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Mareas blancas
Un clamor de malestar y preocupación recorre Andalucía por cómo hace aguas uno de las joyas de la corona del bienestar adquirido con la democracia, el sistema de la sanidad pública, uno de los mejores de Europa. Todos experimentamos en algún momento el deterioro progresivo: tres semanas de espera para la visita al médico/a de cabecera o de familia; retrasos de casi un año en las citas periódicas de enfermedades crónicas; si hay suerte un especialista te atiende a los tres meses de pedir la cita, pero las pruebas diagnósticas se prolongan casi un año. La prevención o llegar a tiempo en una enfermedad fatal se torna incierta.
El Gobierno de Juan Manuel Moreno saca pecho: en dos años se ha pasado de una media de 150 a 108 días en cirugías programadas, como si esta espera no fuera suficiente para desesperar a cualquiera. Los sindicatos apuntan que la estadística es otra. Un millón de andaluces sigue aguardando a una operación sin saber la fecha. Detrás de los números hay historias humanas felices que se sienten con suerte, pero muchas otras de frustración con nombres y apellidos ante una espera insoportable y desproporcionada.
El Gobierno de Moreno no oculta que esa mejora de los números se debe a su apuesta por inyectar dinero público a la sanidad privada. Ahí radica la controversia y la trampa, advierten los sindicatos y organizaciones como la de las Mareas Blancas. El Gobierno andaluz del PP hace una apuesta sin complejos por desviar la gestión de la sanidad pública a la privada, a la que pinta como salvadora de los colapsos quirúrgicos. Por ahora solo quirúrgicos, pero ya se desveló de manera torpe que el plan también incluye la externalización de la atención primaria. Esas esperas de tres semanas para una cita este verano en los ambulatorios durante las vacaciones de tu médico/a de familia… ¿otro globo sonda?
La única solución a todo ello que el PP ve por ahora es la de la contratación precaria para tapar huecos, echar mano de los MIR y soplar dinero a las compañías privadas incluso esquivando la normativa (los tribunales investigan posibles delitos por determinadas adjudicaciones a dedo)
La competencia de la pública con la privada se hace más desleal para la primera si además se le añade continuas inyecciones de dinero a la segunda de la caja de todos. No vale con decir, como sostiene Moreno, que su gobierno es el que más presupuesto ha dotado a la sanidad pública andaluza en su historia. Como advierten todos los sindicatos, los de izquierdas y conservadores, o una de dos, o se gestiona mal porque el deterioro del servicio es evidente, o el aumento de ese dinero se va solo a las ganancias de las privadas.
Las organizaciones sindicales lo tienen claro: para garantizar el carácter universal de la sanidad hay que dotar de más dinero la asistencia, pero destinado a la pública, no a los de la competencia. Han propuesto numerosos pactos (algunos firmados, pero incumplidos) para salvar a esa joya de nuestra democracia y esquivar los problemas que puedan sobrevenirle. Además de crisis como la de 2008 y la de la pandemia del Covid, el ejecutivo andaluz alude con razón a una población cada vez más envejecida y la jubilación de golpe de los sanitarios 'boomer'. La única solución a todo ello que el PP ve por ahora es la de la contratación precaria para tapar huecos, echar mano de los MIR y soplar dinero a las compañías privadas incluso esquivando la normativa (los tribunales investigan posibles delitos por determinadas adjudicaciones a dedo). Moreno alude a que no hay médicos a los que contratar, mientras las consultas y centros privados crecen como hongos en Andalucía. El tercer hospital de Málaga sigue siendo una promesa incumplida disfrazada de bombos mutuos entre las administraciones de la provincia, todas gobernadas por el PP, mientras ya hay proyectado otro privado que apuesto a que terminará mucho antes.
El gobierno del PP, con mayoría absoluta, se ha negado con cabezonería y soberbia a abordar en un debate monográfico en el Parlamento el deterioro de la sanidad y sus posibles soluciones. No tendrá más remedio que claudicar, salvo filibusterismo. La Coordinadora Andaluza de Mareas Blancas ha presentado una Iniciativa Legislativa Popular contra la gestión privatizadora de Juan Manuel Moreno. La iniciativa no prosperará por la mayoría del PP. Si bien, este partido no tendrá más remedio que aceptar su debate después de que la Junta Electoral de Andalucía haya avalado las cerca de 60.000 firmas necesarias para que el Parlamento debata una ILP.
Ninguno de aquellos recortes, ni siquiera la no renovación de contratos temporales de siete mil sanitarios, supuso el deterioro en la asistencia tan lamentable como ahora. Quizás porque se partía de un sistema de salud fuerte, saneado y mimado en la etapa Chaves, en la que también participó Montero
A meses de las elecciones andaluzas, es también una oportunidad tantas veces reclamada por la oposición, aunque esta cuenta con otro hándicap. Frente a Moreno no estarán ninguno de sus oponentes de la izquierda en las elecciones, cuyos líderes andaluces se hayan además inmersos en otras batallas, María Jesús Montero en presentar un presupuesto estatal como vicepresidenta y ministra de Hacienda, y los de Izquierda Unida, Sumar y Podemos en decidir un candidato que aglutine a la izquierda, o no. No tengo ninguna duda que tanto María Márquez, Inmaculada Nieto e Ignacio García son magníficos oradores, pero lo interesante aquí es escuchar a Montero qué haría si llega a presidenta.
Claro que para que la candidata socialista puntualice qué hacer no hace falta que esté en el Parlamento. El PP, consciente del manchurrón de la sanidad en la gestión de Moreno, ya atiza a María Jesús Montero incluso trufando las sesiones de control en el Congreso con el debate andaluz, atribuyéndole los recortes sanitarios en su etapa en la Junta, obviando que fueron impuestos por un decreto del Gobierno de Mariano Rajoy. Ninguno de aquellos recortes, ni siquiera la no renovación de contratos temporales de siete mil sanitarios, supuso el deterioro en la asistencia tan lamentable como ahora. Quizás porque se partía de un sistema de salud fuerte, saneado y mimado en la etapa Chaves, en la que también participó Montero.
En cualquier caso, se trata de aquí y ahora. El PP seguirá atizándole con el barro de la confrontación. Está en manos de Montero salir del mismo y ofrecer una versión institucional y rigurosa de una alternativa a la privatizadora de Moreno para salvar la sanidad pública, es decir, ir al grano y no a la paja.
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