El cámara de TVE que cubrió el cierre del ataúd de Franco: “Me sudaban las manos pensando que la película se podía velar”

Fermín Cabanillas

Huelva —
22 de noviembre de 2025 20:28 h

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Son las 8 menos algunos minutos de la mañana del 23 de noviembre de 1975. Un joven de 20 años natural de Ponferrada aguarda para realizar un trabajo que no se esperaba para nada que haría cuando entró en la empresa que le paga solo un año antes. A su lado hay un hombre llamado Gabriel, un compañero que le está tranquilizando explicándole los pormenores de la labor que van a realizar minutos después. Junto a ellos hay cuatro colegas más de profesión.

El chico de 20 años era (y es todavía) Manuel Ovalle, elegido por Televisión Española para ayudar a filmar unas imágenes que han quedado para la historia en la Filmoteca Nacional, y de la que solo hay una fotografía aparte de su filmación: el cierre del ataúd de Franco antes de ser enterrado en el por entonces Valle de los Caídos.

Gabriel era Gabriel Flores, un experimentado cámara de la televisión pública, al que ese día le asignaron a Ovalle como ayudante de filmación. La labor de aquel bisoño reportero consistía en mantener iluminada la estancia para que la imagen fuese todo lo perfecta posible, además de custodiar la película y trasladarla, teniendo sumo cuidado de que no se velase. Si se velaba, se perdería para siempre.

De las 14 personas que presenciaron cómo se cerraba el féretro del dictador solo quedan dos vivas: el propio Ovalle y el entonces redactor de Europa Press Jesús María Zuloaga, que ahora tiene 75 años. Igual que el iluminador, Zuloaga había llegado a su empresa un mes antes, con solo 24 años, pero su juventud no fue problema para que cubriese todos los acontecimientos derivados de la muerte de Franco y la Transición. Fue el periodista que contó antes que nadie que a Franco lo habían operado por segunda vez, o que Adolfo Suárez presentaría su dimisión.

El último ceremonial

A las 8 de la mañana, un hombre hizo entrar en una gran sala a los seis periodistas que esperaban en una estancia anexa. Cuando accedieron, encontraron a los miembros del Consejo de Regencia del Gobierno en torno al ataúd, además de algunas personas ajenas a estos órganos pero muy cercanas al dictador, como el marqués de Villaverde, su yerno.

“Yo era un joven con 20 años que estaba de ayudante de filmación de Televisión Española, donde llevaba un año, y de repente me veo con esa responsabilidad tan grande”, recuerda a elDiario.es Andalucía Ovalle, un reportero que, tras su jubilación, se quedó a vivir en Huelva, la última provincia en la que estuvo destinado, y ahora comparte su espacio vital entre la provincia onubense y las Islas Canarias.

Manuel recuerda nítidamente todo lo que pasó aquella mañana, pero, sobre todo, que tenía tanto miedo de que se velase la película que le sudaban las manos sin poder controlarlo. “Cuando el filmador me daba los chasis tenía que descargarlos en un saco negro, para que no se me velara la película. Si se me llega a velar, no hubiera habido memoria histórica ahora de ese momento”.

Lo que ocurrió en el momento de cerrar el ataúd lo ha contado muchas veces, pero siempre lo hace consciente de que estaba viviendo algo mucho más que histórico. “Solamente permitieron estar allí a La Actualidad Española –el medio que hizo la foto–, la agencia EFE, Europa Press y Televisión Española. Sacaron de debajo del cuerpo algo como una especie de almohadilla que tenía a la altura de los hombros. El cadáver estaba impecable, todo uniformado, todo brillante, todo lleno de medallas”.

Antes de proceder al cierre, “esparcieron dentro unas tierras que habían traído desde distintos lugares de España, y se dispusieron a cerrarlo todo con una una chapa de zinc soldada”. Pero en ese momento todo se paralizó, porque el marqués de Villaverde “se acercó al cuerpo del dictador para abrazarlo, que es el momento de la fotografía que nos hacen, la única que existe de ese momento”.

Pasado ese instante, se soldó el féretro “y se cerró con tres llaves”, para ser sacado enseguida a la Plaza de Oriente, a una misa posterior y proceder al entierro. Mientras salía el cortejo hacía la ceremonia religiosa, Ovalle se encaminaba a Prado del Rey para revelar las imágenes y respirar, al comprobar que todo había salido bien. Había conseguido mantener en buen estado los chasis de la cámara de cine de 16 milímetros para que Gabriel Flores capturase en color reversible 7240 de Kodak la película final. Antes de ese momento se filmaba en blanco y negro, con lo que el reto era total.

Todo empezó con Miguel de la Quadra-Salcedo

Pero, ¿cómo llegó un chico de 20 años de Ponferrada a ser testigo de este momento para la historia? El origen hay que buscarlo a principios de la década de los 70, cuando Ovalle conoció al reportero Miguel de la Quadra-Salcedo, quien le animó a hacer unas pruebas en Madrid para auxiliar de cámara para Televisión Española. Manuel no se lo pensó, y en 1974 ya era parte del equipo del ente público.

Lo cuenta, como mil historias más, en Ovalle, reportero gráfico, un libro que salió adelante con el trabajo de redacción de la periodista onubense Ana Martín, en el que una de las anécdotas más llamativas es la relacionada con el traje que llevó aquel día de la histórica grabación: “En los muros del Palacio de Oriente se respiraba un gélido frío otoñal, que traspasaba el suave tejido de mi de chaqueta, justo la que iba a usar para casarme un mes después y había tenido que sacar del plástico que estaba envuelta y descolgar de la percha del armario in extremis para asistir al entierro, ya que el código de vestimenta que se imponía en aquella época era acudir con camisa blanca y corbata negra. Paradojas de la vida, había tenido que estrenar mi traje de novio en el sepelio de Francisco Franco”.

Manuel, de hecho, se iba a casar el 20 de noviembre, pero la muerte de Franco ese mismo día lo paró todo. Cuenta que se casó un mes después, pero decidió no usar el traje con el que iluminó al dictador, y alquiló un frac para la ceremonia.

Un reportero con 135 países a su espalda

Manuel Ovalle pasó muy poco tiempo en los estadios de Prado del Rey. Estaba claro que aquel reportero inquieto no iba a estar cómodo sin coger aviones, y antes de terminar 1975 ya hizo su primer viaje de trabajo. Fue a París para hacer un reportaje de una exposición, y en 1979 cubrió el golpe de Estado de Guinea Ecuatorial.

Estuvo en 15 conflictos bélicos, como los de Nicaragua (1980), El Salvador (1981), Chad, Zambia, Rhodesia, Mozambique, Líbano (1982), Bosnia, Gaza, Irak, etc. El último en Libia, 2011, durante la caída del presidente Muamar el Gadafi.

En 1987 con la periodista Rosa María Calaf abrió la corresponsalía de TVE en Moscú, antigua URSS. Permaneció cinco años allí, siendo testigo entre otros acontecimientos del derrocamiento del presidente Nicolae CeauÈ™escu en Rumanía (1989). En España cubrió, entre otros, el intento de golpe de Estado, 23-F (1981), la matanza de Puerto Hurraco (1990), o el desastre del Prestige (2002), donde trabajó con la entonces periodista Letizia Ortiz, antes de ser princesa de España y luego reina.

Rodó con su cámara series documentales de aventura con Miguel de la Quadra-Salcedo, por África y Latinoamérica. Fueron 13 temporadas de los programas Aventura 92 y Ruta Quetzal, en la que jóvenes españoles reeditaban los viajes de Cristóbal Colón y otros exploradores españoles. 

En 1999 filmó una expedición al Polo Norte geográfico para Informe Semanal. Cubrió cuatro Juegos Olímpicos: Pekín 2008, Los Ángeles 1984, Barcelona 1992 y Atenas 2004, y tras regresar del terremoto de Haití (2010) realizó la cobertura del Mundial de Fútbol de Sudáfrica (2010), en el que España se hizo por primera vez con el título.

En 2016 abandonó Madrid por Huelva para ejercer en la corresponsalía de TVE en Andalucía Occidental, donde permaneció hasta su jubilación en 2021, aunque decidió quedarse a vivir en esta provincia, muy distante socialmente de la vorágine informativa que ha sido su vida desde que se estrenó en 1974.

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