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Chequeo a la democracia
Una vez más nos han engañado, nos han convidado a un debate televisado, el gran debate de la democracia mundial, en el que no se debatía nada. Si preguntamos a la gente que pacientemente lo vio, cebada por los anuncios, o que se molestó en leer la prensa del día siguiente, veremos que en realidad no se merecía apenas unos minutos de nuestro tiempo. Hubo debate entre Joe Biden y Donald Trump, por supuesto, pero fue un show que tuvo más de reconocimiento médico.
El veredicto, o el resultado del chequeo, fue demoledor: Biden no está bien, no está en condiciones de enfrentarse a su rival Trump. Prácticamente en tiempo real, diversos actores mediáticos se pronunciaron con una recomendación o exigencia: retírese. Creo que el debate era para eso, para tener la coartada escenográfica de hacerlo, para pedir la retirada ante la evidencia televisada, ya no eran los chascarrillos o las bromas reales o fantasmeadas en la red, hace meses que los partidarios demócratas o sus beneficiarios están tratando su substitución.
Paradójicamente, el estado físico de Biden se ha discutido pero apenas ha sido advertido el estado mental de Trump
Pero no debe ser una cuestión de edad, más lo es de capacidades. De hecho, su rival tiene tan solo tres años menos que él. Paradójicamente, el estado físico de Biden se ha discutido pero apenas ha sido advertido el estado mental de Trump; no solo me refiero a sus mentiras y falsificaciones, también a su inestabilidad política que puede llevar a su país y a toda su esfera de influencias a la locura; una locura contagiosa en aquella y esta orilla del océano, en Europa llega a orillas del Manzanares, pongamos que a Madrid.
No solo el sentir mediático publicado y el de algunos de sus correligionarios demócratas, más o menos embozados, piden a Biden que se retire, de manera muy activa están sus donantes, es decir, los que ponen el dinero para su campaña, millones de dólares aportados por multimillonarios y grandes empresas de toda suerte, incluidas armamentísticas, más o menos visibilizadas.
Es decir, que el pueblo quizá haga presidente a Joe Biden, pero ahora las empresas pueden tumbar su candidatura
Es decir, que el pueblo quizá haga presidente a Joe Biden, pero ahora las empresas pueden tumbar su candidatura. Claro está que si fuera elegido a pesar de todo, las mismas empresas serán unas de las protagonistas de la victoria y sus beneficios. Empresas que donan y pueden donar para que salgan los suyos y luego trabajar por lo suyo desde posiciones privilegiadas que, sin la menor duda, el elegido les concederá. Les parecerá una perversión, lo es, pero esa es la democracia estadounidense, la de los opulentos, con un poco de pueblo pero tan manejable que no sabemos si resistiría un chequeo como Biden y Trump.
Las empresas ya apostaron por un ticket, un dúo, un par impar, por Joe Biden y Kamala Harris. Ese es el paquete que apoyan y salvo sorpresas, sería Harris quién afrontaría la candidatura presidencial en caso de repliegue. Dicen los que la apoyan que entre sus virtudes está que es mujer y negra, quizá piensen que no hemos desmenuzado los resultados de la victoria anterior de Trump cuando se pudo comprobar, para la sorpresa de los más ingenuos, que su electorado estuvo repleto de votos de minorías racializadas, mujeres, gays, obreros, latinos, inmigrantes…
Ciertamente, Harris representa lo mismo que Biden y no tiene nada que ver con esos rasgos o méritos de nacimiento señalados. Condolezza Rice, mujer y negra, que fue secretaria de Estado con George W. Bush, no dejó precisamente buen recuerdo en el mundo creado por Bush, para más razón, pregunten en Irak.
Joe Biden no está bien, Trump tampoco está muy católico. En manos de ambos están los estadounidenses pero también el resto de la parte del mundo que vive bajo su hegemonía, lo que quiere decir bajo la hegemonía de los grandes multimillonarios
En resumen, Joe Biden no está bien, Trump tampoco está muy católico. En manos de ambos están los estadounidenses pero también el resto de la parte del mundo que vive bajo su hegemonía, lo que quiere decir bajo la hegemonía de los grandes multimillonarios que se gastan miles de millones de dólares para que gane el suyo. Las grandes empresas ya hace mucho que patrocinan la democracia, ponen a sus candidatos y los quitan, con el apoyo de una justicia estadounidense que ya dejó claro que estas maniobras son manifestación de la libertad de expresión de las empresas.
A pesar de los movimientos en la oscuridad o a las claras del día, Joe dice que sigue, más Rigoli que Biden, sólo un descenso del Todopoderoso lo podría convencer de apearse de su empeño. A Biden, que es católico, se le aparece dios, como a otros dirigentes que encuentran su inspiración en lo que les dice la divinidad a ellos en la intimidad. Es frecuente encontrar esos susurros en las alturas y no entre la voluntad del pueblo y la ley de los hombres, incluso algunos jueces desprecian las leyes del Parlamento de los hombres para sólo seguir las Tablas de la Ley que un día al parecer les entregó Moises por encargo de la divinidad en el Monte Sinaí, con poco caso al octavo mandamiento, por cierto.
Pero, en fin, si estamos esperando al Todopoderoso, igual tendría a bien por la felicidad de sus hijos, decirle también a Trump que se retire, que es cristiano presbiteriano, después de todo el dios es el mismo. Para los ateos solo queda fortalecer la democracia por abajo, militando activamente en ella y, por arriba, esperar y apretar para que un día en Europa podamos caminar con una cierta autonomía o volvernos igual de locos.
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