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Sobre las banderas

La bandera de Andalucía en una foto de archivo

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Aquel mensaje de no ser menos que Cataluña y País Vasco se consagró en la transición y perdura en nuestros días como emblema de lo que resume todos los acontecimientos que dieron lugar al autogobierno político de Andalucía, incluido el celebrado esta semana del 4 de diciembre de 1977, cuando dos millones de personas salieron a la calle para pedir autonomía y libertad.

Dos años después de muerto el dictador, Cataluña y País Vasco estaban en el imaginario andaluz, como también en el valenciano y gallego de aquellos días, pero lo de reclamar autonomía plena vino después. Lo que de verdad estaba en las mentes de quienes salieron o se quedaron en sus casas, pero vivían esperanzados con el nuevo tiempo de la democracia, era el que Andalucía dejara de ser tierra de subdesarrollo y desigualdad.

Como decía el manifiesto suscrito por casi todas las fuerzas políticas del momento, para solucionar “unas condiciones de vida que son muy inferiores a las de otras zonas del país”. O como cantaba Carlos Cano en la canción ‘Los currelantes’: “s'acabe el paro y haiga trabajo, escuela gratis, medicina y hospital, pan y alegría nunca nos falten. Que ‘güervan’pronto los emigrantes, haiga cultura y prosperiá”.

Era otra España y otra Andalucía, aunque en los intereses partidistas desde entonces, sobre todo si había gobierno de color distinto en Moncloa y Andalucía, como ahora, ha sido recurrente alzar la bandera del agravio con las autonomías del norte, sobre todo Cataluña. Insisto, el espíritu de aquel 4D era el de ‘los currelantes’.

El impulsor del Día de la Bandera, Juan Manuel Moreno, encontró la mejor manera de disputar al PSOE y su izquierda el protagonismo de la consecución de la autonomía, como un ajuste de cuentas

El Gobierno del PP en Andalucía, a instancias del histórico andalucista Alejandro Rojas Marcos, oficializó en 2022 la celebración el 4 de diciembre (4D) como Día de la Bandera andaluza. Su impulsor, Juan Manuel Moreno, encontró la mejor manera de disputar al PSOE y su izquierda el protagonismo de la consecución de la autonomía, como un ajuste de cuentas. Y lo hizo para mejor exaltación de su persona en un acto en San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta, en lugar del Parlamento. Cuatro años después, todo el boato que se le quiera dar a esta edición no servirá para tapar las contradicciones de la época en la que le ha tocado gobernar al inquilino temporal del palacio de los Montpensier.

Un gobierno el suyo que se jacta del más millonario presupuesto jamás aprobado, que presume de las cifras de empleo (más de 3,5 millones), aunque este mérito debe atribuirse a las políticas nacionales y no tanto a las autonómicas; reitero, este gobierno de Moreno que proclama estabilidad porque goza de mayoría absoluta, es decir, de manga ancha para sus deseos y embudo para los de la oposición, afronta grietas en lo que ha sido pilar férreo de la razón de ser de la autonomía, las políticas del bienestar social. Tanto la sanidad como la educación se gripan en su mandato. 

Mientras el Gobierno de la Junta organiza el nuevo fasto del 4D como día de la bandera, siguen las convocatorias de protestas en defensa de la sanidad pública y a partir de esta semana han comenzado las movilizaciones universitarias, con la huelga de estudiantes de la Universidad de Málaga (UMA), para denunciar el gran abandono de sus instalaciones y calidad de los servicios.

Los datos macroeconómicos son magníficos, pero el ascensor social que ha supuesto la enseñanza universitaria y el parámetro de igualdad de una sanidad igual para todos, están en peligro

Los datos macroeconómicos son magníficos, pero el ascensor social que ha supuesto la enseñanza universitaria y el parámetro de igualdad de una sanidad igual para todos, están en peligro. La desigualdad se ve llegar, se palpa. Como afirma Antonio Maíllo, Juan Manuel Moreno sigue “encerrado en sus datos, en sus cifras y con una absoluta insensibilidad a los grandes problemas que acucian al pueblo andaluz”. El coordinador general de Izquierda Unida, próximo candidato a la Junta de Por Andalucía, conoce bien a Moreno, incluso se caían bien hace años. Eran otros tiempos. 

La izquierda que se enfrenta a Moreno le reprocha que no se trata de una mala gestión solo, sino de un modelo político. Sí, el mismo que el de Madrid, depositar en la iniciativa privada la solución a los problemas. Málaga es paradigmática, por ello no es extraño que las revueltas estudiantiles hayan surgido en su universidad primero que ninguna. En esta provincia ese modelo es obvio: mientras la UMA se asfixia por falta de financiación, la Junta da el visto bueno a tres universidades privadas.

Mientras el tercer hospital sigue siendo una promesa con titulares engañosos, hay centros hospitalarios privados que construyen plantas destinadas sin disimulo a los pacientes que le están llegando de la pública. Como sostiene en un artículo en ‘El País’ Joan Carles March, antiguo director de la escuela de salud pública de Andalucía, acudir a la privada no es la solución, “porque cuando el negocio entra por la puerta, la salud sale por la ventana”. 

Algo chirría cuando la derecha intenta apropiarse de las banderas. Cuando Alberto Núñez Feijóo pide a los militantes y simpatizantes del PP que acudan a una manifestación contra Pedro Sánchez con la bandera de España, me acuerdo del poema de Antonio Machado que dice “una de las dos Españas ha de helarte el corazón”.

No veo por ahora que sea el caso de Juan Manuel Moreno con la insignia de Andalucía. La blanquiverde unió a los andaluces aquel 4D, dejémosla estar ahí. Insisto, que no nos distraigan con Cataluña, la mejor defensa de la bandera de Andalucía es la de la mejor sanidad y educación amén de todos los servicios públicos para garantizar que este territorio no vuelva a caer en la pobreza y la desigualdad. Escuela gratis, medicina, hospital, pan y alegría. 

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