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De desfile en desfile, hasta el desfile final
Modesto González es el flamante recién renovado alcalde de Coria del Río, Sevilla, (30.657 habitantes). Obtuvo la confianza de sus vecinos con el 45,83% de los sufragios bajo las siglas de Andalucía por Sí.
El regidor coriano, ya mosqueado por tanto alarde militar por sus orillas, ha saltado como un resorte, harto de que lo toreen, a él y a su pueblo. Muy cerca, a la entrada de Coria, por donde llegaba el tranvía desde la capital, está diseñada la construcción de un túnel bajo el Guadalquivir que conecta la SE- 40 entre ambas orillas, pero no hay manera. Tiene motivos Modesto; en su pueblo, en una nave, lleva años almacenada la tuneladora a esos efectos; costó a la UTE, 30 millones de euros. En esa situación de disponible almacenada, como el empeño de los corianos, lleva generados en los siete años que lleva recogida, unos diez millones de euros en gastos de mantenimiento.
Coria del Río se conecta con Sevilla por una autovía pero cruzar el río, hacia su entorno natural y futuro, es otra cosa, no solo para ellos, los corianos y demás comarcanos, para los onubenses y gaditanos que podrían, así, evitar Sevilla y acortar el camino que los separa. Desde siempre, Coria se relacionó con su otra orilla, su proyección, con una barcaza, gestionada por una empresa a la que pompa no le falta: Transportes Fluviales de Coria, SL. Me gusta el nombre, como los corianos, esos japos andaluces laboriosos donde los haya.
El alcalde se ha pillado un berrinche de cojones, la prensa económica se ha hecho eco de que en Londres la empresa española Ferrovial construirá un túnel bajo el Támesis (el Puente de Londres tiene una longitud de 283 metros, el vano del Puente del Quinto Centenario, en Sevilla, 265), por un importe de 1.333 millones de euros. ¿Pero, no nos dicen desde Madrid que el túnel de Coria no se puede construir por razones técnicas? Se pregunta y nos pregunta.
Desde abril de 2015, cuando se cortó la vía en Antequera, estuvo Granada sin tren, hasta hace poco. Ahora, por fin, se inaugura el camino del AVE hasta Madrid y Barcelona, por el angosto callejón de Loja, aunque dicen que ya lo van a orillar para que sea, de verdad, una vía rápida.
Desde las últimas riadas, Algeciras ha estado sin tren, no sin una vía rápida electrificada que desenclave su puerto, no, sin tren. Ha llegado el alivio de la mano de los trenes rana, estropeados y humeantes desde que llegaron de una feliz y merecida jubilación después de haber prestado servicios en Extremadura. Del tren rápido por Bobadilla, poco a poco; al final, los campogibraltareños han votado seguir con los mismos. No habrá tren. Ningún problema.
A todo esto, Felipe, frente la mismita Puerta de los Príncipes, en Sevilla, cabeceaba de desaprobación en un gesto regio recogido por televisiones y cortesanos afectos. El hombre estaba preocupado, igual que Curro Romero cuando no le gustaba el ganado y descartaba salir por esa puerta mágica. Curro no se quitaba la montera, Felipe, la gorra de plato, tampoco. Sería el ambiente. El rey estaba contrariado pero porque la bandera no tremolaba como debiera. Parece que los propios y su jefe supremo no saben, ignoran, su Casa civil incluida, qué es eso de Papá Levante, aunque bien les vendría saberlo. José Bonaparte lo aprendió rápido cuando contempló Cádiz desde El Puerto de Santa María. No saben que, como las nefastas infraestructuras, el viento forma parte de las señas de identidad de esta tierra al sur de Europa, donde continúan sus dominios regios y parecen también, sus insuficiencias mentales.
Andalucia, triste, quejosa por sus alcaldes, aunque no todos: Juan Espadas, alcalde de Sevilla, luciendo apoyos masivos, bastón y cirio, brindaba feliz de tanta gente. Sevilla, esa Sevilla.
Había Feria del Libro en Sevilla pero los comentaristas de la vida y corte de España, con corresponsales nativos en el “Sur”, desde Madrid, no se habían enterado. Sevilla, plató de cine, salón de actos, bautizos y comuniones, bodas y pescaditos. La gente estaba feliz, desfiles y más desfiles, bandas de música, si no te gusta la milicia, habían 35 procesiones en la calle, desfiles, todo baratito. Y, por la noche, cantaba Alejandro Sanz, eso sí, en el campo der Beti.
La Casa real no tiene ni idea de meteorología del Sur, al Manzanares no llega el bendito Levante, pero a Sevilla sí y no permite que tremolen las banderas al gusto del monarca. Tampoco saben que sin Papá Levante, igual la gente se hubiera ido a Matalascañas. Cosas del Sur, sin puentes ni túneles, pero con romerías, desfiles y una ventosidad histórica de mucha irritación para el Rey. Yo, de meteorólogo del Rey, ya hubiera dimitido.