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Enemigos del futuro

Flamenos y fochas en la marisma madre de El Rocío, en Doñana.

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La extensión de Doñana es 1.000 veces la del Parque del Retiro. Además de ostentar insignes catalogaciones, como la de Parque Nacional o la de Patrimonio Mundial, Doñana es el mayor humedal de Europa. Una joya ambiental sin parangón en nuestro continente sobre la que se ciernen, desde hace años, intereses particulares que ponen en riesgo su supervivencia. Si antes lo fue el proyecto del gaseoducto de Gas Natural, hoy la principal amenaza de Doñana es el gobierno de Juanma Moreno. Amparado en los grupos parlamentarios de PP, Ciudadanos y Vox, el presidente de la Junta ha impulsado una proposición de ley que pretende ampliar la superficie de cultivos de regadíos en el entorno del Parque Nacional. O lo que es lo mismo: regularizar la extracción ilegal de agua, que está acabando con las reservas hídricas del acuífero que nutre Doñana.

Paradójicamente, los mismos cálculos electorales que hicieron a Juanma Moreno impulsar esta proposición de ley, a fuerza de competir con Vox en la Corona Norte de Huelva, pueden salvar a Doñana. O, al menos, salvar la de momento. El adelanto electoral en Andalucía, de producirse antes del próximo Pleno (27-28 de abril), impediría la aprobación de la ley. Sería la consumación de un engaño anunciado. El presidente del Gobierno andaluz ha generado una expectativa a los agricultores que pudieran verse afectados por esta ampliación de regadíos que no puede cumplir. O bien se justificará en el adelanto para no aprobar la norma o, de aprobarse, serán otras instituciones las que impedirán, por ser claramente contraria a ley, su posterior desarrollo. Véase el Gobierno de España o la propia Comisión Europea.

Su llamada ‘Revolución Verde’ responde precisamente a esto: marca distancias con la ultraderecha por el mero hecho de llamar a las cosas por su nombre. Y, desde luego, no es cosa menor, pero tampoco suficiente

Lo que ya no es objeto de hipótesis es que, desde que el Partido Popular diera rienda suelta a esta ocurrencia, un chaparrón de malas noticias ha caído sobre la provincia de Huelva, sobre Andalucía y, en realidad, sobre España. En la zona ha aumentado la conflictividad social. Quienes desempeñan su labor agrícola conforme a regla están sufriendo la competencia desleal de quienes extraen agua ilegalmente en la zona, además de la pérdida del prestigio de sus productos por esta iniciativa. Han saltado las alarmas en todas las instituciones con una modesta sensibilidad ambiental y varias cadenas de supermercados han amenazado ya con dejar de importar los frutos rojos que exporta la agricultura onubense. Y España ha vuelto a ser amenazada con severas multas por parte de la Unión Europea de llevarse a término esta proposición de ley.

Someramente, estos acontecimientos deberían acercarnos a tres reflexiones:

 En primer lugar, la singularidad de que sea la propia Junta de Andalucía, gobernada por el Partido Popular, la administración más beligerante con Doñana. Más si cabe en un contexto de sequía pertinaz. Juanma Moreno y la parte del PP que quiere hacerse denominar moderada han asumido parte de los consensos dialécticos del siglo XXI. Su llamada ‘Revolución Verde’ responde precisamente a esto: marca distancias con la ultraderecha por el mero hecho de llamar a las cosas por su nombre. Y, desde luego, no es cosa menor, pero tampoco suficiente. Aunque el Partido Popular hoy reconoce la emergencia climática, sus políticas son diametralmente opuestas a lo que requieren las circunstancias. Doñana es el paradigma de esta pose, pero también lo es su Ley de Suelo, que devuelve a Andalucía al ladrillazo y la especulación. Y lo son los macroproyectos urbanísticos que la Junta ha acelerado en varias playas protegidas de Andalucía. La revolución verde de Juanma Moreno son los campos de golf. 

 En segundo lugar, el desprecio de Juanma Moreno por la pronta y abrumadora contestación social e institucional de la que fue objeto esta iniciativa. De hecho, parece palpable que, a pesar de que Unidas Podemos por Andalucía fue el único grupo parlamentario que votó en contra de la tramitación de esta iniciativa en el Parlamento andaluz, la correlación de fuerzas más allá de la Cámara andaluza es a la inversa. Ya han mostrado un rotundo rechazo la UNESCO, la Comisión Europea, el Gobierno de España, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, organizaciones ecologistas como WWF, Greenpeace, la Fundación Nueva Cultura del Agua, la Red Andaluza de la Nueva Cultura del Agua, o el Director del Consejo de Participación de Doñana, entre otras. Además, hasta un millar de investigadores y científicos que, junto a 25 sociedades científicas, han firmado un manifiesto alertando sobre el grave impacto que tendrá la regularización de regadíos en la que trabaja el Parlamento andaluz.

Sin agua no sobrevivirá Doñana, pero tampoco lo hará la agricultura de su entorno. La lógica del máximo beneficio para unos pocos es incompatible con el medioambiente

Es decir, un rechazo abrumador que, sin embargo, no ha sido suficiente para que el presidente del Gobierno andaluz ordenara paralizar esta ley. El Partido Popular de la oposición que hace unos años arengaba a los agricultores a pinchar agua en pozos ilegales sigue desde el Gobierno utilizando a los agricultores prometiéndoles un agua que ni hay, ni habrá. Porque está en una carrera desenfrenada con Vox en busca de votos, aunque el precio a pagar sea la mayor reserva ecológica de Europa.

 Y por último, la conciencia medioambiental que todavía está por construir. Sin aspavientos, con humildad, pero sin descanso. Las generaciones más jóvenes lo hacen saber y no es capricho: preservar nuestro patrimonio natural, hacer el desarrollo compatible con la sostenibilidad no solo no es un tributo a la naturaleza, es que es el único camino posible para que la vida siga. Sin agua no sobrevivirá Doñana, pero tampoco lo hará la agricultura de su entorno. La lógica del máximo beneficio para unos pocos es incompatible con el medioambiente y lo es también, por ende, con el futuro. Ya no cabe preguntarse si seremos capaces de dejar a las nuevas generaciones un mundo mejor, cabe preguntarse si les dejaremos un planeta, que no tiene alternativa, que se pueda habitar. Quienes no quieren verlo son enemigos del futuro.

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