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El nacionalismo de Chamberí
Llevo años explicando a mi alumnado que existen dos tipos de movimientos nacionalistas en Europa, uno disgregador, que pretende la independencia de un Estado, y otro movimiento aglutinador como serían los casos de la unificación de Italia o Alemania en el siglo XIX. Pero ando últimamente algo despistado con la irrupción en España de un nacionalismo de la parte que pretende convertirse en el todo. ¿Que no lo han entendido? Yo tampoco y llevo tiempo pensando en ello.
Hasta ahora sólo he alcanzado a asignar un nombre, el nacionalismo de Chamberí, y a localizar a la madre de esa patria, una tal Ayuso. No sé si madre o marioneta de la patria pero, al fin y al cabo, cabeza visible del Madrid de Delacroix, en cuyo cuadro junto a la bandera de España, enarbola una caña de cerveza como símbolo de libertad. Díaz Ayuso es el símbolo de la parte que pretende convertirse en el todo, quizás el rancio centralismo del Madrid de toda la vida hoy convertido en nacionalismo castizo de verbena que intenta que el resto comulguemos con ruedas de molino. La estrategia de Ayuso, o mejor dicho de Miguel Ángel Rodríguez, lleva carga de profundidad y mucho peligro para la convivencia del país.
La deriva es peligrosa, muy peligrosa, pues Ayuso es, a día de hoy, el primer cargo político de ultraderecha que ostenta una presidencia en España de acuerdo a los nuevos modelos que supusieron la irrupción del trumpismo, y su propio partido es incapaz de poner coto a ese quehacer populista de ultraderecha. Ayuso y el PP madrileño vienen utilizando Madrid como una atalaya en la que la defensa más conservadora y excluyente de lo que supone España lo convierten en una cuestión identitaria de su política en Madrid y todo bajo una especie de halo de absolutismo monárquico propio del nacionalismo radical donde reflejar aquello de “España y Madrid soy yo”. Ayuso pretende hacer de lo que ella entiende por español en Madrid lo que Puigdemont o Rufián hacen de lo catalán en Cataluña.
Hay una estrategia confrontadora del nacionalismo de Chamberí contra la pretensiones limitadoras de "comunistas, bolivarianos, adoctrinadores y separatistas de izquierdas" que forman todos aquellos que no piensan como ella y que ocupan despachos en Moncloa
El supuesto verso suelto que supone la presidenta madrileña, como opositora frontal a las políticas del Gobierno central, forma parte de la estrategia conservadora y revisionista del país y se convierte en un ejercicio peligroso para lo que ha sido el clima de convivencia en los últimos 40 años en España. La beligerancia de las políticas madrileñas durante la pandemia contra las medidas llevadas a cabo por el Gobierno central como si con ellos no fueran, las negociaciones de la Comunidad de Madrid con el gobierno de Putin para la adquisición de vacunas al margen del Estado, la folclórica creación de un chiringuito en Madrid “para la defensa del español” como si nuestra lengua peligrara o el permanente desafío competencial al Estado, forman parte de la estrategia confrontadora del nacionalismo de Chamberí contra la pretensiones limitadoras de los “comunistas, bolivarianos, adoctrinadores y separatistas de izquierdas” que forman todos aquellos que no piensan como ella y que ocupan despachos en Moncloa. El carácter excluyente del nacionalismo de ultraderecha vuelve a hacerse presente en Madrid.
Y es que Ayuso, y su modelo, forman parte de la defensa ultraconservadora, de los valores de lo que ella entiende que es España y cuyo modelo se asemeja mucho a la idea que el régimen del general Franco tenía de este territorio, incluida la cuestión religiosa. Madrid y su área de influencia frente al Gobierno de España, a los territorios periféricos o a la izquierda. Y todo rodeado de un mentiroso concepto de la libertad en el que anclar un supuesto ultraliberalismo que en realidad no alcanza más allá de un nacionalismo populista radical propio de la nueva ola ultraderechista que recorre Europa. De otra manera no se entiende el nuevo desafío educativo de revisar y censurar libros de texto que no recojan el concepto territorial, cultural, moral y doctrinario que su gobierno tiene por aceptable.
Ayuso cocina un victimismo madrileño de agravios generados por todos los enemigos de Madrid a los que, por extensión, los convierte en enemigos de España, por lo que tienen que ser derrotados y barridos; acabar con el sanchismo, que dice ella
Ayuso pretende una guerra contra todos, incluidos en muchos aspectos los suyos. Ayuso puentea a Feijóo y se convierte en el látigo del Estado central a la vez que se convierte en el látigo de la Generalitat catalana, del movimiento feminista, de toda la izquierda o de las mareas blancas defensoras de la sanidad pública. Cocina un victimismo madrileño de agravios generados por todos los enemigos de Madrid a los que, por extensión, los convierte en enemigos de España, por lo que tienen que ser derrotados y barridos; acabar con el sanchismo, que dice ella. Madrid como referente de lo que tiene que ser España y ella como salvadora de todos los males que acechan a la patria provenientes de quienes para ella no son buenos españoles.
Con Ayuso, el PP de Feijóo abandona la senda de la racionalidad, del sentido de Estado y del modelo de España que recoge la Constitución y entra en una política pantanosa e involucionista que da alas al ideario excluyente, machista, xenófobo, religioso y antidemocrático de la ultraderecha. No nos equivoquemos, Ayuso no es esa chica con cara de inocente que dice chorradas y que no se entera, quienes no nos enteramos somos nosotros y esto ya lo veremos muy pronto en Andalucía.
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