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Gran marea baja

Fotograma de Informe General, un documental de Pere Portabella sobre la transición española
1 de octubre de 2023 21:04 h

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En Venecia es pura poesía: góndolas sobre el fango es la imagen romántica de las grandes mareas bajas. Donde no es Venecia, todo es más prosaico, cuando bajan mucho las aguas por las mareas, desaparece la imagen de postal que tenemos del mar para ver que debajo de tanta belleza, abundan anclas, bicicletas, lavadoras, ruedas, carritos de super, trampas y más trampas ocultas, trastos viejos inservibles hasta ahora invisibles.

En política pasa algo similar cuando hay aguas vivas –que no pueda haber un gobierno de derechas lo es–: aflora la confrontación, tensión, crispación, peleas por el poder; cuando baja la marea política solo aparecen trastos viejos, en casi todas las esferas de la carcunda de un país, expresada con gran acritud en ciertas instituciones del Estado, antiguas, supervivientes sin merecerlo en el Estado democrático: políticos antiguos aferrados al poder, poderes como el judicial, siempre inadaptado a las reglas de la democracia, nobleza de toga predemocrática, las Fuerzas Armadas, siempre sin civilizar, entiéndase en el sentido constitucional, es decir, sujetas al poder ejecutivo y civil, los cuerpos y fuerzas de seguridad, la Iglesia, aún anclada en un estatus que no les corresponde en un Estado con aconfesionalidad constitucional.

Todos esos artefactos, ocultos cuando la marea es tranquila y no se presienten amenazas, afloran como fragmentos y reliquias del pasado preconstitucional cuando las aguas tienen la viveza de la democracia- digamos que en tiempos de investidura- y dejan de jugar su papel constitucional para convertirse en amenazantes agentes de tiempos autoritarios.

Cuando vuelva la calma, espero, no deberíamos olvidarnos de los detritos de las mareas bajas. Esos detritos son la consecuencia de una transición impuesta en una transferencia obligada del poder pero no sincera ni mucho menos leal. La Transición en la que dicen los antiguos que aún vivimos, ya ha dado todo lo que puede dar de sí, debería de haber acabado. Es justo reconocer sus méritos y la dificultad de hacer lo que se hizo con las presiones de los herederos del régimen anterior pero también conviene tener presente y reflexionar sobre si esas corrientes profundas que sufrimos ahora no son la consecuencia de una Transición incompleta.

Si todo sigue atado y bien atado, el papel de un demócrata debe ser contribuir a romper el nudo gordiano que inmoviliza la democracia e impide el alumbramiento de una segunda Transición que permita avanzar en derechos y libertades de la ciudadanía, que recupere la Constitución territorial y sus consensos e impida la regresión a tiempos preconstitucionales.

Mientras hay mareas vivas, y eso ni es malo para la democracia como tampoco que veamos nuestras propias miserias en los fondos, en el fango, es normal esta gran marea baja en la que difícilmente se puede navegar. Pero la naturaleza es sabia y, con frecuencia, tras las pestilentes mareas de fango, llegan los macareos. La corriente remonta aguas arriba con olas de vigor y trae vida y frescura.

Si los demócratas de este país quieren y sus representantes políticos así lo ven, el macareo, la ola capitana de un nuevo gobierno progresista debe apuntar a una Segunda Transición; el papel de los antiguos y sus caballerizos, anclados en el pasado y sus privilegios heredados nos lo demuestra cada día que pasa. 

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