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Sobre este blog

Amnistía Internacional es un movimiento global de más de 7 millones de socios, socias, activistas y simpatizantes que se toman la lucha contra las injusticias como algo personal. Combatimos los abusos contra los derechos humanos de víctimas con nombre y apellido a través de la investigación y el activismo.

Estamos presentes en casi todos los países del mundo, y somos independientes de todo Gobierno, ideología política, interés económico o credo religioso.

“No pido la libertad de Pablo, sino una oportunidad para defender su inocencia”

Pablo y Cándido Ibar, durante una visita a la cárcel en 2009. El fondo de la pared está pintado por las autoridades de la prisión para dar una imagen más humana de las condiciones de reclusión. Copyright: Particular

Ángel Gonzalo

Periodista de Amnistía Internacional en España —
  • Cándido Ibar es el padre del único español condenado a la pena capital en el mundo. Hace diez años que le conozco, un poco menos de los que lleva su hijo Pablo en el corredor de la muerte de Florida, Estados Unidos. Cándido participa junto a otras 1.500 personas de 90 países y cinco continentes en el 5º Congreso Mundial contra la pena de muerte que se celebra en Madrid del 12 al 15 de junio.

Cándido Ibar es hermano del malogrado boxeador vasco José Manuel Ibar “Urtain” -campeón de Europa de los pesos pesados- y un afamado pelotari que fue a buscarse la vida a Florida en los años 70, justo cuando su hermano saboreaba el éxito deportivo. Cándido se siente extraño ante las comparecencias públicas y las entrevistas. Es parco en palabras y de mirada profunda. Sus ojos reflejan año tras año el cansancio que le produce pelear a brazo partido con el sistema de justicia norteamericano para librar a su hijo de la pena de muerte. No se rinde. No se lo permite. “Hay que seguir. Hay que seguir. No pido la libertad de Pablo, pido una oportunidad para defender su inocencia”.

En 1994 Pablo Ibar fue acusado junto a otro hombre de asesinar a tres personas durante un robo en una vivienda. En 1998, el jurado no pudo llegar a un veredicto unánime de culpabilidad y el juez declaró nulo el juicio. Sin embargo, en un nuevo juicio celebrado en el año 2000 se le consideró culpable del triple asesinato. El 9 de marzo de 2006, el Tribunal Supremo de Florida confirmó su condena a pesar de no haber pruebas consistentes que le inculpasen y de que el Tribunal reconociese que hubo irregularidades en el juicio. La defensa buscó posteriormente la anulación del juicio en el que fue condenado a muerte y su repetición. Sin embargo, el 13 de febrero de 2012, se desestimó el recurso. Desde entonces, la defensa de Pablo Ibar ha apelado esta decisión ante el Tribunal Supremo de Florida y espera una nueva decisión.

Ayer, durante la presentación del 5º Congreso contra la pena de muerte que se celebra en Madrid del 12 al 15 de junio, Cándido coincide una vez más con Joaquín José Martínez, otro español que estuvo en el corredor de la muerte y que logró la libertad hace 12 años. Pablo ocupa ahora la misma celda en la que en su día estuvo él. Ambos intercambian saludos, palabras de ánimo y un mensaje a la sociedad: “No dejemos que Pablo muera, es responsabilidad de todos nosotros hacer lo que esté en nuestras manos para acabar con este asesinato legal. Cuando yo estaba en Estados Unidos creía en la pena de muerte. Después de haber vivido lo que viví no sé cómo podía pensar así. Ahora soy un activista contra este castigo tan cruel e inhumano”, dice Joaquín José. “En mi casa no puedo tener bombillas. Cuando estaba en el corredor de la muerte y una de esas bombillas -como aparece en las películas- parpadeaba, significaba que la silla eléctrica estaba en funcionamiento. Todavía tengo pesadillas. Me despierto y me bloqueo. Aquello deja secuelas para siempre”.

Junto a ellos, se sienta Ahmed Haou, ex preso de conciencia y exonerado en Marruecos en 1994 que pasó 10 años en el corredor de la muerte y que logró la libertad gracias a una intensa campaña de movilización. “Ayer estaba en el corredor de la muerte, hoy aquí, luchando contra este castigo. Me condené a mi mismo por criticar al gobierno. El hecho de que Amnistía Internacional me tomara como preso de conciencia me ayudó muchísimo. Antes no tenía ninguna esperanza, pero desde que Amnistía se interesó por mi caso, y también gracias al apoyo de otras organizaciones importantes, empecé a creer que había esperanza. Recibía al menos mil cartas al día desde España, Francia, América... que me influyeron positivamente en mi estado de ánimo porque me recordaban que no estaba solo”.

En 2012 sólo se documentaron ejecuciones en 21 países del mundo: un número idéntico al de 2011 pero inferior al de 28 países registrado un decenio antes. Se tuvo conocimiento de al menos 682 ejecuciones en el mundo, 2 más que en 2011. Se pudieron confirmar al menos otras 1.722 sentencias de muerte dictadas en 58 países, en comparación con las 1.923 dictadas en 63 países el año anterior. Estas cifras no incluyen los miles de ejecuciones que Amnistía Internacional cree que se llevaron a cabo en China, que mantiene los datos en secreto.

Las malas noticias son que una vez más hay un grupo de seis irreductibles que llevaron a cabo el mayor número de ejecuciones en el mundo: China, Irán, Irak, Arabia Saudí Estados Unidos y Yemen; y que India, Japón, Gambia y Afganistán reanudaron las ejecuciones el último año.

Las buenas son que sólo uno de cada 10 países aplica la pena de muerte y que en total, 140 -más de dos tercios de todos los del mundo- son abolicionistas en la ley o en la práctica. A estas últimas nos agarramos para creer en un mundo libre de pena de muerte, para que personas como Pablo Ibar dejen de sentir la angustia de que cualquier día se podría abrir su celda y el Estado acabar con sus vidas, a sangre fría .

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