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A la cuarta pregunta
La verdad es que hay días, y cada vez son más frecuentes, en los que me invade la envidia cochina, a veces por un quítame allá esas pajas, como cuando leo que a una empresa cementera le han perdonado una multa de cientos de millones por engañar a Hacienda, mientras un funcionario tiquismiquis me aplica el tercer grado con insidiosas preguntas para que le explique por qué el organismo que tan indignamente dirige Montoro tiene que devolverme unos chavicos tan necesarios para mi subsistencia, sobre todo al precio que se ha puesto la mortadela con aceitunas.
Y en esto de sufrir envidia, el otro día fue un día especialmente doloroso al saber que los catalanes ya tienen su pregunta, que es la madre de todas las preguntas, casi en el mismo nivel que la que todos hemos sufrido de novios cuando la media naranja -o media manzana o media pera- nos preguntaba con ojos de osito de Mimosín: “¿Cariño, tú me quieres?”. La respuesta es obvia si tienes una apretura, que siempre la tienes a esa edad.
“¿Quiere que Catalunya sea un Estado?”, les va a preguntar el nacionalista Mas, como si la respuesta pudiera ser que no, que es mejor que sea un serón de esparto para transportar cebollinos. Por si la cosa necesitara aclaración; y si la respuesta es sí, a continuación se les preguntaría: ¿pero un Estado independiente, de verdad de la buena?
No son malas preguntas, aunque yo les haría incluso una tercera: “Pero, ¿independiente de quién?”, en la seguridad de que muchos catalanes contestarían que les gustaría ser independientes de la Infanta que vive en Pedralbes, de las hipotecas que ejecuta la Caixa, de las bajadas de sueldos que confisca la Generalitat y de los recortes en Sanidad a los que tan gustosamente se aplican los nacionalistas de derechas, y perdonen la redundancia.
Y ahí viene la envidia de la que hablaba, ya que un servidor, como a casi todos los vecinos andaluces, también me gustaría que me hicieran la primera pregunta, e incluso la segunda y la tercera, sobre todo porque andamos más bien a la cuarta pregunta, expresión coloquial que se inventó en Sevilla -¿dónde, si no?-, que viene a significar que estamos más tiesos que la mojama.
Cortinas de humo
Y que conste que entiendo al Gobierno catalán e incluso al Gobierno español, muy necesitados ambos de tender cortinas de humo con preguntas tontas y simposios históricos (más bien simplosios) que oculten el desmantelamiento de los servicios públicos, que esa sí que sería una buena pregunta para los catalanes, e incluso para los españoles: “¿Quiere que Cataluña y/o España sigan siendo un Estado, pero del Bienestar?”.
Lo que ya entiendo menos es que el PSOE e IU (y sus marcas en Cataluña) nos entretengan discutiendo si son galgos o son podencos, cuando en realidad son dóberman con mucha mala leche que se están quedando con lo que es de todos, incluso con lo de los obreros y campesinos catalanes. Estas discusiones bizantinas deberían dejárselas al PP y a UPYD y a sus franquicias catalanas, y nunca mejor dicho lo de franquicias. Porque al final lo de la independencia, como dijo otro andaluz ilustre, es una de las cosas que no pueden ser y además es imposible, salvo que Rajoy y el Partido Popular se empeñen y sigan empleando la conciliadora política de la patada en las partes blandas.
Lo que sí deben tener claro los catalanes es que la primigenia e idílica pregunta que da comienzo a la felicidad eterna -¿tú me quieres?-, enseguida es sustituida por otra más prosaica y que refleja mejor la realidad: “¿Seguro que no te has quedado con algo?”. Así también ellos estarían a la cuarta pregunta.
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