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Tres 'colosos' de la política en el frente andaluz
La política andaluza saldrá a partir de este enero de su calma chicha para adentrarse de lleno en el berenjenal de un año electoral. Sí, ya saben que Andalucía celebrará elecciones autonómicas en 2026. Cuando tocan. Hasta ahora no se conoce si el presidente, Juan Manuel Moreno, las adelantará uno o dos meses, si no, serán en junio. Tampoco hay evidencia firme de que Pedro Sánchez no haga coincidir las generales con las andaluzas tal como aseguran en Moncloa. No son las únicas incertidumbres. La carrera por la presidencia de la Junta arranca con el vaticinio de sus propias encuestas de que Juan Manuel Moreno perdería la mayoría absoluta por el auge de Vox. Todo son conjeturas por ahora.
Solo hay certezas en los nombres de los candidatos y no de todos. Vox mantiene el suspense y no ha anunciado el suyo. Aun así, la relevancia de dos de los adversarios de Moreno, la vicepresidenta primera del Gobierno de Pedro Sánchez, María Jesús Montero, y el coordinador general de Izquierda Unida, Antonio Maíllo, reflejan el interés que suscitan estas elecciones para las principales fuerzas del país.
Estos tres candidatos son veteranos, tres colosos de la política española (una exageración, lo sé, pero quizás no tanto desde el prisma andaluz): Juan Manuel Moreno, a quien algunos del PP han visto alguna vez como sustituto de Alberto Núñez Feijóo; María Jesús Montero, a quien un año y pico atrás también se le señaló como suplente de Pedro Sánchez si este tiraba la toalla; y Antonio Maíllo, que retorna con fuerza después de haber dejado la política por su enfermedad de cáncer de la que se recuperó. Tres políticos con experiencia y capacidad negociadora. Moreno lleva la fama de moderado y amable, pero también Montero y Maíllo lo son. Antes de ser rivales incluso se llevaron bien entre ellos. Son expertos en guardar las formas educadas, a diferencia de algunos de sus correligionarios de partido.
Parece que todos los partidos se juegan mucho en el sur. Ahí está el empeño de Feijóo de colocar Andalucía como el último eslabón de una cadena de éxitos electorales con los que empalar el sanchismo. O el de Pedro Sánchez de recuperar la resistencia en un territorio antaño feudo socialista, por aquello de que si hay rescoldo el fuego puede prender. O el de Maíllo por demostrar a Yolanda Díaz que la fuerza de Izquierda Unida, a la que acusa sottovoce de ningunear, tiene más cuerda que su invento de Sumar.
Poco o nada ha trascendido si al presidente andaluz le ha sentado bien o mal cómo su jefe de partido se atribuye el diseño de una elección tras otra donde gobierna el PP para minar el sanchismo, en la que la última serán las andaluzas como remache final
Los mismos candidatos también se la juegan. Juan Manuel Moreno parte con la ventaja de la Presidencia, la mejor plataforma. En los primeros meses de este 2026 habrá inauguraciones y anuncios golosos con los que intentará contrarrestar las grietas tras ocho años en la Junta. La crisis de las mamografías llevó a la evidencia nacional de cómo hace aguas su gestión de la sanidad pública. A las movilizaciones de descontento por la atención sanitaria se une la de los estudiantes y profesores por la asfixia financiera de las universidades públicas y la consiguiente pérdida de calidad y oportunidades. Aun así, el temor de Moreno no es perder el gobierno, que lo ve amarrado, sino tener que compartirlo con Vox.
Poco o nada ha trascendido si al presidente andaluz le ha sentado bien o mal cómo su jefe de partido se atribuye el diseño de una elección tras otra donde gobierna el PP para minar el sanchismo, en la que la última serán las andaluzas como remache final. Degradar una autonomía histórica como la andaluza a una meta volante en la obsesión de su jefe por echar a Pedro Sánchez de la Moncloa antes de que acabe la legislatura no deja en buen lugar al presidente de la Junta. Tampoco el que Núñez Feijóo haya asumido la compañía de la ultraderecha en cualquier ecuación de gobierno autonómico o nacional con el PP. Adiós al centro derecha con el que se pregona Moreno.
La perspectiva de los pactos con Vox, primero en Valencia, luego en Extremadura y posiblemente en Castilla-León, desmontaría el principal andamiaje de Moreno, el de venderse como el exponente de una tercera vía de moderación política frente a la polarización estridente del resto de España, sobre todo Madrid, capitaneada por Vox y secundada por su propio partido. Por mucho que quiera verse al margen, Moreno es de un PP que engorda a Vox al abordar cuestiones como la inmigración con postulados xenófobos, crueles y racistas como el vergonzoso ejemplo de Xavier García Albiol en Cataluña; o con la vaguedad con la que gestiona la ley de memoria democrática el Ayuntamiento de Sevilla con alcalde del PP, que para conseguir el apoyo de Vox a sus presupuestos paraliza los trabajos en la principal fosa de la guerra civil.
Con todo, lo que más ha contribuido al engorde de Vox en el electorado es la asunción por parte del PP de un anti sanchismo feroz y desquiciado como única estrategia de oposición. También en esto ha claudicado Moreno. Si en un primer momento practicó la paz institucional y el acuerdo con el Gobierno de Pedro Sánchez, como el pacto de Doñana, ahora está atrincherado como el resto de barones del PP frente a todo lo que venga de Moncloa, aunque sea la condonación de una deuda millonaria.
Un buen resultado para Montero y Maíllo sería que Moreno perdiera la mayoría absoluta y tuviera que gobernar con Vox, para así desmontar su manual de convivencia. Si bien, ya PSOE e IU-Sumar-Podemos basaron la campaña de 2022 en alertar sobre ello a su electorado y parte de este prefirió dar la mayoría absoluta al PP para que no ocurriera
La perspectiva tampoco es fácil para María Jesús Montero y Antonio Maíllo, cuyo reto es volver a la mayoría de gobierno que sumó PSOE e Izquierda Unida hace tres legislaturas. Las encuestas no consuelan, aunque en política cualquier vuelco es posible, lo sabe bien Juan Manuel Moreno. Un buen resultado para Montero y Maíllo sería que Moreno perdiera la mayoría absoluta y tuviera que gobernar con Vox, para así desmontar su manual de convivencia. Si bien, ya PSOE e IU-Sumar-Podemos basaron la campaña de 2022 en alertar sobre ello a su electorado y parte de este prefirió dar la mayoría absoluta al PP para que no ocurriera. Moreno reza por que se repita.
¿Qué se juegan Montero y Maíllo? En el caso de la vicepresidenta quizás la última oportunidad de una carrera política de 25 años, en la que se ha granjeado fama de buena gestora más que de ideóloga. Algo que contrasta en positivo con Moreno, más ideólogo que gestor. Está por ver si su empeño de compaginar su candidatura con su propia plataforma, la de la vicepresidencia del Gobierno, dará buenos resultados. María Jesús Montero lo defiende como una ventaja frente a quienes en su partido se muestran suspicaces. El algodón a una de esas ventajas será cómo calará en la opinión pública su propuesta de financiación autonómica en la que Andalucía será una de las grandes beneficiadas.
Antonio Maíllo también busca rentar la proyección nacional que le otorga su cargo de coordinador general de Izquierda Unida en la candidatura al frente de Por Andalucía. Ambiciona un proyecto, el de la unidad de la izquierda a la izquierda del PSOE y no solo para Andalucía, sino pensando también en unas generales. Se juega sobre todo ganarle la partida a Yolanda Díaz en cuanto a concepción de ese segmento ahora fracturado de la izquierda.
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