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Este blog corresponde a Alternativas Económicas, una publicación mensual que te explica la información económica desde un punto de vista social.

Del Plan Colombia a la Paz Colombia

Los presidentes Santos y Obama hicieron balance del Plan Colombia en febrero. Foto: Gobierno de Colombia

Esther Rebollo

“Sólo queremos carreteras, proyectos agrícolas, créditos, vacas para producir leche, escuelas, médicos, pero sobre todo el fin de la guerra biológica”, afirma a Alternativas Económicas un campesino que pide el anonimato por temor a represalias. La razón es que durante años ha cultivado hoja de coca, materia prima de la cocaína y motor financiero del conflicto armado entre el Estado y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). 

Este cocalero vive con su familia en una remota comunidad del Caguán, en el selvático departamento de Caquetá, feudo guerrillero donde se ha librado una guerra en la que cincuenta años después sólo hay perdedores. José, como pide ser identificado, vive a tres horas a lomo de mula de San José de Fragua. Para llegar a Florencia, capital departamental, necesita otras cuatro horas en lancha o por embarrados caminos. Florencia sigue siendo hoy una de las ciudades más aisladas y abandonadas de Colombia. 

José, su familia y sus vecinos han sido víctimas durante años de la persecución y la estigmatización, pues el Estado les considera leales a las FARC, y han sufrido en carne propia las fumigaciones. De esa guerra biológica culpan en gran medida a Estados Unidos, cuyos aviones, en misiones del Plan Colombia, lanzaron el letal glifosato. “Todo comenzó cuando apareció la malumbia, que se comió la coca, pero también los pastos, la yuca, el plátano y el maíz. Luego esparcieron otra bacteria, el gringo, que se pegó en los árboles de naranjo y guanábana”. El resultado son “aves muertas, ganado enfermo, niños con malformaciones, enfermedades pulmonares, diarreas, brotes y manchas en la piel”, relata el campesino, al hacer hincapié en la crisis alimentaria, las consecuencias para la salud y la contaminación de la tierra y las fuentes de agua. 

Esta es una de las consecuencias del Plan Colombia, de cuya puesta en marcha se cumplen 15 años. Se trata del programa de cooperación militar más controvertido de Estados Unidos en Latinoamérica y está lleno de paradojas: contundentes golpes a las FARC, hasta lograr que llegaran debilitadas a una mesa de negociación, y al narcotráfico, que se ha reducido notablemente. En el otro lado están millones de víctimas inocentes entre muertos, desplazados, heridos y enfermos. 

Gran desembolso

Gran desembolsoA finales del siglo XX, Colombia estaba sumida en una grave crisis económica y social. Muchos hablaban de Estado fallido por la actividad violenta de guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes, en un territorio donde impunidad e ilegalidad campaban a sus anchas. Fueron los entonces presidentes de Colombia, Andrés Pastrana (1998-2002), y de Estados Unidos, Bill Clinton (1993-2001), quienes firmaron en 2001 el Plan Colombia, pero lo desarrollaron sus  respectivos sucesores, Álvaro Uribe (2002-2010) y George W. Bush (2001-2009), en una etapa marcada por la guerra global contra el terrorismo justificada en los atentados del 11-S. 

En virtud del acuerdo, la Casa Blanca ha destinado a Colombia 9.000 millones de dólares, el mayor desembolso estadounidense de ayuda militar en la historia de América Latina. Su objetivo oficial era acabar con el narcotráfico, pero en la práctica ha sido un instrumento contra todo lo que oliera a comunismo y una forma de situarse estratégicamente en un país rodeado de vecinos que elegían gobiernos de izquierdas y que amenazaban el statu quo: primero Venezuela, y luego Brasil, Bolivia y Ecuador. La Casa Blanca estaba especialmente preocupada por el presidente venezolano, Hugo Chávez.

El resultado de la ayuda estadounidense fue una modernización de las Fuerzas Armadas sin parangón: pasaron de 300.000 a 450.000 efectivos, se formaron en operaciones especiales, batallones contraguerrilla y como tiradores de alta precisión, mientras la Fuerza Aérea y los servicios de inteligencia se pusieron a la altura de los ejércitos más sofisticados del mundo. En consecuencia, las FARC, que habían llegado a acorralar Bogotá, se vieron obligadas a regresar a la guerra de guerrillas y abandonar la guerra de movimientos que les había permitido controlar mucho territorio con ataques y secuestros masivos. Entonces tenían que replegarse a las fronteras y las selvas. 

Las FARC sufrieron los golpes más contundentes de sus cincuenta años de historia. No solo perdieron multitud de campamentos en los bombardeos; también murieron sus principales líderes: el comandante Guillermo León Sáenz, alias Alfonso Cano; el número dos, Luis Edgar Devía (Raúl Reyes); y el jefe militar, Víctor Julio Suárez (Mono Jojoy). A la decapitación de la cúpula contribuyó el fallecimiento, por infarto, del máximo líder y fundador, Pedro Antonio Marín, alias Manuel Marulanda o Tirofijo

Otro éxito del que se congratulan Washington y Bogotá es la reducción de los cultivos de coca, que en buena parte estaban controlados por la guerrilla, al pasar de 144.800 hectáreas en 2001 a 47.790 en 2012, según la Oficina de la ONU contra las Drogas y el Delito (UNODC). En 2006, cuando concluyó el primer mandato de Uribe, las cifras del Ministerio de Defensa colombiano eran contundentes: se redujeron los homicidios un 40%; los secuestros, un 83%; las víctimas de masacres, un 72%, y los atentados, un 61%. 

Esos logros, sin embargo, estuvieron acompañados por una sistemática violación de los derechos humanos, especialmente en el entorno rural, donde la guerra fue más incisiva y abundaron fumigaciones, desplazamientos forzosos, desapariciones y ejecuciones. Las zonas que resultaron más golpeadas, especialmente Putumayo, Caquetá y Guaviare, en el sur, se han visto abocadas a la pobreza, exclusión y falta de oportunidades.

Los 'falsos positivos'

Los 'falsos positivos'Expertos como Camilo Echandía, autor del libro Dos décadas de escalamiento del conflicto armado colombiano, apuntan a que el Plan Colombia ha sido una experiencia contradictoria porque hubo un posicionamiento del Estado, pero al tiempo se consolidaron los paramilitares. Se redujo la violencia a la par que aumentaban la coacción y las amenazas. “Cuando un grupo armado toma el control de un territorio caen las cifras oficiales de violencia, pero se impone el miedo”, destaca Echandía.

En los años cumbre del Plan, que coincidieron con el Gobierno de Uribe, ocurrió el escándalo de los falsos positivos o ejecuciones extrajudiciales. A finales de 2011, la ONU denunció que en Colombia se estaban investigando 3.000 falsos positivos, un eufemismo del lenguaje militar para denominar a civiles inocentes secuestrados y asesinados, algunos menores e incluso con minusvalías mentales, para después presentarlos como guerrilleros muertos en combate. El objetivo era mostrar resultados en la lucha contra el terrorismo. 

En 2011, Washington comenzó a reducir los fondos del Plan Colombia. El entonces embajador en Bogotá, Peter Michael McKinley, lo justificó en “los importantes logros de los últimos ocho años”, en alusión al Gobierno de Uribe.

Pasados 15 años, otra generación de presidentes personificada en el colombiano Juan Manuel Santos y el estadounidense Barack Obama se reunieron para celebrar, el pasado 4 de febrero, el aniversario del Plan Colombia. Se congratularon por los éxitos, no mencionaron los fracasos y anunciaron una nueva era del eje Washington-Bogotá, cuando las conversaciones de paz con los líderes de las FARC, que comenzaron en noviembre de 2012 en Cuba, están a punto de concluir en un acuerdo que podría poner fin a cincuenta años de guerra.  

Obama recordó que el Plan Colombia nació cuando la nación sudamericana estaba partida por una guerra civil. Colombia, entonces, “estaba al borde del colapso y en este momento está a punto de llegar a la paz”, destacó. “Todos sabemos que es más fácil iniciar las guerras que terminarlas, y de la misma manera que Estados Unidos ha sido socio de Colombia en las épocas de guerra, vamos a ser sus aliados en la paz”.

“Colombia no va a tener mejor amigo que Estados Unidos”, predicó Obama, al manifestar que el nuevo capítulo del Plan Colombia se denomina Paz Colombia. A renglón seguido anunció una primera partida de 450 millones de dólares para apoyar el posconflicto.

Santos se lo agradeció y habló de la nueva Colombia. “El posconflicto tiene retos enormes, pero también ofrece unas oportunidades enormes. El país va a vivir otra vida. Una vida mucho más placentera, donde vamos a dejar a un lado el miedo de vivir en guerra”, expresó el presidente colombiano.

Ambos anunciaron así el fin del Plan Colombia, justo cuando se retoca un acuerdo con las FARC que podría firmarse esta primavera. El objetivo es acabar con el único conflicto armado de América, que contabiliza 220.000 muertos, 25.000 desaparecidos, 5,7 millones de desplazados, 27.000 secuestrados y unas 2.000 masacres, según el Centro de Memoria Histórica.

Esther Rebollo es redactora jefe de Internacional de la Agencia EFE y fue delegada en Colombia entre 2008 y 2015.

[Este artículo ha sido publicado en el número de marzo de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]

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