaciones de América Latina con Europa?

Europa y América Latina tienen una gran oportunidad. La visión proteccionista de Estados Unidos presenta una mayor posibilidad de integración entre América Latina y Europa. Se acaba de terminar la negociación entre México y Europa, y se acaba de comenzar la negociación por la modernización del acuerdo con Chile. Y se están negociando Mercosur y un diálogo político con Cuba. Esta es una gran agenda.

¿Cómo mantener la ecuanimidad en un lugar tan dispar como América Latina?

No hay que considerar el corto plazo como el único horizonte. Sucederán muchas cosas, pero si una cree que hay elementos suficientes para desarrollar una alternativa con la que una está comprometida, eso permite ver el presente con mayor ecuanimidad. Lo segundo que me da ecuanimidad es mi convicción de que la diversidad es parte de la riqueza social. El no pretender la homogeneización, la uniformidad. Es tener una convicción profunda de que la diversidad nos enriquece. Relacionarnos con las personas en múltiples dimensiones y reconocer nuestra propia complejidad también nos da un instrumento no solo de tolerancia sino de valorización de esas diferencias.

¿Cómo será el futuro del empleo en América Latina?

Todavía no sabemos cuál es el resultado de la cuarta revolución industrial sobre el empleo. Sabemos que va a haber un desalineamiento. Mucha de la gente que está trabajando hoy puede quedar desplazada. Tal vez muchos puedan reinsertarse, como ha sucedido en todas las revoluciones industriales. Pero ahí hay un problema que atender.

¿Necesitaremos una renta básica universal?

Yo creo que no. Los países más robotizados no son los países que tienen más desempleo.

Me refería no solo a las máquinas sino a la forma de entender el empleo. Ahora tenemos las ocho horas laborales. Eso está cambiando...

Va a haber mucho más empleo por cuenta propia y la gente va a cambiar muchas más veces de empleo. Existe el riesgo de que haya más desigualdad y cierta precariedad, si los sistemas de protección social no logran adaptarse. Ahí es donde deben concentrarse los esfuerzos. Si no intervenimos adecuadamente iremos hacia un mundo de mucha mayor desigualdad y con precariedad en las condiciones de protección social.

Siendo mujer y judía, ¿le ha costado llegar a donde está ahora?

Son dos elementos de discriminación. En lo personal tengo muchas experiencias de micromachismos. Las he enfrentado y a veces no ha sido fácil. Sobre todo, cuando una es joven se sorprende mucho más. Llegas a dudar de vos misma, de exactamente qué es lo que estás viviendo. La discriminación abierta solo hay que tener la fortaleza de enfrentarla; pero las discriminaciones invisibles, las sutiles, nos causan muchas más dudas sobre cómo enfrentarnos a ellas. De pronto, la gente nos dice: “estás inventando”, “te lo estás imaginando...” Los chistes sutiles… Eso es cierto tanto para la discriminación por ser mujer como por ser judía. Ahora, dicho esto, también es cierto que yo llegué a las posiciones más altas de poder. Es decir que la sociedad me dio esa oportunidad.

En Costa Rica…

Sí. Mi país le dio esa oportunidad a la primera generación nacida en Costa Rica de una familia migrante. Yo llegué a ser vicepresidenta electa. Costa Rica es una sociedad que a través de la educación ha permitido una enorme movilidad social. Le permitió a mis padres migrantes sin recursos, no solo mantener a su familia, sino dar una educación a sus tres hijas y permitirles puestos de relevancia. Llegaron en la primera mitad de los años cincuenta, una sociedad pobre, donde no había luz eléctrica en el área rural. Yo nací en 1955 y vi la evolución de esa sociedad que de niña conocí descalza. No en todos los países se ha dado eso.

[Esta entrevista ha sido publicada en el número de verano de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

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