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Cole de tarde, extraescolares, aparcaniños y oportunidades

Alumnas y madres en el primer día de vuelta al colegio.

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Cuando teníamos 13 años, las y los niños de 8º de EGB (hoy 2º de la ESO) de mi colegio fuimos seleccionados para participar en un debate escolar en el Parlamento de Andalucía junto a otros dos o tres centros de la comunidad. La idea era que propusiéramos, debatiéramos y en su caso aprobáramos las medidas que nos interesaran. Nosotros lo tuvimos claro: queríamos dejar de tener clases por las tardes, poder descansar, jugar en el barrio, ver la tele, estar en familia. Yo fui la portavoz de la propuesta. Logramos que se aprobara. Pero fue una victoria simbólica porque en la realidad seguimos teniendo clases por la tarde y sufriendo el sopor en el pupitre después de comer, sobre todo en los meses de calor que tanto se alargan en el sur y luego ese infinito trayecto del bus de ruta. Recuerdo que al llegar a casa ni el tiempo ni la energía daban ya para nada.

Desde que soy madre, este año por primera vez sin hijos en la Primaria, afronto el tema de si jornada continua (solo de mañana) o partida (mañana y tarde), objeto de exhaustivos análisis como este en elDiario.es, como un auténtico dilema personal. Porque la niña que sobrevive en mí ve horripilada que vuelve esa obligatoriedad de tener clases por las tardes impuesta por la presidenta Ayuso, tan adalid ella de la libertad (de beber cervezas y de que los millonarios tributen cada vez menos), e incluso la madre que soy prefiere mil veces las extraescolares deportivas, de idiomas, creativas a las que, convertida en taxista, llevo años llevando a mis hijos. Pero mi situación de privilegio socioeconómico no me impide ver que hay muchas familias, la mayoría, en las que no es planteable que la madre, ¡menos aún el padre!, recorte su jornada laboral verpertina para atender a los críos y puedan pagar actividades y academias privados.

El tiempo y el dinero no dan. Entonces, o bien, con suerte, primero pueden dejarlos en ese comedor concedido a empresas hasta suspensas año tras año por la dirección y el Consejo Escolar (CE) del cole pero que ganan el concurso público por presentar la oferta más barata, y acto seguido los inscriben en actividades “asequibles” casi siempre de mero entretenimiento que se ofrecen, subcontratadas, en los patios de recreo, o recogen a los chiquillos los abuelos o deben quedarse solos en casa. En todo caso, en desventaja académica y de salud, física y mental, frente a las hijas e hijos de quienes llenamos sus tardes de experiencias de pago alejándolos de los buitres al acecho del sedentarismo y las redes sociales.

Lo que el falso debate esconde

Entonces, ¿cole por la tarde sí o no? Pues para mí es un falso debate que busca enmascarar lo que de verdad deberíamos estar hablando y reivindicando y logrando, sobre todo cuando ejerce el gobierno una coalición progresista, y es: ¿dinero para la escuela pública o bajadas de impuestos a los ricos y, encima, pago a la concertada?

Me explico. Yo soy una convencida defensora de la escuela pública, no de boquilla, ni solo en mis artículos, sino sobre todo escolarizando en ella a mis hijos y, además, siendo durante años secretaria de la Junta Directiva del AMPA, reivindicativa representante de las familias en el CE, y activa en gestiones ante la Administración y en manifestaciones.

El debate sobre clases por la mañana o mañana y tarde es una trampa que esconde el verdadero tema clave: la deriva creciente de dinero público a la escuela concertada de forma que los colegios públicos no pueden ofrecer actividades verpertinas atractivas frente a las extraescolares privadas pagadas aparte.

Pese a ello sé que obligar a todo el alumnado a quedarse por la tarde en los coles públicos en el actual contexto de desinversión en ellos sería un castigo para quienes hoy disfrutan de extraescolares elegidas. Quizá a cambio de cierta homogeneización con los actualmente excluidos, eso es cierto, lo que explica mi dilema. Pero en todo caso dejaría a ambos grupos de escolares de la pública en desventaja frente a los de la concertada y la privada que reciben formación de tarde pagada con la suma de las subvenciones públicas crecientes más los recursos de familias que pagan cuotas extras de más de 1.500€.

Urge más escuela pública pero se invierte en concertada

Ante las realidades injustas y dañinas que urge cambiar se arguye siempre “es un tema complejo”. Así se paraliza a la gente, bajamos los brazos y todo sigue como conviene a las elites beneficiadas, ¿no?

Para avanzar en la solución lo primero es evitar que nos hagan el lío, radiografiar la realidad, diagnosticarla y ponerse a trabajar. Y en este tema hay dos líneas de acción concretas:

La primera es aumentar la inversión en la escuela pública, incrementando para costearla los impuestos a multinacionales y multimillonarios y acrecentando el presupuesto de educación (porque este curso arranca con el promocionado “Plan de refuerzo de Lengua y Matemática” descafeinado al tener solo 95 millones € de los 500 millones € prometidos).

Y, por supuesto también aprovechando la bajada de la natalidad para cerrar aulas concertadas innecesarias y derivando al alumnado a la pública. ¿Alguien pondrá el cascabel al gato? Ojalá, pero lo dudo. Al menos en Andalucía, con la Junta del PP ejerciendo las competencias educativas, vamos a más concertada y no a menos con el riesgo cada vez más cerca de materializarse de que concierte hasta los bachilleratos que hasta ahora solo pueden ser públicos o privados. ¿Por qué la izquierda no se planta y reduce y cierra conciertos? ¿Acaso no temen el castigo electoral y por tanto es también responsabilidad social nuestra, de todos?

Con más dinero para la pública se contratarían más profesores y con esos recursos humanos y recursos materiales se podrían ofrecer por las tardes, desde el sistema público, con otros turnos docentes, atractivas actividades de idiomas, deportivas, creativas que hicieran innecesario pagar por extraescolares ajenas a la escuela.

Recortar y racionalizar la jornada laboral

Por último, no hay que olvidar una segunda línea de acción que es imperiosa no ya solo pensando en las y los chavales sino en las familias y la sociedad. Me refiero al inaplazable recorte y racionalización de la jornada laboral de trabajadoras y trabajadores.

Argumentar que obligar a que los niños tengan cole mañana y tarde es ayudar a la conciliación de las madres es una tramposa verdad a medias. Lo que urge es reducir y racionalizar la jornada laboral de padres y madres que es hoy la principal causante de la epidemia de enfermedades mentales.

Porque tenemos que hacer real nuestro derecho a vivir sin que cada hora sea producir, comer y dormir. Justo esta semana de “vuelta al cole” un estudio de la Autónoma de Barcelona plantea con datos lo que sabemos colectivamente por experiencia: que el alto consumo de ansiolíticos en España se debe sobre todo a la mala organización del trabajo que genera estrés e imposibilita conciliar.

Todo lo cual se agudiza entre las mujeres. Porque, voy a compartiros algo que he descubierto estos días: las y los hijos de madres con estudios universitarios tienen hasta 12 veces menos probabilidad de abandono escolar. Con ese dato en mente: ¿a quiénes veis junto a los peques cada tarde supervisando los deberes, a mamás o a papás?

No nos distraigamos y vayamos al grano de lo que hay que transformar para mejorar la vida de la mayoría social.

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