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El PSOE de Susana Díaz evita fijar su posición política sobre Catalunya para no perjudicar a Sánchez en las generales

Susana Díaz y Pedro Sánchez, en el mitin del sábado en Sevilla.

Daniel Cela

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El Parlamento de Andalucía ha sido este jueves el escenario del último debate electoral de las andaluzas y el primero de las generales: la unidad de España y la amenaza independentista en Cataluña. Fue el asunto principal de la campaña de PP, Ciudadanos y Vox en las andaluzas, alentado y difundido por sus líderes nacionales: Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal. Fue un discurso que monopolizó todos sus mítines y mensajes electorales y que funcionó en las urnas, dado que hoy existe un Gobierno de PP y Ciudadanos en Andalucía, sustentado por Vox. Los mismos protagonistas han reeditado aquella estrategia, trayendo al Parlamento andaluz sendas proposiciones no de ley en defensa de “la unidad de España”, de “rechazo al separatismo, al golpismo y a negociar con los independentistas”, y la exigencia al Gobierno de Pedro Sánchez para que convoque unas elecciones generales (ya convocadas para el 28 de abril). El objetivo era que la Cámara -y singularmente el PSOE de Susana Díaz- se retratase a las puertas de estas elecciones.

Y la estrategia ha tenido cierto impacto en el seno de los socialistas, que han afrontado con rostros de preocupación una votación envenenada en plena precampaña electoral: si el PSOE andaluz votaba a favor, se alineaba con la posición política de PP, Ciudadanos y Vox en contra de la estrategia de diálogo de Sánchez con los catalanistas; si el PSOE andaluz votaba en contra, reabría la fosa tectónica que divide al partido entre sanchistas y susanistas, un riesgo de alto voltaje para el candidato socialista a la Presidencia del Gobierno. Además la formación de Santiago Abascal fue tan dura en su intervención, tildando de derecha “acomplejada y cobarde” a PP y Cs, que los socialistas no podían arriesgarse a abstenerse y coincidir con Vox. El dilema ha sido tan difícil y el debate interno ha sido tan duro, según fuentes socialistas, que al final el PSOE no ha sabido o no ha querido resolverlo para no dañar las expectativas electorales de su candidato.

El equipo de Susana Díaz ha tomado conciencia de que se encontraba en ese atolladero por una “burda estrategia electoral” de Casado y Rivera, y han optado por una resolución sin precedentes: el PSOE, un partido de Gobierno, un partido que ha gobernado Andalucía durante 36 años y medio y que tanto ha influido en la dirección federal, no se ha atrevido a fijar su posición sobre un asunto medular en la política española y en el debate territorial. “No teníamos nada que ganar ahí”, dice un dirigente.

La propuesta de Ciudadanos, apoyada por el PP, pedía a los grupos del Parlamento andaluz hacer suya estas líneas: “Que considere una humillación y un chantaje inaceptable el nombramiento de un mediador para negociar con los separatistas”; “rechazar la deriva del presidente del Gobierno de realizar concesiones al separatismo (...) con el único fin de mantenerse en el poder”; “que reconozca que el diálogo sólo cabe con los que aceptan el cumplimiento de la ley”; “considerar que la única salida digna a una negociación que supone una humillación para la mayoría de los catalanes y españoles es que el presidente del Gobierno convoque de manera inmediata elecciones generales”. La propuesta del PP, respaldada por Cs, condena “el acoso de los separatistas a los catalanes” y exige a Sánchez el cese de las negociaciones con la Generalitat, ni siquiera en una mesa bilateral, y que se interrumpa cualquier diálogo “que ponga en cuestión la soberanía nacional o la unidad de España”.

La voz de Ferriz

El Parlamento andaluz ha hecho suya las consignas de PP y Ciudadanos contra Sánchez y la negociación con Cataluña gracias a los votos de las dos fuerzas conservadoras más la ultraderecha de Vox, y los votos en contra de la coalición Adelante Andalucía (Podemos-IU). Aunque el PSOE se ha invisibilizado en el momento de la votación, la posición de los socialistas ha sido defendida por la nueva portavoz del partido, Ángeles Ferriz, que ha respondido con un discurso muy beligerante, muy duro, y distinto a lo oído hasta ahora en el PSOE andaluz. “El Gobierno de Pedro Sánchez no ha hecho ni una sola cesión al separatismo catalán. Se puede ser firme y dialogante. Las dos PNL que han presentado aquí son mentira y una vergüenza. Son una burda maniobra para poner el Parlamento andaluz al servicio de sus jefes en Madrid”, ha dicho Ferriz. La diputada jiennense no ha leído su discurso, llevaba unas notas escritas que, en algunos pasajes, recordaron al duro alegato que hizo la ministra María Jesús Montero en el Congreso contra la derecha y los independentistas por tumbar los Presupuestos Generales: “La derecha y los independentistas representan dos bandos de intransigencia que se necesitan y se retroalimentan; Ustedes son unos salvapatrias de tres al cuarto; están echando gasolina al fuego de Cataluña; Rajoy ha sido la mayor fábrica de independentistas”.

Ni el tono ni el contenido de su discurso guarda parentesco alguno con la opinión -pública y privada- de Susana Díaz sobre Sánchez y Cataluña. Ferriz ha sido aupada por la ex presidenta a la portavocía del PSOE andaluz, aunque su alegato hoy en el Parlamento ha provocado rostros dispares en la bancada socialista: sorpresa, regocijo, estupor, preocupación. “Estamos en elecciones y el PSOE debe estar unido”, ha sentenciado un dirigente fuera del hemiciclo, antes de la votación.

El problema catalán ha sido y es el principal motivo de discrepancia entre Pedro Sánchez y Susana Díaz. La ex presidenta de la Junta y secretaria general del PSOE andaluz evitó confrontar en público con la dirección federal del PSOE a cuenta de la figura del relator en Cataluña, pero su silencio se reconoció dentro del partido como un mensaje de desaprobación. La sevillana nunca ha compartido la hoja de ruta de Sánchez frente a los independentistas. Defendió la intervención de la autonomía catalana a través del artículo 155 de la Constitución la primera vez que lo utilizó el expresidente Mariano Rajoy, y volvió a alinearse a favor de una segunda intervención tras las elecciones andaluzas del 2 de diciembre.

Díaz está convencida de que la posición dialogante del Gobierno con los independentistas catalanes -que le apoyaron en su moción de censura contra Rajoy para ser presidente- le ha servido de garrote a los partidos de derechas para echarla del Palacio de San Telmo, después de 36 años y medio en el poder. El debate sobre la soberanía nacional y Cataluña ha unificado la propuesta de Ciudadanos y la del PP -cada uno ha enmendado su texto al otro- en una suerte de carrera para ver quién defendía más y mejor a España. Los dos grupos conservadores son competidores a cara de perro en las generales, pero en Andalucía comparten Gobierno y se han tratado como aliados frente a la bancada del PSOE.

Luego ha aparecido en el atril el portavoz de Vox, Alejandro Hernández, que ha cargado contra PP y Cs, tildándoles de derecha “acomplejada y cobarde”, y erigiéndose como el gran valedor de la unidad de España y el enemigo principal del independentismo. Los tres partidos conservadores han demostrado cierta armonía en todo lo que tiene que ver con política y gestión de Gobierno que afecta a la ciudadanía, pero en este debate sobre símbolos, banderas e identidades nacionales, Vox ha sacado las garras, sobre todo contra el partido de Albert Rivera. La formación ultraderechista y Ciudadanos han protagonizado el cruce más bronco del debate (hasta que intervino el PSOE): “Ustedes acaban de votar en el Senado en contra de una declaración institucional en defensa de los derechos del colectivo LGTB. ¿Es que los homosexuales no son españoles? Más tolerancia y menos homofobia”, le ha espetado Fran Carrillo al portavoz de Vox.

Todo este debate que es capital para la estrategia nacional de PP, Ciudadanos y Vox ha sido seguido desde dentro del hemiciclo por un puñado de diputados de estos tres partidos. Apenas se oían aplausos en las intervenciones del portavoz del PP y de Cs, porque en su bancada no había nadie escuchándoles (coincidió con la hora de comer, pero la presidenta de la Cámara, Marta Bosquet, no quiso interrumpir la sesión). Sólo había un miembro del Gobierno andaluz, la consejera de Cultura, Patricia del Pozo, y no estaba presente ningún dirigente: ni el presidente de la Junta, el popular Juan Manuel Moreno Bonilla, ni el vicepresidente y líder de Cs, Juan Marín, ni Susana Díaz ni el portavoz de Adelante, Antonio Maíllo.

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