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Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

Factores que reducen el riesgo de incendios

Un helicóptero del Infoca lucha contra el gran incendio de septiembre en Sierra Bermeja.

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El año 2021 fue un año que ha marcado un punto de inflexión por el contexto global de aumento del riesgo de incendios por el abandono del paisaje en el medio rural y el impacto del cambio climático.

En Navalacruz, Ávila, se arrasaron más de 22.000 hectáreas el pasado mes de agosto. En Sierra Bermeja, Málaga, declarado el 8 de septiembre, se quemaron casi 10.000 hectáreas de tres espacios naturales protegidos y se produjo la muerte de un bombero. Los grandes incendios crecieron un 25% en el pasado año.

En la actualidad los incendios forestales comparten unas causas estructurales extensibles al conjunto del arco Mediterráneo. Por un lado, el vaciado de las áreas rurales hacia núcleos urbanos ha favorecido el abandono de prácticas tradicionales como la ganadería extensiva y el aprovechamiento de las masas forestales elevando la acumulación de combustible en el paisaje, y por otro lado la escasez de lluvias y las elevadas temperaturas aumentan los periodos de riesgo y la intensidad de los incendios, resultando a veces difícil la extinción por falta de medios.

El agua se evapora con más facilidad y nuestros montes tienen menos agua para sobrevivir, son más vulnerables, sufren estrés hídrico. Por tanto, tenemos periodos mucho más duraderos de riesgo de incendio que ya no se concentran en la temporada de verano

La despoblación rural y el cambio climático intensifican la virulencia de los incendios. El despoblamiento rural producido desde finales de los años 60 llevó a que muchas hectáreas de monte forestal dejaran de cultivarse y cuidarse, generando más carga de combustible forestal. Y el cambio climático se visibiliza en temperaturas medias más altas y un régimen de lluvias cambiante. Ha cambiado la distribución de las lluvias durante el año. No llueve igual ahora que hace 30 años y no es lo mismo que caigan 20 litros durante 12 días que 100 litros en un día. Lo primero implica aprovechamiento, lo segundo genera inundaciones. El agua se evapora con más facilidad y nuestros montes tienen menos agua para sobrevivir, son más vulnerables, sufren estrés hídrico. Por tanto, tenemos periodos mucho más duraderos de riesgo de incendio que ya no se concentran en la temporada de verano.

Para combatir esta situación hay que trabajar para mantener el paisaje vivo y más preparado para este escenario de incendios mediante una gestión forestal sostenible en la que se recuperen las actividades tradicionales como el pastoreo o la ganadería extensiva y el aprovechamiento forestal, además de otras buenas prácticas.

Hay que poner en valor los servicios ecosistémicos y ambientales de la actividad socioeconómica rural en zonas forestales. Se trata de actividades que no solo producen tangibles como carne, leche, lana o artesanía, sino que conservan y mantienen vivo un paisaje más preparado para el fuego.

Para ello, es necesario que los consumidores conozcamos estos valores intangibles y a la hora de adquirir productos incorporemos en nuestros hábitos de compra este papel de las producciones rurales, optando por productos de proximidad que retribuyan a las gentes que viven en el medio rural porque solo si ellos pueden vivir dignamente en el campo se mantendrán los paisajes vivos, como sociedad podemos decidir qué paisaje es el que queremos.

Repoblar la España vaciada y fomentar una economía rural sana preservaría y enriquecería la biodiversidad, reduciría el riesgo de mega-incendios y facilitaría el control del fuego

Reivindico una estrategia de gestión sostenible del territorio que revalorice los bienes rurales y el comercio local. Repoblar la España vaciada y fomentar una economía rural sana preservaría y enriquecería la biodiversidad, reduciría el riesgo de mega-incendios y facilitaría el control del fuego.

El año 2021 se ha despedido con temperaturas por encima de lo normal para esta época en la península Ibérica. Es el colofón a un año de eventos meteorológicos extremos y extraordinarios. El 2021 ha dejado claro que el ser humano tiene un problema -generado por él mismo- y que se llama crisis climática. Y ha sido el año en el que los gobiernos admitieron claramente que los planes que tienen sobre la mesa no permitirán que el calentamiento se quede dentro de los márgenes de seguridad.

Nos estamos acercando al punto en el que el potencial desecante de la atmósfera es tal que se tornan inflamables zonas que, hasta ahora, no podían arder debido a su elevada humedad o a su escasa carga de combustible. Décadas de dejadez en la gestión del territorio forestal y rural han creado un problema tan expandido que la solución es cada vez más lejana y ya raya el punto de ser irreversible.

El brutal incendio forestal, considerado de sexta generación, en Sierra Bermeja, Málaga, explica el cambio en el régimen natural de los incendios, el abandono del medio rural y el cambio climático. Este brutal incendio forestal ha sido calificado de sexta generación. Esto quiere decir que es capaz de generar su propia meteorología en forma de pirocúmulos-unas nubes blancas en forma de seta provocadas por la fuerte convección del fuego y que actúan como chimeneas.

Los incendios forestales arrasaron un total de 85.369,13 hectáreas de superficie desde que comenzó 2021 hasta el 30 de noviembre, una cifra que es un 10,73 por ciento menor a la media del decenio pero un 28% superior que las 66.694 hectáreas quemadas en el mismo periodo de 2020, según el avance estadístico del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.

Durante los once primeros meses del año 2021, a falta de que el Ministerio complete su estadística anual, se han registrado 8.281 siniestros, de los que el 67,06% fueron conatos, es decir, que se apagaron antes de que alcanzaran una hectárea de superficie quemada y el resto (2.727 siniestros) superaron esta superficie. De ellos, 18 pasaron a engrosar las filas de la categoría Grandes Incendios Forestales (GIF) por pasar de 500 hectáreas, tres de ellos en Andalucía. 

Casi la mitad, el 48,77% (41.642,30 hectáreas) de la superficie calcinada era matorral y monte abierto y el 28,49% de superficie arbolada. El resto, 19.397,08 hectáreas quemadas, eran pastos y dehesas.

No olvidemos que España es uno de los países de la Unión Europea más afectados por los incendios forestales, un problema que amenaza con intensificarse debido a los efectos del cambio climático.

Los incendios forestales son un grave problema ecológico, social y económico. Saber cuándo y dónde se producen, cuál es su extensión, a qué vegetación afectan y, sobre todo, por qué se producen y quién o qué los causa es fundamental para evitarlos

En más de un 96% de los incendios con causa conocida en España, el fuego es ocasionado por el ser humano, 2012 fue el peor año de la década en cuanto a incendios. Ese año ardieron 218.956 hectáreas, una extensión equivalente a la provincia de Vizcaya.

Los incendios forestales son un grave problema ecológico, social y económico. Saber cuándo y dónde se producen, cuál es su extensión, a qué vegetación afectan y, sobre todo, por qué se producen y quién o qué los causa es fundamental para evitarlos, protegernos ante el fuego y conservar nuestro patrimonio forestal.

La prevención de los incendios forestales empieza por conocerlos, de esta forma podemos ayudar a prevenir.

Sólo será posible mitigar el impacto de los incendios en un contexto de cambio global si actuamos en la medida que podamos en la desaceleración de dicho cambio, esto es, frenando la despoblación rural, favoreciendo el desarrollo rural y los aprovechamientos tradicionales en extensivo. Necesitamos de una estrategia integral de gestión de incendios forestales que invierta en prevención social y que ponga la gestión del territorio en primer plano.

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