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Institutos paralizados: “Es una huelga especial, distinta”

El IES Lope de Vega, de Madrid, paralizado por la huelga y casi sin alumnos.

Daniel Sánchez Caballero

Suena el timbre que marca la hora del recreo en el IES Lope de Vega, en el centro de Madrid, y apenas salen una decena de alumnos de sus aulas. El instituto, con más de 900 alumnos en sus diferentes etapas, está prácticamente paralizado, según se observa a simple vista y confirma su directora, Maite Plaza.

La tónica se repite en tres de los principales institutos del centro de la capital, con más de 2.000 alumnos y 200 profesores entre los tres: aulas vacías, clases con un puñado de personas o incluso con una solo, algunos alumnos sueltos, hombres en su inmensa mayoría aunque no solo. También se ven profesoras, no todas han seguido la huelga, aunque quisieran hacerlo.

“Estuvimos debatiendo sobre la cuestión hasta ayer a altas horas”, explica Inma Ballesteros, profesora de Educación Física en el Lope de Vega, en el gimnasio. “Pero llegamos a la conclusión de que nos resultaba imposible hacer la huelga al 100%. ¿De qué hacíamos huelga? ¿De casa? ¿De los hijos las que somos madres? ¿Del trabajo? Este centro tiene muchas profesoras y el equipo directivo es femenino, y al final de alguna manera iba a repercutir en otra mujer”, argumenta. “Hay quien no podía dejar a sus hijos o hijas con nadie, ha sido un proceso muy interesante porque nos hemos dado cuenta de que era imposible hacer la huelga total”, reflexiona.

A su lado está la prueba andante de lo que cuenta, la hija de una compañera de trabajo, de unos diez años, que no ha tenido otro lugar en el que quedarse.

La huelga ha paralizado la actividad en la mayoría de los centros de enseñanza, sobre todo a nivel de Secundaria. En CC OO hablan de “centros teñidos de morado” y “trabajadores y trabajadoras que han secundado la huelga” e “interrupción de la actividad académica”, aunque no han ofrecido cifras de seguimiento.

“Es una huelga distinta”

“Es una huelga especial, distinta”, confirma Maite Plaza. Después del agotamiento que supuso para el profesorado la movilización casi constante durante la tramitación de la LOMCE, con convocatorias de paros muy continuadas, el sector había perdido quizá un poco de entusiasmo reivindicativo que hoy ha recuperado aunque sea por otras causas, según esta directora. Y ha tenido más seguimiento, al menos en su centro.

A las 11.05 una veintena de alumnas que han acudido al IES San Isidro de Madrid a primera hora de la mañana organizan una concentración espontánea frente a la puerta de su instituto. Se lanzan las consignas clásicas del feminismo, pero dura poco. “¡Nos vamos a Callao!”, grita una. A la concentración de la mañana, la primera de tantas.

No perderán clase hoy, en cualquier caso. Los diferentes centros se las están ingeniando como pueden para atender a los alumnos que sí han acudido. Aunque no siempre es posible. “Me acabo de pasar una hora solo en clase porque la profesora no ha venido y no hay suficientes profesores para sustituir a todas las que han faltado”, explica María en la puerta del IES San Isidro. La siguiente hora será igual.

Unos centenares de metros más arriba, el Cardenal Cisneros está desierto. Ya desde antes de entrar se observa la anomalía del día en un centro que siempre tiene un gran número de alumnos arremolinados en torno a la puerta, charlando o fumando un cigarrillo. Hoy no hay nadie. La conserje del centro (o al menos la mujer que hoy atiende en la entrada) confirma que la actividad del instituto está bastante paralizada.

Una profesora que prefiere no dar su nombre sí ha dado clase. A cinco alumnos. “Hoy no se avanza. Han venido cuatro chicas que tienen algún suspenso y hemos estado repasando”, explica.

En todos los centros coinciden en algo: la jornada, más allá del seguimiento puntual que pueda estar teniendo, está siendo muy útil para el alumnado. “Ayer las chicas de Bachillerato organizaron un teatro contando la historia del feminismo que acabó convertido en todo un debate sobre el movimiento y la sociedad entre chicos de 13 años”, cuenta Ballesteros. “Las chicas reprochaban a los chicos que son unos machistas y ellos no entendían nada”, se ríe.

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